Babalucas necesitaba un bastón. Fue a una tienda y escogió uno de bella empuñadura. Sin embargo al probarlo vio que era demasiado largo para él. "-No le preocupe eso, señor -le dice el encargado-. Podemos cortarlo a su medida". "-¡Ah, no! -protesta Babalucas-. ¿Cómo le va a cortar el puño? ¡Precisamente fue eso lo que me gustó del bastón!". "-No necesitamos cortarle el puño -sonríe el de la tienda-. Le cortaríamos por la parte de abajo, por la contera". "-¡Qué indejada! -se enoja Babalucas-. ¡De donde lo siento largo es de arriba!"... Un cristiano, un musulmán y un judío se encontraron en un congreso religioso y empezaron a intercambiar sus experiencias. "-Un día -cuenta el cristiano- iba yo en avión cuando de pronto se desató una terrible tormenta eléctrica. El piloto nos dijo que debíamos prepararnos: de seguro el avión se iba a estrellar. Entonces me puse en oración. Jesús me oyó, y de repente todo a mi alrededor se volvió calma. El avión pudo aterrizar sin problema". Relata el musulmán: "-Una vez iba yo por el desierto camino de la Meca. De súbito una tormenta de arena me cegó. Perdí el camino; seguramente iba a morir en el desierto. Entonces me puse en oración. Alá me oyó. De repente todo a mi alrededor se volvió claro, y pude seguir mi ruta hacia el santuario". El judío toma la palabra. "-Un sábado salía yo de la sinagoga cuando de pronto vi en la calle una maleta que estaba ahí tirada. La abrí: estaba llena de billetes de 100 dólares. ¡Aquello era una fortuna! Pero recogerla habría sido profanar el Sábado. Entonces me puse en oración. Yahvé me oyó, y de repente todo a mi alrededor se volvió martes"... Don Alberto Celorio Blasco, de Matehuala, San Luis Potosí, cuenta una historia que bien podría llamarse "El vendedor con más autoestima del mundo". El tal vendedor fue a ofrecerle su mercancía a un comerciante sumamente respetable, de mucha edad, pilar de la comunidad. Con insolente desparpajo empezó a tutearlo: "-Oye, Fulano; mira, Fulano...". Se molestó el señor y dijo al vendedor: "-Por favor, hábleme de usted". "-¡No, hombre! -replica con cachaza el tipo-. ¡Yo soy puro caborón! ¿Qué puede interesarte de mi vida? Mejor, si te parece, seguimos hablando de negocios"... El rencor obnubila, ninguna duda cabe. Muchos agravios tiene el ex Presidente Salinas de Gortari contra su sucesor, Zedillo. Esperaba de él, seguramente, sumisión -después de todo fue el propio Salinas quien lo designó-, y pensó que a través del designado podría seguir ejerciendo el poder que soñó siempre en perpetuar. Mas se cumplió en forma inexorable el viejo rito priista por el cual el nuevo Presidente devoraba al anterior, y lo anulaba. Ahora pretende Salinas culpar a Zedillo de la crisis del campo mexicano, crisis que comenzó desde el mismísimo día en que se instauró en México aquel sistema colectivista que hizo de los campesinos una especie de incapaces sujetos a la tutela perpetua del Estado y llevó toda suerte de corruptelas e ineficacia al agro. Salinas emprende la defensa a ultranza del TLC, y no advierte los males que de su aplicación han derivado y siguen derivando. Ventajas ha tenido ese Tratado, ciertamente, pero tales bondades no autorizan a cerrar los ojos ante los perniciosos efectos de algunos de sus apartados. Hoy por hoy la aplicación del TLC al campo, unida a los subsidios que están recibiendo los agricultores norteamericanos, se cierne como la mayor amenaza a la agricultura y la ganadería de México. El próximo año empezaremos a ver los efectos de esa indeseable situación... FIN.