Si podemos hacerlo, si podemos descubrir a los verdaderos genios, si detectamos a los filósofos que nos pueden enseñar nuevos caminos y nuevas ideas, ni duda cabe que hemos dado el paso fundamental para liberarnos de las cadenas del condicionamiento, de la sujeción a las viejas ideas, impresas en nuestras mentes desde que nacimos y que obviamente no nos capacitan para la autenticidad, la honestidad y la autorrealización.
Hemos de prepararnos para ser diferentes. La razón por la cual hay tanta y tanta confusión y errores al elegir la propia vida, es que tendemos a hacer nuestras, sin darle mucho pensamiento, las concepciones generales de la felicidad, imaginando que son la respuesta y que ya no hay que buscar. No es de extrañar que la absoluta mayoría de las gentes de todos los tiempos busquen en la riqueza y el poder la felicidad, sólo para encontrar un vacío que se acrecienta.
La idea que el poder, la manipulación, la acumulación y las riquezas materiales puedan conducir a la grandeza, ya está muy desprestigiada, y sin embargo, es extraño que todavía persista en nuestros tiempos. La triste realidad es que la mayoría de las personas llegan a la tumba sin haber tenido ni siquiera indicios o nociones específicas de lo que es la felicidad, de lo que constituye la grandeza. Su paso por la vida no deja huella. Su testamento de mediocridad está inscrito en el contrato social vigente, con reglas y costumbres por demás de ridículas, absurdas y obsoletas.
La felicidad no puede adquirirse sin sentir grandeza, sin sentir la exquisitez personal. Tenemos que vivir en sociedad, junto a otros, pero de ninguna manera debemos de aceptar que nos impongan lo que se les ha impuesto a ellos como normas de vida.
Si ellos lo aceptan, así sea; nosotros podemos descubrir la grandeza buscando el valor en lo que somos, sintiendo orgullo en lo que estamos haciendo.