Tras un recorrido que este matutino realizó por los principales corredores de la tradicional romería del Día de Muertos del Panteón de Oriente, se pudo observar que fueron escasos los comerciantes que atendieron las disposiciones de la Procuraduría Federal del Consumidor, puesto que a muy pocos les importó mostrar al público y en un lugar visible los precios de sus productos.
Algunos de los que fueron consultados por este matutino aseguraron que nunca se les instruyó para publicar sus precios. Otros reconocen que no hubieran puesto atención a los inspectores de Profeco en caso de que se hubieran presentado con esa intención. Lo cierto es que la venta fue regulada por los propios comerciantes, y aceptada por los consumidores.
La variedad de productos y servicios que se ofrecieron en la citada vendimia de los difuntos iba desde flores de diversas especies, colores y precios; coronas, frutas, guisos, aguas frescas y diferentes comestibles, hasta discos compactos, ropa, calzado, juguetes, equipos de sonido, y toda una variada gama de artículos que se ofertan año con año en la venta del 1 y 2 de noviembre en el cementerio municipal.
Así, mientras al interior del Panteón de Oriente familiares y amigos visitaban a sus fieles difuntos llevándoles ofrendas florales, limpiando sus lápidas, remarcando los pensamientos inscritos en ellas, ofreciéndoles música viva e incluso comiendo y bebiendo a su lado, afuera el “circo y la fiesta” continuaba.
Visitar el panteón precisamente el Día de Muertos es motivo de jolgorio para cientos de familias que viven en la mancha urbana, en las colonias perimetrales y también en las rancherías cercanas a Durango. Llevan lo necesario para convivir con sus muertos, a quienes convidan de comida y bebida.
El costo de la visita al cementerio y el paseo por la romería, tomando en cuenta los gastos que ello implica, es un tanto oneroso para cualquier familia. Al llegar, los vendedores de flores son los primeros en abordar a quienes pretenden recordar a familiares y amigos que hicieron ya “el viaje sin retorno”.
La ofrenda floral tiene precios al alcance de los diferentes bolsillos, pues hay ramos que cuestan desde 10, 15 hasta 25 pesos, como los de cempoal, pata de león, crisantemo o los combinados; pero hay flores que una simple docena puede costar de dos a tres salarios mínimos, como la gladiola, que según el puesto (y el cliente) se vendió a entre 50 y 80 pesos.
Sin embargo, la visita a esos que siguen en el recuerdo trae de la mano otros gastos. Al entrar al cementerio niños, adolescentes y ancianos de las colonias más marginadas se ofrecen para cargar el agua de las piletas, limpiar y desyerbar las lápidas, y algunos a “retocar” las letras con pintura; a ellos se les da “lo que sea su voluntad” pero afirman estos trabajadores ocasionales que en cada trabajo completo se ganan hasta 30 pesos.
Al salir del lugar, luego de los monólogos que se escuchan al pie las tumbas, la vida cotidiana regresa y es el momento oportuno para la venta de chácharas y comida. Luego, con la sensación de seguir siendo parte de una ancestral tradición, regresan a casa.