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Diagnóstico

En el contexto de una depresión económica nacional, a partir de 1994-1995 se empieza a observar un incremento de niñas desempeñando diversas actividades en los cruceros de la ciudad de Torreón, Coahuila.

Gran cantidad de estos menores vive en asentamientos marginales de la periferia oriente de la ciudad y habitan casas de cartón o material de desecho, en un entorno de violencia intrafamiliar y social.

“Espíritu que Danza” observa que estos niños suelen carecer de una figura paterna y esta circunstan-cia los obliga a desempeñar en ocasiones, el rol de proveedor del hogar, una presión desproporcionada para su edad, en consecuencia hacen a un lado su infancia y se inician precozmente en oficios subalternos callejeros, que involucran riesgos y un daño emocional en su desarrollo psico-social.

Otro de los aspectos que observan en sus primeros contactos con los niños, fueron sus enfermedades gastrointestinales y bronco respiratorias, éstas son endémicas en la población infantil marginada debido a las condiciones insalubres de su asentamiento y a la precariedad de los materiales de construcción a una falta total de atención médica.

Aún así, algunos niños expresan sentirse bien, aunque un análisis más detallado revela que su peso y estatura no son los indicados para su edad debido a la mala calidad de su alimentación.

Uno de los síntomas que manifiesta el niño de la calle, entre otros, es el de la deserción escolar.

Debido al ambiente en que viven, algunos de ellos han probado inhalantes desde una edad muy temprana. En algunos casos han roto el lazo familiar y lo sustituyen incorporándose a alguna pandilla. A través de un proceso el niño empieza a vender mercancía pequeña, realiza diversas actividades en los cruceros o comete pequeños robos.

De esta forma, el menor queda expuesto a una serie de situaciones de riesgo que ha de enfrentar solo y sin recursos. También el inicio de esta actividad delictiva lo llevará a la cárcel, o los llamados centros de readaptación, de los que saldrá para seguir delinquiendo y así sucesivamente.

Poco antes de 1996, “Espíritu que Danza” realiza un estudio sobre el niño de la calle, a partir del cual se generó el primer plan de trabajo de la institución. En aquel tiempo, uno de los propósitos era vincular el proyecto naciente con alguno de los programas locales existentes.

Sin embargo, ninguna de las alternativas, públicas o privadas, tenía la visión de una atención integral y personalizada que es la esencia del proyecto “Espíritu que Danza”.

La institución considera que la presencia creciente de niños trabajadores y niños de la calle demuestra el fracaso de las políticas públicas y la falta de voluntad política para destinar presupuesto suficiente para enfrentar la extrema pobreza que aflige a sectores marginales urbanos y semiurbanos.

Por ello, “Espíritu que Danza”, A.C., propone un modelo de rehabilitación integral del niño que considere su contexto familiar y social, con el objetivo de revertir el ciclo, al parecer, inexorable del niño de la calle. Un colectivo formado por profesionales forma el núcleo de la asociación que de su diaria convivencia con los niños extraen la experiencia que les permite reorganizar su conocimiento en un proceso constante de búsqueda para mejorar la calidad de su trabajo.

De manera estratégica, la asociación misma funge como canal concientizador al involucrar a diversos sectores de la sociedad civil en una participación colectiva, al tiempo que acompaña a los niños en su proceso de transformación como personas y lo hacen luchando de forma cotidiana por sus derechos.

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