¿Qué ser humano no anhela una expresión de gratitud, una afirmación audible de querer ser querido y necesario en torno a la felicidad de otro ser humano? La gratitud es uno de los valores verdaderos de la vida, que se funda en el reconocimiento de las bondades. La adulación recurrente y vulgar no está contemplada en este valor. ¿Es la vida una experiencia insípida o es maravilloso vivir? ¿Es nuestro bienestar un propósito riesgoso o un factor constante? ¿Son nuestros días monótonos, desanimados, espantosos, o por el contrario, son provocativos y llenos de interés? Nuestra respuesta a esta interrogante puede resumirse en la siguiente pregunta: ¿Cómo se manifiesta nuestra gratitud de manera insignificante o como un caudal abundante? Un corazón lleno de gratitud no considera a la vida como una experiencia monótona, desanimada. Nuestras vidas se liberan de limitaciones cuando expresamos amabilidad y benevolencia. La gratitud es una de las artes más puras que podamos cultivar y hacer crecer. Una de las formas en que podamos desarrollarla es retornando el mismo sentimiento al oír una aprobación y alabanza: Estos conceptos se manifiestan en forma recíproca. La gratitud es algo maravilloso. Hay tanta grandeza en reconocer un favor como en hacerlo. Gratitud quiere decir, estar vivo.