Cada persona merece la dignidad y el respeto inherente al hecho de ser una vida humana. El ser humano experimenta continuos y dinámicos impulsos hacia el crecimiento a lo largo de su vida y es capaz de llegar a la autosuficiencia. Claro está, el comportamiento de todo individuo se ve influido significativamente por la propia valoración del yo y de su mundo, por la dignidad que se atribuya. Cuando la persona conoce la dignidad a fondo, entonces puede comportarse de un modo básicamente abierto, que confía en sí mismo y en los demás. La dignidad, la libertad y la responsabilidad siempre se entrelazan para desembocar en la integridad. La persona digna se ve como única, muy singular.