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Divorcio

Por Psic. Fernando Villa Hernández

Es en mi opinión muy importante la presencia de una familia integrada y sana para aumentar las posibilidades de desarrollo humano; sin embargo, algunas personas piensan diferente, creen que los niños desde el inicio deben tener la sensación elevada de independencia para lograr mayor autosuficiencia y libertad.

Sostienen que una emoción intensa de compromiso familiar lleva a conductas sectarias y egoístas bajando de esta manera el compromiso social (pensamiento frecuente en los kibutz hebreos u otros de tendencia comunista).

El matrimonio ha sido cuestionado llegando a creer que los humanos no estamos programados para esta manera de vivir y que la familia es producto de conveniencias económicas, sociales y religiosas.

Existe actualmente una tendencia a disminuir la duración del matrimonio ya que en México los divorcios, en 1945 se presentaron con una frecuencia de 2.7% de los matrimonios; en 1985 fue de 6%; en el año 2001 la frecuencia fue de 10% y en Estados Unidos de América, de 20%. Los divorcios se presentaron después de 10 años de iniciada la relación matrimonial.

Las causas posibles son múltiples y complejas, como un mayor número de mujeres que trabajan, aumentadas presiones económicas, lucha por el poder dentro de la familia, ignorancia básica de las diferencias psicológicas entre hombres y mujeres, roles difusos dentro de la familia, mayor tendencia a creer que un pensamiento y actitud “unisex’’ es sinónimo de madurez y civilización.

La idea de que ciertas actividades son inferiores dentro de la familia, pensamientos sexistas inadecuados que consideran a las mujeres inferiores, actitud agresiva y autoritaria frecuente en los hombres que proviene de la tradición o de una sensación profunda de inseguridad masculina que no permite que la racionalidad común a hombres y mujeres sea lo que constituya la autoridad.

Esto último ha dado lugar a la lucha entre sexos dentro y fuera de la familia, provocando que el grupo esté contaminado de emociones inadecuadas, con agresividad psicológica y la poca cercanía íntima, (física y emocional), provocando ansiedad, ira, tristeza, soledad y con las necesidades psicológicas insatisfechas, aumentando lo anterior la frecuencia del divorcio que puede ser formal o emocional (muchas parejas viven en la misma casa, pero divorciados emocionalmente).

Pienso que el padre y la madre en unión amorosa, respetuosa y racional forma la estructura básica de la familia donde la especie humana puede aumentar las posibilidades de salud mental en los hijos y el desarrollo personal de los cónyuges.

Los temperamentos diferentes de la pareja se complementan en su mutua satisfacción y participan en la crianza de los niños y niñas; en general a la madre le es más fácil con las niñas y a los padres con los varones. Ambos temperamentos se enriquecen y complementan dentro de un respeto a su diferencia.

En México, de acuerdo a las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI) existen 22.6 millones de familias y en éstas 4.7 millones tienen sólo a la mujer al frente; en la tercera parte de ellas por divorcio, las demás son viudas o madres solteras. También existen estudios respecto a las consecuencias de tener sólo a la madre, encontrando que los varones tienen más riesgo de llegar al alcoholismo, drogadicción, conductas destructivas y delictivas; poca confianza a las mujeres por haber sufrido los intentos de la madre a que tuvieran un comportamiento cercana a la de una personalidad femenina.

Además, llegan a ver la mujer como una persona dominante y molesta, las niñas crecen sintiendo poca confianza en los hombres y de adultas esto dificulta el rol de esposas, no logran tener la intimidad emocional indispensable para el éxito de una relación de pareja.

Las mujeres crecen con una sensación de miedo por la carencia de la protección paterna necesaria para tener una sensación de seguridad mínima y alcanzar un mayor nivel de salud mental; sin embargo, de acuerdo a estadísticas parece que las mujeres son menos dañadas por la carencia del padre que los varones, esto provoca que las mujeres sean la base de la familia y que la sociedad viva en un aparente patriarcado, pero con una influencia femenina mayor como parece ser en nuestro país.

El divorcio, sin embargo, en muchas ocasiones es un mal menor si lo comparamos al ambiente familiar de agresividad, desconfianza, insatisfacción e ira, producto de una incompatibilidad de personalidades o inteligencias, mal entendimiento de los temperamentos del hombre y la mujer, o la presencia de neurosis en uno o en ambos cónyuges, donde se produce un ambiente destructivo que involucra a los hijos que generalmente se polarizan tomando partido en esta guerra familiar.

De cualquier forma es una desgracia para la pareja y una situación siempre desventajosa para los hijos que tienen mayores riesgos de sufrir de neurosis y repetir el ciclo del que provienen. Esto último no es seguro gracias a las capacidades humanas de corregir una personalidad inicialmente desviada lo que rompe esta cadena y forma la real posibilidad de que las familias y las personas puedan romper este círculo maligno.

El divorcio se puede considerar como el fracaso de personas adultas de vivir y disfrutar la satisfacción de sus necesidades, de proteger y ser protegidos (amor), de acuerdo con su temperamento de hombre y mujer; esto los lleva a limitaciones para atender racionalmente los temperamentos y personalidades de hijos e hijas. El divorcio se puede considerar uno de los fracasos de la civilización que pudiera ser causa de mayores males para la humanidad.

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