Después de escuchar por más de media hora el texto informativo que leyó el ciudadano Presidente de la República interpelé a quienes conmigo lo escuchaban: “Oigan, ¿a qué país alude Vicente Fox?” Aunque me esforzaba, no podía encajar las cifras y los datos de don Vicente en las actuales circunstancias de México. “De hecho agregué tengo la sensación de haber escuchado antes, en la misma voz, algunos de los párrafos pronunciados el pasado domingo. “A eso, en psicología, se le llama deja vu”, afirmó uno de ellos...
Han transcurrido casi dos años desde la ascensión del actual Presidente de México y no cambia el uso de los tiempos verbales, futuro y antefuturo, para anunciar que resolverá los problemas fundamentales del país, según ofreció en su campaña presidencial y ratificó el primero de diciembre del año 2000. Por desgracia, el dios Cronos ha discurrido implacable desde entonces y los problemas del país que Vicente Fox prometió resolver siguen en el mismo estado, o peor, de como estaban en aquellos días. Hoy debe saber el señor Presidente que competir como candidato en una justa electoral democrática puede ser empeño fácil: cuestión de conseguir un partido, registrarse y cumplir, más o menos, con los requerimientos de la Constitución y de la ley electoral; ganar la elección resultará un poco más difícil, aunque no imposible, siempre que haya algunos millonarios que aporten recursos económicos para solventar los gastos de la campaña; pero asumir el poder y desempeñar con pertinencia el cargo se torna anfractuoso, una verdadera pesadilla, si se trata, como es el caso, del puesto público de mayor responsabilidad en el país: Presidente de la República...
En verdad no son enchiladas; pero en México se piensa generalmente que la política es una actividad que no demanda preparación previa, y mucho menos vocación. Lo prueban muchas de las 624 personas 500 diputados, 124 senadores que hoy detentan la representación legislativa: desde damas mal encaradas, o bien formadas físicamente; agresivos y aguerridos enchaquetados, sombrerudos, hasta jovencitos verdes, bisoños y boquiflojos, todos los cuáles desconocen las responsabilidades de representar a los ciudadanos en el Congreso de la Unión y se convierten en dóciles corderos a disposición de los líderes de los partidos políticos...
No sucede lo mismo en el Poder Judicial, pues los Ministros de la Suprema Corte son, por disposición de la Ley, jurisperitos con grado, protagonistas de una carrera judicial impecable y poseedores de créditos profesionales y éticos, bastantes para merecer la distinción de integrar el máximo cuerpo colegiado de la justicia mexicana que hoy nos enorgullece. Quien representa al Poder Ejecutivo es, en cambio, un solo individuo y de sus decisiones depende desde la selección de su gabinete de trabajo como la buena marcha de la administración pública federal. Por ello, además de capacidad personal, quien gobierne a este país debería probar que tiene vocación y voluntad de trascender, sensibilidad para la consulta y la concertación, así como autoridad moral para tomar decisiones importantes basadas en la experiencia política. No se puede gobernar a un país desde la ocurrencia, la improvisación y la confianza en la buena suerte.
Sí, en cambio, desde la sensatez, la prudencia, la consulta y la reflexión, en trabajo de equipo. Dos informes presidenciales sin sustancia y sin logros objetivos no deben ser, sin embargo, motivo para el desaliento colectivo. Los ciudadanos que votaron por el presidente Fox mantienen una responsabilidad subsidiaria en su comportamiento como funcionario público y deberían ejercerla, en principio, dándole a conocer el sentimiento de desilusión que seguramente los embarga. Él es un hombre inteligente que puede percibir el hecho de que no sólo sus opositores políticos muestran preocupación por la parálisis de la administración pública, sobre todo en los ramos que atañen al bienestar social de los mexicanos. Quizás, ante ello, se decida a tomar medidas correctivas y atingentes para componer, lo que, a la vista de los pesimistas, no tiene compostura...
El mundo, en general, anda de cabeza; así lo han puesto los políticos neoliberales que intentan hacer prevalecer los intereses económicos de la empresa sobre los valores éticos de la política. No es otra cosa la que se discute en todos los países de la Tierra. Los hombres y sus familias están en lucha permanente contra las corporaciones económicas y sus ganancias. Éstos buscan mayores utilidades; aquéllos quieren sobrevivir. Cuidado pues, con no estirar la cuerda hasta que reviente.