A la luz del concierto que la Camerata de Coahuila ofreció el pasado viernes 8 de noviembre, no nos queda otra alternativa más que reconocer –y desde luego agradecer– el gran talento que poseen los músicos que la conforman pues una vez más demostraron, bajo la acertada dirección del maestro Ramón Shade, su gran capacidad y talento. En esta ocasión se interpretaron dos obras exclusivamente orquestales y tres en las que participó como solista Nonna Alakhverdova, quien pertenece a la sección de violines primeros de la orquesta.
El concierto abrió con una excelente ejecución del Homenaje a Cervantes del tapatío José Pablo Moncayo (1912-1958). Moncayo estudió en el Conservatorio Nacional de Música donde llevó cursos de piano con Eduardo Hernández Moncada y composición con Carlos Chávez, y más adelante en el extranjero con Aaron Copland. La obra más famosa de Moncayo es el Huapango, pero es justo destacar que su producción incluye otras partituras que no por ser menos conocidas son de inferior calidad. Entre éstas se destacan la ópera La Mulata de Córdoba (1948); para piano: Muros Verdes (1951) y en el género orquestal: Amatzinac (1935), Sinfonía (1944), Sinfonietta (1945), Bosques (1954), el ballet Tierra de Temporal (1958), y el Homenaje a Cervantes para dos oboes y orquesta de cuerdas (1947). El Homenaje a Cervantes es una obra atípica dentro de la producción de Moncayo, pues no hace referencias directas a la música popular mexicana.
Una vez concluida la interpretación del Homenaje a Cervantes, en la cual se destacó la participación de Josef Gamilagdishvili y Enrique Trujillo, quienes son los oboistas de la Camerata, se interpretó en una transcripción para solista y orquesta el Praeludium y Allegro del compositor y violinista vienés Fritz Kreisler (1875-1962). Esta obra, al igual que muchas otras que compuso, fue destinada por su autor para ser ejecutadas por él mismo en sus recitales. Kreisler era un hombre sencillo y modesto que pensaba que era pretencioso repetir su nombre una y otra vez en los programas de sus recitales. Es por ello que se le ocurrió la idea de adjudicarlas a compositores franceses e italianos del siglo XVIII. Esto le causó algunos problemas, pues los críticos y musicólogos estaban desesperados por averiguar donde habían sido descubiertos estos pequeños tesoros. Con la finalidad de satisfacer esta curiosidad Kreisler escribió una carta al New York Times el 9 de noviembre de 1909, en la que afirmaba que había descubierto las partituras en un convento del sur de Francia. Por tres décadas logró mantener esta ficción, pero fue precisamente el Praeludium y Allegro que Kreisler había adscrito al compositor italiano Gaetano Pugnani (1731-1798) la que hizo que su secreto se descubriese. En 1935 el musicólogo norteamericano Ollin Dowes quiso analizarlo en una conferencia-recital por lo que solicitó a los editores que le mostraran el manuscrito original y ante la imposibilidad de hacerlo no tuvieron más remedio que revelar su verdadero origen.
La siguiente obra en ejecutarse fue una transcripción para solista y orquesta de la Fantasía para la cuerda de sol, op. 24 de Niccolo Paganini (1782-1840) la cual está basada en un tema de la ópera Moisés en Egipto de Gioacchino Rossini (1792-1868). Esta pieza, al igual que prácticamente toda la obra de Paganini demanda un gran virtuosismo y musicalidad del solista.
Para finalizar la primera parte del programa, se interpretó el Tzigane (Rapsodia de Concierto para Violín y Orquesta) del compositor francés Maurice Ravel (1875-1937). Esta rapsodia es una pieza de carácter brillante que fue escrita para la bellísima violinista húngara Jelly d’Aranyi (1893-1966). Su forma es muy similar al de la música de los gitanos de Hungría y aunque no deja de tener ciertos elementos irónicos es una verdadera pieza para virtuosos. Cabe señalar que, estas tres obras recibieron una buena interpretación en la parte solista de Nonna Alakhverdova, quien cosechó el entusiasta aplauso del público.
Después del intermedio se tocó la Sinfonía en Do de Georges Bizet (1838-1875). Esta sinfonía, al igual que sucede con muchas de las partituras de ese gran músico francés, fue opacada por la popularidad de su ópera Carmen. Se trata de una composición realmente hermosa que puede ser juzgada rigurosamente, y aún así continuar siendo considerada como una verdadera obra maestra. Esto es sorprendente pues Bizet tardó únicamente un mes en escribirla y acababa de cumplir 17 años. A pesar de su gran calidad su partitura permaneció ignorada por muchas décadas y no fue sino hasta 60 años después de la muerte de su autor que fue interpretada por primera ocasión. La ejecución que recibió por parte de la Camerata de Coahuila bajo la excelente dirección del maestro Ramón Shade fue realmente espléndida.
El jueves 14 de nuevo se presentará la Camerata de Coahuila en un concierto de gala que promete ser el más significativo que, bajo un punto de vista musical, se ha presentado este año, pues participará como solista el espectacular violinista Stefan Milenkovich.