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El antídoto del optimismo

Todos tratamos de conocernos y de aceptarnos a nosotros mismos. Otro hecho es que con frecuencia no lo logremos. Todos los consejos que oímos de la filosofía y de la psicología nos dicen que entre más conozcamos la verdad acerca de nosotros mismos, más nos encaminamos hacia la salud mental y espiritual. De hecho, la meta de la mayoría de las psicoterapias es ayudarnos a percibirnos más claramente. Algunos eminentes profesionales de la conducta, como Abraham Maslow -creador de la psicología humanista-, han considerado que los individuos que conocen sus vulnerabilidades, fragilidades y debilidades son los más sanos mentalmente hablando.

Sócrates ya decía que la vida que no se examina, no vale la pena. Pero el autoexamen implacable y despiadado pudiera ser poco benéfico para la salud, en contraposición a lo que piensan muchas autoridades. Cierto es que para la felicidad y la salud es necesario recordar dos cosas que conciernen a la naturaleza humana. Primero, los seres humanos nunca perciben directamente el mundo exterior; como todos los animales, seleccionamos una parte pequeñísima para habitar. Y segundo, todos los juicios son comparativos. Sentimos, juzgamos y recordamos solamente la diferencia entre un momento y el siguiente. Todos reaccionamos a un modelo filtrado del mundo y a una historia personal que nos decimos a nosotros mismos acerca del mundo y de nuestro lugar en él. Y para no pocos, las ficciones creadas son más felices.

La mayoría de nosotros nos vemos más felices y más competentes que los demás. En general, tendemos a vernos mejores que el promedio en casi todos sentidos. Y es en este respecto que es necesario hacer notar que la sobrevaluación de uno mismo es normal y saludable. La mayoría de la gente bien ajustada a su realidad tiende a hacerlo. Pero hay otras personas que tratan de ser demasiado realistas acerca de sí mismas y en el proceso se juzgan duramente. Para esta selecta comunidad, las afirmaciones negativas acerca de sí mismos corresponden bien al juicio de los demás. De muchas maneras no se gustan a sí mismas, por lo cual no es de extrañar que se depriman con frecuencia. Es aquí en donde debemos introducir una definición adecuada de la depresión: una disminución importante de la autoestimación.

La gente más saludable y ajustada tiende a asumir que su capacidad para influir en los eventos es mayor de lo que en realidad es. Siempre ponen énfasis en lo positivo. Y por ello, se mantienen al margen de la depresión. El optimismo es un antídoto que todos debemos cultivar. Nadie ha dicho que tengamos que percibirnos a nosotros mismos con una precisión mecánica. Algunas ilusiones acerca de nuestra persona nos pueden ayudar a hacer los ajustes requeridos de una manera más efectiva.

Algunos eventos no pueden ser evitados o cambiados confrontándolos directamente y la mente se puede inundar con ansiedad si intentamos hacerlo. En ocasiones, el mecanismo de la negación de la realidad puede traer muchos beneficios si conocemos nuestras operaciones mentales. El problema con la negación es que se le ha dado un mal nombre inmerecido. A veces es mejor negar ciertos eventos o circunstancias mientras estamos en mejor forma de adaptarnos a la realidad. La negación puede ser saludable después de una crisis aguda o una enfermedad catastrófica. La víctima así puede comprar tiempo virtualmente negando las implicaciones del trauma. Una retirada temporal de la realidad ayuda a las personas a pasar por el período temprano devastador de la pérdida y la amenaza, cuando en realidad poco se puede hacer. Luego, pueden manejar los hechos más gradualmente y movilizar otros medios de adaptación. La ilusión puede permitir algún espacio para la esperanza.

La gente puede aprender a tener más esperanzas cuando se siente desesperado. Muchas veces estamos conscientes que no podemos controlar el flujo de eventos, pero mantener la esperanza puede ayudar a mantener el equilibrio hasta que la situación mejore o vengan mejores tiempos. No se sabe mucho científicamente acerca de los efectos de la esperanza, pero hay indicios que puede ser una fuerza poderosa en la recuperación, tanto psicológica como física. La nueva investigación está comenzando a elucidar la fisiología de la esperanza y las expectativas positivas. En un estudio hecho en un hospital exclusivo para pacientes de cirugía de corazón abierto, aquellos pacientes que se sentían más optimistas en cuanto a los resultados, tuvieron recuperaciones más rápidas y efectivas.

Las creencias optimistas que tenemos acerca de nuestra propia salud, pueden llegar a ser más importantes que la realidad de la situación. Por ejemplo, si estamos en una situación muy estresante y tenemos la ilusión que podemos controlarla, aunque no podamos de hecho, la reacción del estrés puede ser significativamente reducida. El sentido de control incluso afecta nuestro sistema inmunológico. Los tiempos más difíciles son aquéllos en los que pensamos que no estamos en control. Pero incluso en las situaciones más difíciles, la gente se puede ayudar a percibir que controla.

Podemos hablar, pues, de una biología de la autoconfianza. Una actitud confiada en general puede contribuir más a la promoción de la salud que las conductas específicas. El pesimismo sin lugar a dudas pone a la gente en riesgo más alto de morir tempranamente. En cambio, los optimistas tienden a vivir más y mejor. El optimista cree que el mundo es coherente y que las acciones individuales pueden hacer una diferencia significativa. En general, los optimistas están apasionadamente involucrados en el mundo y creen en sus propias capacidades. El pesimismo, por el contrario, socava los placeres sanos y la buena salud.

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