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El gran fracaso/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“El fracaso, cuando es un fracaso total, llano y sin barniz, siempre tiene alguna dignidad.”

Max Beerbohm

Este 1ro de diciembre se cumplirán dos años del inicio del gobierno de Vicente Fox. Nunca antes habíamos pasado en nuestro país la prueba de fuego de la democracia: esto es, la entrega pacífica del poder a un gobierno de oposición. Pero si bien ese momento tuvo una enorme importancia histórica, a dos años de distancia el país parece sumirse gradualmente en el caos.

En el año 2000 Fox heredó de su predecesor Ernesto Zedillo un crecimiento del 7 por ciento: el mismo que, como candidato, el panista dijo podría alcanzarse en los últimos años de su régimen. Ya en el nuevo gobierno, sin embargo, la economía mexicana registró una contracción de 0.25 por ciento en el 2001 y mostrará a lo mucho una expansión del 1.3 por ciento en el 2002.

Lógicamente hay un gran desencanto con la situación económica del país. Es verdad que el Presidente sigue teniendo una aprobación del 70 por ciento en las encuestas de opinión, por lo que la gente evidentemente no le está echando la culpa. Pero no hay duda de que si no se registra una recuperación económica tarde o temprano las cifras de popularidad del Presidente empezarán a caer y podrían afectar la votación del PAN en las elecciones del 6 de julio del 2003.

La recesión en los Estados Unidos, que se ha ampliado a muchos otros países del mundo, es presentada comúnmente como la causa del estancamiento económico mexicano. Pero la verdad es que nuestros principales competidores internacionales siguen creciendo de manera vigorosa. China lo está haciendo a un ritmo del 8 por ciento anual y Corea del sur al 5 por ciento.

La razón fundamental del estancamiento de México es la falta de inversión. Pero ésta se debe, más que a la recesión en Estados Unidos, a la falta de reformas estructurales y a la pérdida de competitividad que está sufriendo nuestro país.

Si México hubiese abierto ya la electricidad a la inversión privada, y si hubiéramos eliminado los múltiples obstáculos burocráticos y altas tasas impositivas que están empujando a las empresas maquiladoras a abandonar nuestro país para irse a China, estaríamos teniendo en este momento un crecimiento varias veces superior al actual.

No me queda duda de que la gran barrera para lograr un mayor crecimiento y prosperidad se ha dado en el Congreso. La mayor parte de las transformaciones que el país requiere deben ser promulgadas por los legisladores. Pero no sólo está paralizado el Congreso en las grandes reformas, sino que actúa cada vez más con un populismo que raya en la irresponsabilidad. Su reciente decisión de obligar al gobierno a gastar 8 por ciento del producto interno bruto en educación, sin señalar de dónde saldrán los recursos para ello ni cómo se logrará que ese gasto se traduzca en mayor calidad educativa y no en un simple dispendio de recursos, es un ejemplo clarísimo de cómo los legisladores parecen empeñados en provocar una nueva crisis económica a fines del actual sexenio.

El presidente Fox y varios miembros de su gabinete, sin embargo, han pecado también de incapacidad política para impulsar la transformación del país. El Presidente, por ejemplo, debería estar dedicando en este momento todos sus esfuerzos a obtener las alianzas políticas que le permitan impulsar su agenda de reforma; pero en lugar de eso parece concentrado en conseguir una presencia internacional que pocos beneficios concretos le deja al país.

La prueba de fuego de la democracia que vivimos el 1ro de diciembre del 2000, con la entrega pacífica del poder a un Presidente surgido de las filas de la oposición, es un hecho de enorme importancia en la historia de México. Pero de poco servirá si al final el gobierno no puede darle a los mexicanos un mejor nivel de vida.

Estos dos primeros años de gobierno de Vicente Fox deben registrarse como un gran fracaso en lo esencial: en la construcción de un México más próspero, un México en el que los ciudadanos no tengan ya que arriesgar la vida para salir del país con el fin de ganarse la vida con cierta dignidad. No toda la culpa es del Presidente, claro está. Buena parte recae en un Congreso enamorado de las políticas populistas del pasado. Pero no hay duda de que si México no tiene una reforma de fondo, en campos como el fiscal y la electricidad, la economía nos cobrará una nueva y pesada factura en unos cuantos años.

España y Chile

Las transiciones democráticas de España y Chile fueron admirables porque los políticos se pusieron de acuerdo en impulsar estrategias de apertura económica que permitieron el crecimiento y el combate a la pobreza. En nuestro país los políticos están más interesados en pelearse entre sí que en promover la prosperidad de los mexicanos.

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