El formato.- Cuatro presidentes, cinco legislaturas, catorce años han pasado y los señores legisladores no le encuentran la cuadratura al círculo. Del ritual presidencialista no hemos podido transitar al respeto republicano. Se decía que humillar a los presidentes priístas tenía un efecto de apertura, era democrático.
Carteles, gritos, chiflidos, aplausos, de todo, salvo argumentos, menos aún ideas. Ahora son los priístas, con los perredistas, que han sido constantes en eso, los que increpan y los panistas los que aplauden a rabiar. ¿Qué gana el país con el triste espectáculo? “Fijar posiciones,” sea esto lo que sea, antes de que llegue el Ejecutivo y responder un informe que se desconoce habla de cierta locura institucionalizada. Son afrentas al sentido común. Si la oposición quiere reflectores que se les den, pero no a costa del respeto que se merece el Ejecutivo. ¿Hasta cuándo vamos a seguir con este triste espectáculo? Desacuerdos.- Los partidos quedaron desnudos frente a la opinión pública. Ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo en la presidencia. ¿Qué esperar de los grandes acuerdos que la modernización del país requiere? ¿Por qué no permitir que el PRD respondiera? ¿Tan frágil es todavía nuestra democracia? El tono.- El Presidente Fox disminuyó notablemente el ánimo rijoso. Incluso en lo gestual estuvo más contenido. Habló más como un presidente profesional dejando atrás al provocador en campaña. Salvo la mención a la contienda del 2003 como “las elecciones de la responsabilidad”, el tono fue mucho más conciliador.
Bien por ello, ojalá lo sostenga. Facilitaría mucho los acuerdos. Incluso tuvo el buen tino de agradecer a los legisladores por la aprobación de la Ley de Acceso a la Información Pública y las reformas al IMSS. ¿Qué tanto puede incidir el tono presidencial en el ambiente político? Mucho.
Buena parte de los desencuentros con los opositores han sido provocados por gracejadas y fraseos irresponsables. Ni modo, los presidentes tienen que ser cuidadosos, serios, predecibles y aburridos.
Los resultados.- En lo general son aceptables: presupuesto para la superación de pobreza ascendió 23.3%; 21 millones de beneficiados; creación del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación y Compromiso Social por la Calidad Educativa; casi dos mil escuelas más en el programa de calidad y estímulos que ya alcanzan a más de 5 millones de educandos; disminución severa, casi 59%, en los asaltos a transportes de pasajeros y detención de más de 14,000 delincuentes vinculados a delitos contra la salud; casi 200,000 créditos de vivienda; 13,000 auditorias, 10,500 servidores públicos sancionados y la recuperación de alrededor de 750 millones de dólares; avance del Seguro Popular de Salud para evitar gastos catastróficos en segmentos altamente desprotegidos.
Continuidad, vergonzosa pero continuidad al fin.- Resultados hay, como siempre menores a los requerimientos, pero allí están y se les debe reconocer. Si se les compara con las fantasías de campaña languidecen. Si la comparación se establece con las administraciones previas tildadas por el régimen de mediocres, la discusión se vuelve terrenal. Qué gestión avanzó más en vivienda o salud o educación o lo que sea. De eso se trata. En el fondo Vicente Fox sabe que las “mediocridades” de antaño no lo eran y que esa vara caerá sobre su gestión. No hay milagros, hay políticas públicas consistentes y exitosas que deben continuarse y otras que deben ser desechadas. Lentamente el discurso presidencial va reconociendo las inercias institucionales que negó el primer año. Igual en el IMSS que en PROCAMPO o en OPORTUNIDADES, antes PROGRESA. Pareciera que el vanidoso ánimo fundacional, por fortuna, empieza a quedar atrás.
Las pequeñas grandes cifras.- La inflación anualizada en 5.51%; las tasas de interés en menos de 7.5%, las reservas en alrededor de 43,000 millones de dólares; la deuda pública en menos del 27% del PIB. Para llegar a esas pequeñas grandes cifras se llevó muchos años de disciplina y sacrificio social. Esas cifras obligan al reconocimiento del papel del Banco de México y del orden económico impuesto lentamente en por lo menos una década. Continuar es la exigencia. Cuidado, más pulcritud.- Sin embargo el presidente y se equipo tendrán que ser más pulcros en el manejo de las cifras hablar de creación de empleos sin mencionar los perdidos es engañoso. Tomar inversión extranjera directa en paquete desde el inicio de la gestión también. Y quizá lo más riesgoso, mencionar cientos de miles de obras públicas como impulsadas por la Federación es demagógico. Ausencias.- Varias y notables, la ciencia y tecnología (Ver La ciencia desdeñada, Drucker Colín, Proceso 1348); asuntos poblacionales, cero; infraestructura global, productividad global tampoco; comercio global y maquiladoras; ahorro interno, nada; descentralización o federalización, nada; distribución del ingreso, cero. SIDA. No son asuntos menores. Todos son de largo plazo. Ojalá y sea mera coincidencia.
Garlitos.- “Es la hora de los acuerdos” ¿Cuándo no lo fue?; “del liberalismo a ultranza al humanismo económico” ¿Liberalismo a ultranza con los monopolios que seguimos teniendo, con la estructura agraria socializada que todavía predomina? Lecciones.- Una tesis que debe ser leída con detenimiento es la expresión presidencial en el sentido de que el gobierno no dará lecciones de fuerza, sí en cambio de legalidad. Suena bien pero es engañosa. El estado debe sustentarse básicamente en los acuerdos sociales, en la legalidad. La fuerza debe ser la última instancia. Pero cuando esos acuerdos se rompen el estado está obligado a hacer uso de la fuerza. Las lecciones de legalidad conducen a ello. Son acciones concatenadas. No todo uso de la fuerza es represión. ¿Cómo hubiera sido el segundo informe sin el 11 de septiembre de por medio? La economía estaría creciendo y Fox tendría una situación más holgada. Le tocaron malos tiempos. Comparado con muchos otros países México la libró muy bien. Ello, en buena medida y sin restarle méritos, fue así por lo que Fox heredó y que lentamente empieza a reconocer. En sus propias palabras: “Hay un pasado que nos integra” Por fin. ¡Que trabajo para llegar a esa expresión! Lo que nos hubiéramos ahorrado si hubiera aparecido antes. Hace 20 años López Portillo nacionalizó la banca. Fue el inicio del colapso. En el 2002 las reinvenciones nacionales y los actos despóticos son ya imposibles. Así ha cambiado el país. El peso de las instituciones se va imponiendo. La sensatez también. Ha sido un largo camino. Esa es la mejor noticia del Informe.