La educación es un proceso social. Ocurre constantemente, en todos los escenarios en que nos desenvolvemos, particularmente en la familia, las escuelas, las empresas, los medios de comunicación y las iglesias. Por educación debemos comprender el significado que le daban los griegos: autorrealización. Necesitamos educar a los individuos de tal forma que puedan expresar libremente sus talentos intelectuales, estéticos y físicos. Y parte de la educación moral consiste en desarrollar la capacidad de autocontrol. Involucra la madurez que desemboca en la sensibilidad hacia otros seres humanos, sobre todo los que están en desventaja. En otras palabras, la educación moral es el entrenamiento en la responsabilidad personal. Consiste en aprender cómo enfrentarse y resolver los problemas que van surgiendo a medida que pasan los días y a cooperar en buen espíritu con otros. Por medio de la educación moral, podemos crear valores que funcionen efectivamente, como los que conciernen a la tolerancia por la diversidad, el respeto genuino y no aparente a otros y la disposición a negociar y equilibrar las diferencias. La educación moral también implica un cierto sentido de las virtudes cívicas. La educación moral auténtica se opone a los castigos sociales o a inducir a las personas a la conformidad. De hecho, más bien busca que las personas descubran sus propias capacidades para el crecimiento espiritual.