Por Juan Lara
Roma.-El Papa abogó hoy en el Parlamento italiano por una "señal de clemencia" en favor de los presos, puso en guardia a la nueva Europa para que no prevalezcan los aspectos económicos y políticos y afirmó que ante el terrorismo mundial surgido tras el 11 de septiembre las religiones están llamadas a potenciar la paz.
Juan Pablo II hizo estas manifestaciones en el discurso que pronunció durante su visita al Parlamento italiano, la primera de un Pontífice a la asamblea italiana, con la que, según políticos e historiadores, se superó definitivamente la vieja fractura entre Italia y la Iglesia abierta con la "brecha de Porta Pia" (1870), que puso fin al Estado Pontificio.
El discurso del Papa era muy esperado y ya desde hace días no se descartaba que pidiera un indulto, como hizo durante el Año Santo 2000 cuando visitando la cárcel romana de Regina Coeli exhortó a los gobiernos de todo el mundo a una reducción de las penas, "aunque fuera modesta", pero que sería interpretada por los presos como la señal de que no están olvidados.
Hoy, con voz firme y fuerte, Juan Pablo II se refirió a la solidaridad de la sociedad y dijo que "sin comprometer" la seguridad de los ciudadanos, merece atención la situación en las cárceles, "en las que los detenidos viven muchas veces en penosas condiciones de aglomeración".
"Una señal de clemencia hacia los presos, mediante una reducción de la pena, constituiría una clara manifestación de sensibilidad que estimularía el compromiso personal hacia su recuperación y su positiva reintegración en la sociedad", afirmó el Obispo de Roma entre los aplausos de los presentes.
En Italia hay actualmente 56.733 presos. Las 251 cárceles existentes tienen capacidad para un total de 41.000 detenidos.
En un discurso de 46 minutos, en los que trató temas específicos de Italia, pero sin olvidar a la nueva Europa y al mundo, Juan Pablo II dijo que con la inminente entrada de los países del este y centro europeo en la UE se supera "una división innatural".
El anciano Pontífice hizo votos para que la nueva Europa no olvide sus raíces cristianas y su herencia cultural y civil, que la hicieron grande en los siglos pasados.
"Por tanto hay que estar en guardia para que el Continente no considere sólo los aspectos económicos y políticos o que se abandone a modelos de vida inspirados en un consumismo indiferente a los valores del espíritu", advirtió Juan Pablo II.
Karol Wojtyla aseguró que si se quiere dar estabilidad a la nueva unidad europea es necesario tener en cuenta "aquellos pilares éticos que fueron la base, haciendo espacio al mismo tiempo a la riqueza y a la diversidad cultural y de tradiciones que caracterizan a cada nación".
El Papa concluyó su referencia al viejo continente afirmando: "Europa, en el comienzo del nuevo milenio, abre una vez más tus puertas a Cristo".
También dijo que el nuevo siglo necesita concordia, solidaridad y paz entre las naciones y que todo ello es urgente teniendo en cuenta que aún existen "espeluznantes desigualdades".
Pero por desgracia, añadió, las esperanzas de paz se han visto recortadas por el recrudecimiento de "conflictos crónicos, comenzando con el que ensangrenta a Tierra Santa".
A estos hay que añadir el terrorismo internacional, "con la nueva y terrible dimensión que ha asumido y que intenta implicar de manera equivocada a las grandes religiones", que, según dijo, lo que tienen que hacer es potenciar la paz.
Juan Pablo II también abogó por el respeto de los derechos humanos y por la democracia, precisando que una democracia sin valores se convierte fácilmente en un totalitarismo "abierto o solapado".
Sobre Italia, además de la clemencia a los presos, Juan Pablo II exhortó a la solidaridad y cohesión interna y advirtió sobre la "crisis de nacimientos", afirmando que "la cruda evidencia" obliga a tomar medidas contra el descenso demográfico.
El Papa también pidió medidas en favor de la familia y del respeto a la vida y libertad de educación.
La visita de Juan Pablo II al Parlamento era muy esperada, ya que aunque los Pactos Lateraneneses de 1929 sanaron la fractura que supuso en 1870 la "brecha de Porta Pía (la toma de Roma por las tropas piamontesas y el fin del Estado Pontificio), en estos 132 años ningún Papa había pisado la sede de la soberanía del pueblo italiano.
El Palacio de Montecitorio, actual sede de la Cámara de Diputados, donde tuvo lugar la visita, fue durante siglos sede judicial del Estado Pontificio.
Esta es la tercer vez que el Papa visita un Parlamento nacional. En 1982 visitó en de la República de San Marino, en 1986 el de Australia y en 1999 el de Polonia.
A esas visitas hay que añadir las de 1979 y 1995 a la ONU y la de 1988 al Parlamento de Estrasburgo.
EFE