El II Informe del presidente Fox se dio en domingo; mis artículos no aparecen hasta el jueves, cuando usted, querido lector, ya estará hasta el gorro del tal informe. Por lo mismo, haré sólo un par de observaciones al respecto. El texto, por ejemplo, me sorprendió por su estilo parco y elegante y, en momentos, aforístico. Esto demuestra que el Presidente ya está aprendiendo a escoger a sus escribas. En cuanto al contenido, despiadadamente estadístico, reservo mis dudas hasta que los supuestos beneficios nos lleguen a todos. ¿De qué nos sirve una flamante tasa de interés de 7.3% si nadie presta? (¿Será anual). Es cierto, también, que el peso se ha mantenido firme y la inflación no llega al 2%, pero esto no se debe a un crecimiento ordenado sino al nulo crecimiento de nuestra economía. Es bien sabido que en la catalepsia los signos vitales se mantienen firmes.
Por otra parte, hay que reconocerle a Vicente Fox su sangre fría, ya que aguantó como un solo hombre las frecuentes granizadas de un público asaz hostil.
Fue con su discusión de nuestra pobreza crónica que mi mente comenzó a desatender la lista de logros enumerados por Fox para caer en mi pregunta de siempre: Si los mexicanos hemos estado en nuestra tierra desde un siglo antes de que llegaran los gringos a la suya, ¿por qué no hemos podido ni remotamente igualar su desarrollo político, económico, científico y cultural? Si en aquellos tiempos España no se hacía menos de Inglaterra. Al contrario, el Imperio Español la miraba más bien desde arriba.
Son varias las respuestas y, como todas, muy discutibles pero, por desgracia, los defectos nos vienen de origen. EU fue creado por los puritanos ingleses que venían buscando autonomía religiosa libre de la tiranía monárquica. La historia los conoce como “The Pilgrim Fathers” (“Los Padres Peregrinos”). De las 13 colonias originales de 1620, 12 eran protestantes y una, Maryland, católica. Financiadas originalmente por mercaderes londinenses, al fracasar las relaciones mercantiles, sus contratos originales se fueron convirtiendo en sus documentos fundacionales.
Ellos habían fincado sus pueblos en terrenos de indios nómadas, con quienes cultivaron buenas relaciones, compartiendo con ellos su primera cosecha en su primer Día de Gracias (en 1622 o 23). Esa convivencia pacífica con los indígenas se fue acabando a mediados del siglo siguiente con su explosiva expansión hacia occidente, donde llegaron ya no como colonos sino como conquistadores.
Así vemos que ellos, desde un principio, tuvieron un propósito mercantilista y, junto con su tolerancia religiosa, la idea de colonizar y quedarse acá. Nosotros, en cambio, somos producto de tres monarquías absolutas: la azteca, la española, y la católica. Los conquistadores impusieron gobierno y fe con la espada y la cruz, saqueando la riqueza creada por los aztecas y buscando no la riqueza de la productividad, sino la riqueza encontrada de las minas y el trabajo esclavista, para llevársela a España. De ahí heredamos una mentalidad de súbditos de la cual apenas nos estamos desembarazando. Mientras los gringos, en su peor aspecto, deificaron los negocios y el dinero, nosotros (también en nuestro peor aspecto) cultivamos las ideas del señorío y la grandeza familiar hasta en actividades totalmente ajenas a esos conceptos. Allá, la productividad material es la base del patriotismo; acá, los consideramos dos conceptos que nada tienen que ver el uno con el otro.
Nuestra desastrosa situación económica actual nos demuestra que, tanto los gobernantes como los gobernados, muy poco hemos aprendido de los golpes. Una prueba notable de eso es que en ningún momento habló Fox de la sobrepoblación como un problema por resolver, a pesar de ser la causa quizá principal de la pobreza. Se habló mucho de los niños que crecen desnutridos y sin escuela, pero ni una palabra se dijo de planeación familiar ni del control de fertilidad (que no de “natalidad”, para que nadie diga “aborto”) como una parte imprescindible de la solución.