En plena era de la globlización en este siglo XXI, el Día de Muertos sigue vigente en México, y al igual que en los tiempos prehispánicos, este primero y dos de noviembre, millones de mexicanos recuerdan a sus difuntos en un acto de amor, un canto a la vida, a la mexicanidad.
Esos días y sin importar el origen social, millones de mexicanos se vuelcan a los panteones a saludar a sus seres queridos en medio de ofrendas, lágrimas, música y comida.
A pesar de la fiesta que acompaña la celebración, se trata en realidad de una ocasión de reflexión, de arrepentimiento o de desahogo frente a la tumba de quienes ya no están. De acuerdo con el antropólogo Alfonso Arroyo, el Día de Muertos es una antigua fiesta prehispánica vinculada con el calendario agrícola prehispánico, pues se celebraba cuando iniciaba la recolección o cosecha.
"El culto a la muerte es uno de los elementos básicos de la religión de los antiguos mexicanos, quienes creían que la muerte y la vida constituyen una unidad".
"Para los pueblos prehispánicos la muerte no es el fin de la existencia, es un camino de transición hacia algo mejor", agregó el especialista en Antropología.
El Día de Muertos sobrevivió a la Conquista y actualmente persiste con variantes en todo México, principalmente en las regiones indígenas, aunque conserva mucha de la influencia prehispánica del culto a los muertos.
Si bien el primero y dos de noviembre, los hogares mexicanos se vuelven pequeños o grandes altares para recordar a quienes ya murieron, en esta capital son famosos Tláhuac, Xochimilco y Mixquic por sus monumentales y festivas celebraciones, donde la Muerte o "La Catrina" se transforma en objeto de culto.
En otras partes del país, como en el estado de Michocán, particularmente en el Lago de Pátzcuaro y la isla de Janitzio, se realizan importantes ceremonias indígenas para recordar a quienes ya dejaron esta vida terrenal.
Sigue EL RECUERDO...dos...terrenal Igual de importantes son las ceremonias que se hacen en poblados del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca y en Cuetzalan, Puebla.
Si bien la celebración incluye estar todo el día en los panteones, donde se come, se bebe y se baila en honor de los difuntos, uno de los rasgos principales del Día de Muertos es la colocación de ofrendas con los alimentos, bebidas, dulces, licores y los cigarros que le gustaban al difunto.
Antaño, el altar u ofrenda de muertos se colocaba en la sala de la casa, aunque actualmente se instalan en cualquier parte del hogar.
Por lo general, la fotografía del difunto ocupa el lugar principal del altar, y alrededor se colocan las cosas que más le gustaban en vida.
Y es que, según la tradición popular mexicana, el primero de noviembre, si son niños, y el dos de noviembre, si son adultos, los muertos vuelven a lo que fue su hogar para disfrutar de nuevo de las cosas terrenales, aunque sea por unas horas. Las ofrendas también incluyen objetos decorativos como las flores de cempasúchil, las calaveritas de azúcar y el Pan de Muerto, que forman parte de la antiquísima tradición.
De igual manera se enciende copal o incienso, para "limpiar al lugar de los malos espíritus y así el alma pueda entrar a su casa sin ningún peligro".
En toda ofrenda nunca faltan las flores como el cempasúchil para los muertos adultos, y el alhelí y la nube para los niños ("los angSuy te fn go, la flor destinada a la Muerte es la de cempasúchil, cuyo olor y color amarillo, "trazan las rutas a las ánimas." Estas ofrendas pueden ser colectivas y privadas, y aunque generalmente son colocadas en los hogares, también son instaladas en las tumbas, como sucede en muchas localidades de Michoacán, estado de México, Oaxaca y Puebla. La diferencia esencial entre las ofrendas prehispánicas y las actuales consiste, principalmente en que las primeras eran ofrecidas a los dioses, mientras que las de ahora, ya con la influencia católica, son ofrecidas a los difuntos, a los santos y a la Virgen.
Por la noche son encendidas velas y cirios, que son las luces que, según la tradición, guiarán a los muertos a sus casas, para convivir con sus seres queridos. Sigue EL RECUERDO...tres...queridos Para el especialista Arroyo, "ofrendar, en el Día de Muertos, es compartir con los difuntos el pan, la sal, las frutas, los manjares culinarios, el agua y, si son adultos, el vino".
"Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida. La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria", agregó.
Explicó que se piensa que la ofrenda del Día de Muertos es algo eminentemente indígena, aunque aclaró que en realidad se trata de "una mezcla cultural". Así, los europeos, los conquistadores de México pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras, mientras que los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal y la comida y la flor de cempasúchil (Zempoalxóchitl).
La ofrenda, tal y como la conocemos hoy, es también un reflejo del sincretismo del viejo y el nuevo mundo, indicó el antropólogorio. Por último, indicó que hoy más que nunca, en pleno Siglo XXI, el culto a la Muerte tan característico del pueblo mexicano está más fuerte que nunca, a pesar de la celebración de Halloween que goza ya de gran popularidad en México.
"Con el Halloween no pasa nada, es una simple diversión para niños. En cambio, el Día de Muertos paraliza a todo México, lo impacta enormemente y es, en realidad, un canto a la vida, al amor, a la mexicanidad."