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El resentimiento

Luis Rey

Odiar a la gente es como quemar la casa para deshacerse de una rata.

Harry Emerson

El resentimiento es un juego miserable que jugamos con nosotros mismos y con otros. El resentimiento es animosidad, hostilidad, malevolencia, odio, rencor que experimentamos hacia otras personas; pero al mismo tiempo es un estado negativo e incomodo hacia nosotros mismos. Estar resentido es “pasarla mal”.

Y es el precio que pagamos por no mirar la vida de los demás de manera honesta, compasiva, realista y dispuesta a perdonar. Es un juego que tiene amargas consecuencias.

El resentimiento es ira dirigida hacia los demás. Nos enojamos con los demás por algo que debieran haber hecho o no debieran haber hecho. Se acumula al cabo del tiempo. Nuestro castigo empeora cada vez que vuelve a suceder, nuestra incomodidad, nuestra alteración se profundiza, incluso nos “descomponemos”, nos vemos feos, creamos en torno nuestro un clima desagradable y enrarecido.

También con el resentimiento aparece el miedo. Comenzamos a tener miedo de situaciones en las cuales la gente puede fracasar con respecto a nuestras expectativas personales. Hay gente que queda paralizada por el resentimiento, por miedo de hacer algo y volver a “explotar” otra vez, y entonces se “atora” y se “bloquea”. Es decir, sufre.

Este ciclo de energía negativa -de nosotros a otros- puede tener efectos devastadores. Envenena relaciones, inhibe el crecimiento, sofoca la expansión. Duele. Pone una enorme tensión en la mente, las emociones y el cuerpo. Con el tiempo puede incluso minarnos lentamente y afectar nuestro organismo con una serie de enfermedades psicosomáticas: dolor de cabeza, gastritis, ulceras, depresiones, malestar general y desánimo.

Pero tal vez lo más trágico del resentimiento es que es completa, total y absolutamente innecesario.

El resentimiento y la culpa son el mismo proceso. La diferencia es que, con la culpa, somos nosotros los que no cumplimos con nuestra imagen de cómo nosotros deberíamos ser, y con el resentimiento es otra gente la que no cumple con nuestra imagen de cómo ellos deberían ser.

Las imágenes son nuestras. La ira es nuestra. Somos juez, jurado y verdugo. Con la culpa, la sentencia es en contra de nosotros mismos y con el resentimiento culpamos a los demás. Incluso no solo hacia los demás, a la gente, sino a las -autos, equipos de sonido, el tiempo, la naturaleza, la comida, los comerciales de televisión -.

Cuando resentimos a los demás, estamos protegiendo nuestra imagen de cómo deberían, según nosotros, ser y comportarse los otros. Pero, basados en los resultados, la imagen es falsa. Pero protegemos la imagen porque, después de todo, es más fácil proteger nuestra imagen y resentir a los que no están cumpliendo con ella, que cambiar nuestra imagen, que nos da seguridad.

Tenemos mucho invertido en nuestra imagen de cómo se deben comportar los demás. Hemos heredado el plan básico de nuestros padres y maestros. Luego pasamos años enteros refinándola. Ahora que todas las variables están ubicadas, ¿por qué tenemos que cambiarla, simplemente porque hay gente desconsiderada que no se molesta en cumplir con ella?

El problema es, por supuesto, la ira. Ya que la ira cuya fuente es el resentimiento, casi invariablemente nos hiere más a nosotros que a la gente contra quien la sentimos.

Incluso desde el punto de vista cardiovascular, la emoción más peligrosa y que más nos daña es la ira. Y también es una de las emociones más desagradables.

El resentimiento está asociado - y es sinónimo - de la queja, el escozor, rencor, aspereza, descontento, desagrado, indignación, acrimonia; odio, molestia, malevolencia, daño, deterioro; inadaptabilidad, desconfianza. Por ello deberíamos de evitar que el resentimiento afecte a muchas personas, a familias y a grupos.

Tan solo pensar que una comunidad y/o una sociedad estén resentidas o que exista un resentimiento generalizado entre las personas nos lleva a una “terrible pesadilla” y a un horizonte nefasto, ya que implicaría el desencadenamiento de una amargura social.

Lo contrario al resentimiento es la gratitud, el agrado, el reconocimiento, el contento; el amor, la benevolencia y la sociabilidad, que cuando están el corazón humano son fuente de alegría y bienestar, y que también desde el punto de vista cardiovascular son emociones benignas.

Cuando estos sentimientos, actitudes y emociones, contrarias al resentimiento, son vividas y experimentadas por la persona, propician un clima de agrado, reciprocidad, cercanía y confianza y también pueden ser – y ojalá así sean – un sentimiento social constructivo y facilitador del desarrollo humano.

luisrey@infosel.net.mx

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