“En esta etapa de transición, México necesita sindicatos fuertes, autónomos, transparentes, que rindan cuenta y, sobre todo, democráticos.” Vicente Fox
La huelga en Pemex ha quedado conjurada. La gran pregunta ahora es qué ocurrirá con Carlos Romero Deschamps y los otros dirigentes del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM).
Tanto los directivos de Pemex como los funcionarios del gobierno federal afirman que no hubo ningún acuerdo por debajo del agua con el sindicato para evitar la huelga. Sin embargo, es difícil pensar que Romero Deschamps, el secretario general del STPRM, haya cedido tan fácilmente cuando su propia libertad está en peligro ante el proceso por desvío de fondos de Pemex al sindicato y de ahí al PRI.
Un alto directivo de Pemex me comentaba hace unos días que a la empresa le conviene que Romero Deschamps permanezca como cabeza del sindicato. La razón es el control que éste mantiene sobre las 36 secciones de la organización. “Sin los actuales líderes, quizá tendríamos que estar negociando con 36 sindicatos distintos”, me dice.
El problema está en que los estatutos del sindicato obligan a la destitución de un dirigente en el momento en que se gire una orden de aprehensión en su contra. Pero ante esto el directivo me comenta: “Los estatutos se pueden cambiar.”
Esta opinión podría reflejar el acuerdo oculto que permitió conjurar la huelga. Con las actuales condiciones del caso penal, la PGR no tiene más opción que mantener la acusación en contra de Romero Deschamps y sus colegas. Pero si el sindicato “restituye el daño”, la gravedad del crimen se reduciría y los acusados podrían enfrentar el proceso en libertad bajo fianza. El problema sería que, independientemente de la gravedad del delito, los estatutos obligan a la destitución de un dirigente sindical en caso de que se gire una orden de aprehensión en su contra. Pero si “los estatutos se pueden cambiar”, la dificultad se resuelve.
Dejar que Romero Deschamps permanezca en la secretaría general del STPRM puede ser la solución pragmática en este caso, pero no necesariamente la más ética. El actual dirigente seguramente ofrece garantías para facilitar el manejo de Pemex. Pero si lo que se quiere es un sindicato realmente democrático y que rinda cuentas, como lo ha planteado el propio presidente Fox, difícilmente sería la persona adecuada.
El sindicato petrolero ha sido manejado hasta la fecha como propiedad personal de sus dirigentes. No existe ningún sistema real de rendición de cuentas sobre las enormes cantidades de dinero que se descuentan a los trabajadores o que Pemex aporta a las arcas sindicales. Los procedimientos con que Romero Deschamps se ha mantenido en el poder han sido cuestionados. La convención extraordinaria de febrero de 1999 en que se le reeligió como secretario general por seis años ha sido abiertamente cuestionada. El voto de reelección se introdujo de último momento, con lo cual se violaron los estatutos que establecen que la elección de los dirigentes debe programarse con tiempo y ser precedida por la elección de delegados de las distintas secciones.
Muchos de los trabajadores que se han opuesto a estas prácticas han sido despedidos, jubilados anticipadamente o castigados. Recientemente 40 miembros de la Coalición Nacional de Trabajadores Petroleros recibieron este trato, presuntamente por exigir el voto secreto y la rendición de cuentas en el sindicato. Dos de esos trabajadores, Armando Ruiz Villalón y Genaro A. Navarro Castro de la refinería de Salamanca, Guanajuato, fallecieron en un accidente automovilístico que sus compañeros afirman pudo haber sido un atentado.
Por lo pronto Romero Deschamps promovió una consulta entre los trabajadores para saber si debe permanecer o no como dirigente del STPRM. La opinión de los trabajadores se recogió sin proteger su anonimato, por lo que una mayoría aplastante respaldó al líder.
Los estatutos del sindicato no consideran siquiera la posibilidad de una consulta sobre este tema. El artículo 303 es muy claro: será destituido de su cargo quien sea “procesado legalmente por faltas o delitos de carácter civil o penal” y a quien “como consecuencia de ello se le hubiere condenado a reparar el daño o se librara orden de aprehensión en su contra”. Ahora que si los estatutos sirvieran para algo...
Lula
Para el momento en que usted lea esta nota, Luiz Inácio Lula da Silva seguramente habrá resultado ganador en las elecciones brasileñas. La única duda es si habrá obtenido la mayoría que le permita omitir una segunda vuelta. Lula llega a esta elección proveniente de la izquierda y después de tres intentos fallidos. Pero para lograr su ventaja tuvo que moverse al centro del espectro político.