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El telón de fondo

Gilberto Serna

Lo que en estos últimos días ha producido Pemex, además de petróleo, ha sido una tremenda conmoción en el interior del Partido Revolucionario Institucional donde prominentes personajes se han estado dando hasta con la cubeta, poniendo al descubierto sus diferencias de criterio y dejando ver que cada quién camina para donde mejor le parece. En efecto, no escondiendo su cercanía con el jefe de la nación, los actuales dirigentes del Comité Ejecutivo Nacional del tricolor, Roberto Madrazo Pintado y Elba Esther Gordillo, han declarado a los cuatro vientos que el PRI se deslinda del caso en que están involucrados Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana Prieto, líderes del sindicato petrolero. De donde cabría deducir que el PRI se hace a un lado abandonándolos a su suerte.

Pero luego viene el senador Manuel Bartlett Díaz, ex secretario de Gobernación, diciendo que el PRI, “somos todos”, no sólo el CEN, lo cual no es otra cosa que una sonora trompetilla bucal dirigida al tabasqueño y a la profesora. En ayuda de Fox, quien acusó al sindicato de querer chantajearlo, acudió el gobierno de George W. Bush. Los Estados Unidos dejaron en claro que el petróleo mexicano es un asunto clave para su seguridad nacional. Eso sin duda puso las cosas en su lugar -con los “gringos” no se juega- logrando que los líderes del sindicato, que podrán tener las uñas largas pero no son tontos, pararán las orejas dándose cuenta que lo mejor era negociar el asunto laboral. Agréguele usted que la disidencia sindical puso al descubierto un divisionismo interno y se dará cuenta como los otrora arrogantes líderes se enteraron de que en el asunto de la huelga se habían quedado a expensas de lo que decidiera el gobierno.

En efecto, es un sindicato, el de Pemex, que de tiempo atrás ha ido perdiendo cohesión, creándose ínsulas de poder alejadas de la directiva nacional, por lo que era fácil que, sin requerirse una gran estrategia, se les usara por el gobierno para reventar las peticiones que se contenían en el pliego de emplazamiento a huelga y, con más razón, la posibilidad de que los líderes pararan esa industria nacional. Ahora bien, en honor a la verdad, lo que menos importa al gobierno son las raterías en que puedan haber incurrido los petroleros, lo verdaderamente trascendente es haber logrado que los priístas empiecen a cavar su propia tumba. El siguiente paso será, si los hados de la política lo permiten, el ir con todo contra Francisco Labastida y el equipo que lo acompañó en su fallida pretensión de llegar a Los Pinos.

A Madrazo, lo anterior, no le espanta el sueño pues no ha podido olvidar el sopapo que, con la venia de Ernesto Zedillo Ponce de León, le propinó Labastida. En su resentimiento, el actual líder priísta, no quiere darse cuenta que en el banquillo de los acusados también estará sentando su partido. El PRI, gracias a Madrazo y Elba Esther, tendrá que pasar el trago amargo de verse exhibido como una guarida de ladrones, previo el desafuero de los líderes petroleros, en un escandaloso proceso que tendrá como telón de fondo las elecciones del 2003 para renovar a los quinientos diputados que integran la cámara de Diputados. Lo que probablemente cristalizará los anhelos más grandes de Vicente Fox, quien, no obstante presumir de ser un enardecido demócrata, quiere: tener un congreso dócil que, sin reparos ni retobos, apruebe sus iniciativas de ley y desaparecer de la faz de la Tierra al partido político que más aborrece.

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