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El voto en la ONU: un lujo costoso pero admirable

Jorge Zepeda Patterson

Enfrentarse a Estados Unidos en materia diplomática puede costar muy caro. Y eso, enfrentarse, es justamente lo que México está haciendo en el Consejo de Seguridad de la ONU al rechazar el borrador de resolución que Washington ha presentado para obtener el apoyo internacional en su guerra contra Iraq. Estados Unidos aceptó a regañadientes que los inspectores de la ONU vayan a Iraq antes de declarar la guerra, pero a cambio quiere una autorización para el uso de la fuerza ante el menor contratiempo que padezca la comisión investigadora. Francia y Rusia se han opuesto porque consideran que todo habría sido una mascarada si el texto de la resolución permite una interpretación que conduzca inevitablemente a la guerra. México ha apoyado el borrador francés y en esa medida desafiado a su otrora amigo incondicional. El riesgo es alto pero, hay que decirlo, a la mayoría de los mexicanos nos encanta esto de rascarle la panza al tigre.

La posición mexicana es clave porque el voto de cada uno de los quince miembros del Consejo se disputan como si se tratase de la copa Jules Rimet. Se necesitan nueve votos para aprobar una resolución y Estados Unidos sólo tiene seis (Inglaterra, Colombia, Noruega, Bulgaria y Singapur, además del propio). “La infidelidad” de México tomó por sorpresa a Washington que nos consideraba un voto seguro. En ocasiones como ésta Estados Unidos ha sido rencoroso. En 1990 sólo dos miembros del Consejo votaron en contra de expulsar al ejército iraquí de Kuwait: Cuba y Yemen. Unos días más tarde Washington rescindió un paquete de ayudas a los yemenitas por 70 millones de dólares.

Y sin embargo la posición de México ha sido correcta. Sería indigno conceder simplemente por temor a represalias un voto con el que no estamos de acuerdo. Estados Unidos no ha podido ofrecer pruebas de que el gobierno de Iraq esté vinculado a Al Qaeda y mucho menos al atentado contra las Torres de Nueva York. Muchos seguimos pensando que la repentina obsesión de Bush por Saddam Hussein tiene que ver con las ganas de revancha en contra de un enemigo, Bin Laden, que no tiene territorio al que invadir, ni ejército al que combatir. El gobierno iraquí es el sustituto ideal. Para que la comunidad internacional apoye este acto de guerra unilateral debe primero demostrarse que el gobierno de Sadam Hussein efectivamente es un peligro para la paz mundial. Y justamente para eso está la comisión de inspección de la ONU. Que dicha inspección sea una simple pantomima para justificar la guerra o una verdadera evaluación del peligro que representa Hussein, depende de esta resolución del Consejo de Seguridad.

Gracias a la posición de países como México, Estados Unidos ha tenido que recular y optar por la búsqueda de un texto más conciliador. Ni Francia ni Estados Unidos (que encabezan las dos posiciones antagónicas) quieren llegar con opciones absolutamente incompatibles que obligue a una votación dividida. Ambos prefieren un texto a medio camino que pueda ser aprobado por una gran mayoría. Si tal fuera el caso, la paz todavía tendría una oportunidad. Sin duda Saddam Hussein es un dictador de la peor ralea (aunque no el único; hay algunos de similar calaña pero más leales a Washington). Pero antes de emprender una guerra que afectará a millones de inocentes y polarizará al mundo islámico, habría que agotar otras vías para reducir el peligro que realmente representa Hussein.

La próxima semana será decisiva al respecto. Por lo pronto, sea una cosa u la otra, hay que aplaudir que México haya optado por la razón y la dignidad. Esperemos que sea un lujo que aún podamos permitirnos en este mundo en que los intereses materiales han hecho del sentido de la justicia y del honor especies en vías de extinción.

Enrique Berruga

Por cierto, a partir de este 1 de noviembre, Enrique Berruga se hace cargo de la Subsecretaría responsable de la representación en la ONU, que coordina además la región Europa, África y Asia. Este nombramiento tiene que ver con un giro en las prioridades estratégicas de México en materia de política exterior. En los primeros dos años, el gobierno de Fox concentró esfuerzos en la búsqueda de una ambiciosa integración con Norteamérica. Relaciones Exteriores estuvo muy cerca de lograr un acuerdo migratorio de importancia histórica con Estados Unidos. México parecía destinado a convertirse en el aliado mimado y consentido del gobierno de Bush y Fox deseaba extraer todas las ventajas posibles de tan prometedor romance. Pero, como es bien sabido, la tragedia del 11 de septiembre cambió radicalmente las prioridades de Washington. Dejó de tener sentido cultivar afanosamente los amores del vecino una vez que éste mostró que sus pasiones (ahora de tipo bélico) estaban en otros vecindarios.

Por lo mismo el Gobierno mexicano ha decidido cambiar de énfasis en materia de política exterior. Ahora las baterías estarán enfocadas menos a las relaciones bilaterales y más a las multilaterales, con una participación más activa en los foros internacionales y no siembre alineando en el equipo norteamericano. La relación con Europa será clave en esta nueva estrategia, con miras a disminuir la dependencia política y económica con Norteamérica (o por lo menos a “vender caro nuestro amor”). El desarrollo pleno del TLC con Europa y en general un mayor acercamiento diplomático con los países líderes del viejo continente es el objetivo central de los cambios en política exterior. De ahí el movimiento de Berruga, el subsecretario de lujo de la Cancillería, de una subsecretaría (responsable de Norteamérica) a la otra (ONU, Europa, etcétera). Suerte y enhorabuena .

Jzepeda52@aol.com

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