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Elecciones en Brasil

ALFONSO LUQUÍN CALVO

La situación económica del país se torna muy complicada. Esta situación amenaza con extenderse al último trimestre del año y mucho más, siendo la previsión más modesta aquélla que estima que el período de bajo crecimiento se prolongará al menos por todo el 2003. Las razones para ello radican en la prolongada recesión japonesa, las dificultades económicas de Alemania, motor de la Unión Europea, y el escaso crecimiento de la economía norteamericana, que más parece que podría recaer en una nueva recesión que levantarse y llevar tras de sí a toda la economía mundial.

El panorama para las naciones subdesarrolladas o en vías de desarrollo como podemos considerar a la nuestra (economías emergentes dirán algunos) no es más alentador. Arrastradas por la debilidad de los centros del imperio, se debaten en medio de sus propias deficiencias estructurales, una pobreza acrecentada después de dos décadas de neoliberalismo a ultranza, y el renacimiento del ancestral problema de la deuda externa. En efecto, la primera nación que ha debido doblegarse a los designios de un imperio arrogante ha sido Argentina, país donde los hechos han ocurrido de una forma particularmente dramática. A la misma dinámica no se escapan naciones como Brasil y México. Sin embargo, existe una diferencia abismal entre los cursos de acción que han tomado las cosas en estas dos naciones. En la primera de ellas, Brasil, desde 1988 en que se redactó una nueva Constitución y se consolidó con ello la transición a la democracia, las fuerzas de izquierda han estado avanzando considerablemente. Así, después de la presidencia de Collor de Melo, del Partido Demócrata Brasileño, llegó al poder el abanderado del Partido Socialdemócrata, el actual presidente Fernando Enrique Cardozo. La tradición izquierdista de Cardozo hizo abrigar esperanzas de un cambio en el régimen neoliberal y que se siguiera una política que atenuara los costos para una población ya de por sí empobrecida, de la imposición de la eficiencia neoliberal. No fue así, en aras del cumplimiento a las exigencias del capital trasnacional la economía brasileña ha crecido y con ella la miseria de su población. El descontento ha crecido de tal forma que se ha formado una coalición entre los partidos comunista y socialista, además de muchos otros sectores sociales, alrededor de ?Lula? da Silva y las mayores probabilidades son de que éste y el Partido de los Trabajadores ganen en las elecciones del domingo la presidencia de ese país. Y si bien el candidato Lula ha declarado insistentemente que Brasil cumplirá sus compromisos de pago internacional si ha dejado igualmente en claro que Brasil no tiene por qué someterse a los dictados del Fondo Monetario Internacional. Se abre así, una nueva esperanza de cambio en nuestro continente latinoamericano, un cambio que encuentre la fórmula adecuada para continuar el crecimiento económico pero beneficiando el desarrollo social.

Las posibilidades de una vía hacia el socialismo de mercado en la nación sudamericana son elevadas y no sobra destacar, la enorme importancia que ello tiene para el futuro de todo el continente, con los países que lo circundan primero, con el resto después. Sin embargo, el caso de México evoluciona de forma radicalmente distinta. Aquí, en razón de un ?voto útil? llegó a la presidencia de la República el derechista Vicente Fox. La aplicación de las recetas neoliberales para sostener una ?estabilidad macroeconómica? a costa de un gran costo social y económico es inocultable, de la misma forma, el alineamiento político con los Estados Unidos y en particular, con la política exterior del señor Bush son igualmente evidentes. Nuestro país se encamina pues, en sentido contrario al de las otras naciones latinoamericanas. La diferencia es de fondo, allá encontramos la búsqueda de alternativas que rompan con las economías de enclave imperialista consolidadas a raíz de las dictaduras militares primero, y de la democracia después a través de los gobiernos neoliberales; aquí, todo cambia para seguir siendo igual, en un cambio que ?ya nadie para?, es decir, en un seguir igual las cosas que aparentemente nadie puede cambiar. La evolución de la economía mundial en general, y de la estadounidense en particular, obligan a buscar otros caminos, que los tecnócratas neoliberales no pueden encontrar.

Su misma reductibilidad a lo que técnicamente es eficiente desde el punto de vista económico les impide diseñar alternativas viables a una población que las reclama urgentemente; sus vínculos con los grupos de gran poder económico nacional y extranjero es innegable, pero por ello mismo no tienen la suficiente independencia para encontrar alternativas que defiendan verdaderamente los intereses de las mayorías. Para ellos, esta defensa consiste en no permitir que ?estemos peor?, aunque ello no aclare por qué los grandes grupos industriales y financieros están mejor. Así las cosas, parece ser que pronto sabremos si dichas alternativas existen. Para nosotros es una lástima que debamos vivir este momento histórico en cabeza ajena, a través de lo que suceda en el Brasil, mientras tenemos que aguantar en vivo, las mismas monsergas neoliberales de hace 3.3 sexenios.

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