Más que el haberse sumado a la propuesta de Rusia y Francia sobre el tema del ataque armado a Iraq, en la que México mantuvo una posición de dignidad frente a la primera propuesta de los Estados Unidos, la resolución adoptada ayer en el seno de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, que nuestro país respaldó, revela una actitud de congruencia con la política exterior mexicana.
Una vez más se votó en dicha Asamblea la terminación del embargo económico, financiero y comercial que se decretó en contra de Cuba desde principios de la década de los sesenta y no obstante las marcadas diferencias que la actual administración gubernamental ha tenido con el gobierno de Fidel Castro, el voto de Adolfo Aguilar Zínser, representante de México ante la ONU, fue en el sentido de que dicho embargo, que se ha prolongado ya por más de cuatro décadas, debe terminar.
La Asamblea se pronunció a favor de la conclusión del embargo por una abrumadora mayoría de ciento setenta y tres votos a favor y se emitieron sólo tres en contra (Estados Unidos, Israel e Islas Marshall). Uno de los argumentos que esgrimió Aguilar Zínser para sustentar su voto, fue el de que esa extrema medida en contra de la isla caribeña: “afecta a los grupos más vulnerables” de esa nación, inflingiéndoles un castigo que no hace mella en el régimen del dictador, por lo que en esencia carece de sentido y sí, en cambio, provoca serios perjuicios al pueblo.
No obstante que la resolución carece de obligatoriedad, es indiscutible que la misma lleva un peso moral importante. Pero además, manda el mensaje al gobierno de la Casa Blanca de que México no es un país que esté dispuesto a solapar los caprichos y las arbitrariedades que los Estados Unidos cometen en perjuicio de otras soberanías, así como la necesidad de respetar siempre el derecho a la autodeterminación de los pueblos, todo lo cual es congruente con la vocación que nuestro país ha mantenido a lo largo de siglos.