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En el mismo barco

JUAN MANUEL GONZÁLEZ

Hace muchos años hubo una frase atribuida al entonces presidente de la república el Lic. Luis Echeverría: ?Que bueno que nos está llegando el agua al cuello, porque ya nos estaba llegando el fuego a los aparejos?.

Se refería esta frase a situaciones de aquel entonces sumamente difíciles que cada día se ponían peor para todos los mexicanos.

Actualmente, la situación puede ser todo, menos boyante; enfrentamos retos muy grandes y la mayor parte de la población lucha a diario por la vida y por darle a los suyos al menos lo necesario para cubrir sus necesidades más elementales.

Esta situación nos enfrenta con la pobreza, la violencia, la desigualdad, la marginación y la falta de acuerdos por ausencia de tolerancia y de respeto.

Si echamos una hojeada a la historia de otros pueblos, con facilidad podemos ver la línea que divide sus etapas de crecimiento, desarrollo y bienestar, de las de deterioro, conflicto y decadencia. Dicha línea, representa la adhesión a sus valores en las primeras etapas mencionadas y su alejamiento o abandono de los mismos en las segundas; esta última es la experiencia que estamos viviendo en los inicios de este nuevo siglo y en ello influye la llamada ?hipótesis del umbral? la cual, como resultado de un estudio llevado a cabo en más de veinte países, sostiene que ?en toda sociedad parece haber un período en que el crecimiento económico contribuye a un mejoramiento de la calidad de vida hasta un punto determinado, el llamado punto umbral, cruzado el cual, si hay más crecimiento económico, se empieza a deteriorar la calidad de vida?.

Tomando en cuenta lo anterior, para evitar cruzar el punto umbral, todo plan de desarrollo debe estar sustentado en la equidad y en un compromiso real con los habitantes del país apoyado por un proceso educativo intensamente enfocado en los valores.

Ante esto, podemos permanecer indiferentes, preocuparnos solo de ?los míos? y seguir nuestro camino esperando que las cosas ocurran solas y alguna vez cambien sin que aportemos el más mínimo esfuerzo o, por el contrario, asumir un compromiso (obligación contraída, palabra dada) para aportar todo lo que esté a nuestro alcance para procurar y alcanzar la calidad de vida que merecemos y que merecen nuestros hijos..

Desafortunadamente, nos podemos perder muy fácil y más fácil aun, si no tenemos un rumbo común y bien definido.

En nuestro México, desafortunadamente, el largo plazo significa seis años, o más bien cuatro, porque el primero se va en afinar, como los músicos y el sexto se dedica a grillar. Necesitamos planear a un verdadero largo plazo, con estrategias de corto y mediano plazo que faciliten la consecución de los objetivos.

Esperemos, por el bien de nuestros hijos, que nuestros iluminados legisladores y políticos, tengan guardados ases bajo la manga que nos eviten caer en el caos. ¿Que no alcanzan a ver todo el daño que le hacen a nuestro país con sus intereses partidistas y de grupo? ¿Por qué no se ponen a trabajar de verdad en las prioridades nacionales? El petróleo algún día se nos va a agotar o bien, se desarrollarán otras formas de energía que serán más rentables ¿Cómo vamos a vivir si ya no vendemos petróleo? ¿Seguiremos esperando, sin ninguna estrategia preparada, el día en que ya no tengamos ingresos por la venta de petróleo? ¿No entienden nuestros legisladores que solamente a través de la participación inteligente y unida de todos los mexicanos es como podemos aspirar a mejores niveles de vida planeando juntos las estrategias que se requieren desarrollar hoy para poder vivir bien y con éxito dentro de 20, 30, 40 o más años?

Sería una idea muy populista pensar en una coexistencia fácil sin tener que ?sudar la gota gorda?, las cosas que valen la pena no se dan por casualidad sino más bien por causalidad, tenemos que educarnos, cambiar nuestra actitud y trabajar muy duro por México para que en nuestra nación todos tengamos el bienestar que se nos ha prometido, pero por el cual no hemos trabajado todos.

El cambio que todos queremos en nuestro país, no se puede dar solamente desde arriba, tenemos que lograr el cambio con estrategias agresivas abajo, en el seno familiar y educando a la gente, involucrando a cada ciudadano a que empiece por su pequeño circulo de influencia que representa su familia.

La solución esta en nuestras manos, en las de nadie más, la tarea parece imposible, pero no lo es. Súmese al equipo, no estamos solos, en todas partes hay hombres y mujeres trabajando en esta cruzada por convencer a todos los mexicanos para que cambien y mejoren a través del autocontrol basado en los valores.

Una muy buena pregunta es ¿Cómo le hacemos para motivar a todos los mexicanos? Es urgente encontrar el común denominador motivante de los mexicanos; los japoneses son capaces de sacrificarse por el honor, los norteamericanos por el orgullo, pero

¿Por qué seriamos capaces los mexicanos de aceptar el sacrificio que representa el trabajar muy duro para cambiar a nuestro país? ¿Cuáles son los factores que nos harán recapacitar, madurar y aceptar el hacer las cosas bien y autocontrolarnos por medio de los valores? Un líder de grupos económicamente marginados le dijo a un empresario regiomontano ?Licenciado, nosotros estamos dispuestos a tolerar nuestra hambre, pero no la de nuestros hijos?.

Esta frase, encierra una posible solución: la generación futura y sus beneficios, como motivante de una participación decidida de un pueblo extraordinariamente noble, dispuesto siempre al sacrificio.

El temblor en el Distrito Federal en 1985 trajo a México grandes problemas pero también nos dio la oportunidad de conocer con exactitud la capacidad de sacrificio y de organización y de cómo, con o sin liderazgo formal, la gente entiende la necesidad de autodirección. En una ocasión un norteamericano me dijo ?Creíamos que el mexicano era ineficiente, desleal, poco serio y flojo.

Tres años después, hemos aprendido que el mexicano puede ser eficiente, leal, puntual y trabajador; todo depende de la forma en que lo trates?.

El común denominador que impulsa al mexicano al sacrificio es su propia autoestima. Si el japonés es capaz de sacrificarse por su honor y el norteamericano por su orgullo, el mexicano se sacrifica por su sed de autoestima y aún más, el mexicano es capaz de sacrificarse por el sacrificio mismo.

Estimado(a) lector(a), anímese a entrarle al cambio, a esta cruzada de autocontrol a base de valores, recuerde que ¡vamos en el mismo barco!.

E-mail:

jgonzález2001@hotmail.com

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