El Segundo Informe de Gobierno del Presidente Vicente Fox, brinda la oportunidad de un análisis bajo la más pura forma de leer las intenciones de los políticos, entre las líneas de su discurso y actitudes.
El más esperado y aplaudido de los mensajes no corre a cargo del Poder Ejecutivo sino de la Presidenta del Congreso Beatriz Paredes, cuando declara que en México no existe crisis de gobernabilidad. La actitud de la legisladora revela, que no obstante la pérdida de la Presidencia de la República y por ende de su “eje rector”, el Partido Revolucionario Institucional como un giróscopo, trata de mantener la vertical sobre su antiguo plano de sustentación ahora en manos del Partido Acción Nacional, su rival histórico.
Lo anterior se explica, en virtud de que la crisis suscitada al interior del PRI a raíz de su derrota del año dos mil, no fue resuelta en el proceso de renovación del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido. El desencuentro suscitado entre los grupos en virtud de la cuestionada elección de Roberto Madrazo, generó una herida que está muy lejos de cicatrizar.
Nuevos desacuerdos entre los que destaca el conflicto entre el Tabasqueño y Elba Esther Gordillo, obligan a reservar cualquier pronóstico respecto a la forma y efectos de la designación de los quinientos candidatos a diputados por el PRI a las elecciones federales del año entrante. Al respecto, los gobernadores priístas asumen sus propias posiciones.
Esta misma crisis de liderazgo al interior del PRI, paraliza todo compromiso político relevante de dicho partido con la transición del país hacia la democracia plena, mediante la reforma constitucional, estructural y de actitudes que dicho proceso exige. De esta realidad, deriva que la “hora de los acuerdos” anunciada por Vicente Fox en su segundo informe no llegará antes de las próximas elecciones federales o por lo menos, no llegarán los grandes acuerdos.
Lo anterior es elemental. Si el PRI cambia transformará su esencia hegemónica y por tanto, dejará de ser. Por ello, se acoge por el momento al liderazgo meramente formal del presidente de la transición sin empeñarse en el cambio estructural profundo que el país requiere, en espera de una vuelta al pasado que permita regenerar el viejo régimen y por ende, recuperar la esencia del PRI como partido de Estado.
En este juego de supervivencia, el PRI contribuye a preservar la gobernabilidad del país como presupuesto de su regreso al poder. La estrategia es clara y definida, sin embargo, nada garantiza su éxito. El determinar quinientos candidatos a diputados de mayoría relativa y representación proporcional, sin tener un padrón de militantes en el cuál sustentar un proceso sobre reglas iguales para todos los aspirantes, es un reto mayúsculo que amenaza la unidad del PRI en la cúpula, cuadros y bases.
En forma marginal, el Partido de la Revolución Democrática intenta adquirir su propia identidad en medio de torpes movimientos. Las dos principales fuerzas políticas por voz de Beatriz Paredes, se encargan de recordar al PRD que sólo ostenta el once por ciento de la representación ante el Congreso y lo empujan a la autoexclusión y al abandono de la ceremonia, sin pena ni gloria. Al fin y al cabo, el PRD sabe que será el principal beneficiario de la diáspora priísta, que ocurrirá en mayor o menor medida como resultado del proceso interno de selección de los candidatos del PRI, de cara a la renovación de la Cámara de Diputados.
Los deseos del Presidente Fox y de la mayoría de los mexicanos, en el sentido de que los próximos comicios federales no contaminen las tareas del Congreso de la Unión en el período de sesiones que inicia, no se verán cumplidos. Sobreviviremos dicho período ordinario, bajo tensiones similares a las vividas el año anterior. Las elecciones federales del año dos mil tres, ofrecerán una nueva oportunidad a los ciudadanos para reformar el poder desde las urnas.