En estos últimos días se han presentado varios hechos económicos dignos de consideración, los cuales, de una forma o de otra, impactarán el comportamiento de la economía el año entrante y sientan las bases para el entorno que prevalecerá en la etapa decisiva del presente régimen, que será el mes de julio, en que se realice el cambio de legislatura.
Hablemos primero del aumento en los salarios mínimos, para los cuales se ha decretado un incremento promedio de 4.5% a partir del primero de enero. Como antecedente debe mencionarse la propuesta que existía de eliminar las tres zonas económicas que determinan distintos salarios mínimos en el país, propuesta que fue rechazada tajantemente por el sector empresarial. No obstante, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos decidió, bajo la protesta del mismo sector empresarial, avanzar en la homologación de dichas zonas económicas, ya que el aumento fue menor para la zona A (3.56%) que para la zona B (4.36%) y fue mayor para la zona C ( 5.22%).
Ahora bien, dado que la inflación para el próximo año se ha programado en 3%, este aumento significa un incremento real de los salarios que sería totalmente loable y merece un aplauso para el gobierno. Sin embargo, este crecimiento real sólo es programado y puede resultar, al fin de cuentas, en algo totalmente aparente. En primer lugar porque es muy poco probable que la inflación se ubique en el porcentaje citado; en segundo lugar, porque como bien lo han mencionado algunos representantes empresariales, esta medida se combina en una situación en la que existe desempleo y este aumento viene a sumarse a otras presiones para ajustar personal y/o intensificar el trabajo en los empleos existentes.
Con esto, no solo se incrementa el costo directo de operación de las empresas, muchas de ellas no pagan el mínimo y hay que esperar las revisiones de contrato colectivo, también se incrementan las aportaciones empresariales al IMSS y a las Afore, a través de las aportaciones al seguro de retiro y el Infonavit. Así las cosas, ¿qué tan probable resulta que esta medida frene la generación de nuevos empleos? ¿qué tan probable resulta que este aumento de los costos implique, a corto plazo, una presión inflacionaria?. De la respuesta a estas interrogantes depende el que el incremento real de los salarios se haya convertido o no en una realidad para fines de 2003.
Otro hecho notorio de la semana ha sido la aprobación del Presupuesto de Egresos. Resaltan aquí los supuestos ?candados? a los recortes del Ejecutivo al gasto programado, ya que ahora tendrá que consultar al Congreso para poder hacerlo. Sin embargo, cabe aquí señalar dos cosas: la primera, que está obligado a consultar a las Cámaras cuando dichos recortes excedan del 10% en cada uno de los ramos del presupuesto o bien, cuando excedan del 1% del gasto programable, lo cual abre la posibilidad de implementar los recortes en dosis más pequeñas y más veces durante el año; es decir, bien puede el ejecutivo efectuar los recortes sin solicitar autorización, lo único que le modificaron fue las condiciones de monto y tiempos (¡ja!). En segundo lugar, hay que recordar que uno de los mayores reclamos al presidente es la de haber subejercido el gasto del presente año con fines políticos. Independientemente de que ello sea verdad o no, ¿de qué forma se pudo impedir que lo hiciera?. No se crearon mecanismos reales que impidan que lo volviera a hacer.
No hemos querido cerrar esta colaboración sin mencionar otro par de notas de prensa que nos llamaron poderosamente la atención y que tienen que ver con el problema del TLCAN agropecuario. No retomaremos aquí por completo el tema de la apertura total de dicho sector y las consecuencias que esto traerá para muchísimos productores rurales del país, queremos resaltar el hecho de que el gobierno se aferra a no abrir de nuevo la negociación de este capítulo del tratado, a reserva de que tampoco manifiesta deseo alguno para aplicar masivamente las medidas de salvaguarda que marca la ley. Argumenta que ello es inviable pues perjudicará las exportaciones del mismo sector agropecuario y, las exportaciones en general, pues se teme a las represalias que puedan aplicar nuestros comprensivos amigos norteamericanos. El colmo llega cuando leemos que los Estados Unidos negocian con el gobierno mexicano para limitar los montos de exportación de azúcar mexicana establecidos en el mismo TLC y pretenden incrementar los montos de importación de jarabes de maíz con alta fructosa a nuestro país, es decir, pretenden renegociar este capítulo del Tratado, ¡con la anuencia del gobierno mexicano! ¡Hagan el favor! En efecto, el gobierno mexicano ha sometido a consideración de los productores mexicanos este nuevo acuerdo, el cual ha sido ?tajantemente? rechazado por la industria azucarera nacional. ¿Usted entiende? Finalmente, y llegando a estas fechas decembrinas, queremos desear a nuestros lectores y a todos en general, una navidad lo más feliz posible y que para el próximo año 2003, el rodearnos del afecto y amor de nuestros seres queridos se convierta en nuestro más anhelado deseo. Después de todo, las mayores fortunas, no son económicas.