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Fuera Máscaras/Se levanta el telón

Luis Maeda Villalobos

Hace unos días hubo un evento trascendental, llamaría yo, en que una pantomima en los pinares nos muestra realidades. Así se descorre el velo y los protagonistas como magníficos actores dan principio a la comedia.

Por una parte, el grupo representativo de la facción o partido conservador, principió bien con la confesión y como tema principal, que el presente sexenal ha perdido completamente el rumbo. La brújula se ha vuelto loca y no marca destino alguno ante los palos de ciego y curiosamente al levantarse el telón, allí en los pinares, mejilla con mejilla se consulta al partido empírico que con la práctica de tantos años, tiene la experiencia.

Luego de horas de gran convivo, seguramente se arreglaron las cosas de tal manera que de aquí en adelante, se trabajará en armonía y se acaban por supuesto, trastumbos y zancadillas de uno y otro lado y si las hay, serán simuladas y todo se arregla tras bambalinas. No hay duda que este hecho, donde hubo acciones y conclusiones, mucha mímica y abrazos, risas y sonrisas, sin embargo, como pantomima no se escucharon palabras y todo aquello terminó en un secreto. ¿Sabe alguien algo de los acuerdos de los pinares? En lo que sí estamos de acuerdo, es en que la experiencia no viene en los libros y se aprende en las trincheras, con el devenir del tiempo.

Esta reflexión es muy subjetiva y se sustenta en el análisis de los sucesos por los que está cursando el país y con la mira de vislumbrar alguna solución a problemas importantes como la seguridad pública, la corrupción e impunidad incontrolable, la integridad del territorio nacional, el respeto a la soberanía y por supuesto la revisión a fondo de los múltiples tratados internacionales y claro está, en un marco de respeto a la libertad, la justicia y el derecho como principios democráticos de nuestra Carta Magna.

Perdón por la interrupción, pero allá afuera de los pinares, un grupo grita que grita. Se trata de la facción o partido extremista de izquierda, que protesta porque no fue invitado al convivo, a pesar de haber formado una colisión con el partido conservador en las elecciones sexenales del año 2000, -y las cosas son claras- es siempre conflictivo.

Perdimos el rumbo es cierto, pero no el sentimiento de mexicanidad y es el momento de reconocer que somos un país consumista y dependiente, con una deuda externa al parecer impagable, petrolizados y hasta vendedores de energía eléctrica, con una banca propiamente extranjera. El comercio y la industria dependen del dólar y la mano de obra barata mexicana, somos importadores de alimentos porque no somos autosuficientes en la producción y no obstante que se tienen magníficos científicos y técnicos, éstos son mal remunerados. Existen problemas sociales, políticos, económicos y culturales como hemos visto en el México adolescente, que requiere en estos momentos cruciales, una verdadera orientación con sentido cívico y realista, para así, encontrar las mejores soluciones y el rumbo hacia la paz.

Más de cien millones de mexicanos hasta ahora, caminan al estatismo, cosa inconveniente. Requerimos crecer y desarrollar con bases firmes, pero ello exige honestidad, amor patrio, volver la mirada al sentimiento de nación, sin influencias de ningún tipo, mucho menos de ideologías utópicas o doctrinas que propaguen el fanatismo y la ignorancia. Una revisión, repito, de los tratados de libre comercio internacionales y actualizarlos, si es necesario.

Así mismo, el país requiere un censo realístico del estado cuali y cuantitativo de nuestros recursos naturales, que constituyen la piedra fundamental que provee la materia prima de la industria y el comercio, y lo más importante, los elementos necesarios para la supervivencia humana. Sin este conocimiento, será imposible inferir el destino de los pueblos en general.

Las promesas demagógicas deben desaparecer del panorama productivo. Incrementar la producción industrial o agropecuaria sin las bases sustantivas, será un engaño y puente falso al progreso y con conocimientos firmes, sacar de la pobreza a más de cuarenta millones de mexicanos. No necesitamos doctrinas redentoras exóticas. Tenemos historia, tradición y cultura muy propias y suficientes para salir adelante.

Allí, en la escena panorámica de los pinares, hemos visto que se alzan las copas de champán para decir salud y el convivio sirve de ejemplo, cuando se reconocen errores e incapacidades, que la unión hace la fuerza y como mexicanos, se repartan los compromisos ignotos para su solución en bien del país. Ahora ya sin máscaras, porque se ha alzado el telón.

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