Un potente ciclón de pastillas doradas del que surgió John Galliano, ligeramente encadenado sobre su esmoquin negro, cerró hoy el desfile del diseñador británico de origen gibraltareño, que esta noche ofrecerá a los "Dior Addict Anonymous" una gran una fiesta en el teatro Lido.
Sentada en primera fila, entre el público de este esperado instante en el que el artista se ofrece en persona a la asistencia, sin duda uno de los mejores de la semana de colecciones pret-a-porter parisiense, se encontraba la actriz española Penélope Cruz, con melena corta y discreto vestido negro de tirantes.
Tradición obliga, el modisto inspiró también hoy su irrupción final sobre la pasarela en uno de los elementos dominantes de su colección.
En esta ocasión, la prenda tomó forma de cadena plateada, engarzada sobre el sacro para pronunciar algo más abajo, ya a la altura de los muslos, la curvada separación de los glúteos.
Previamente, con idéntico accesorio, Galliano que en su breve aparición lucía un escotado chaleco negro sobre la piel, sin camisa ni americana, a juego con pantalón esmoquin, había adornado sobre la pasarela un ancho cinturón amarillo acharolado sobre un biquini de colores vivos, al que ocultaba casi por completo.
Muy sexy, al igual que los conjuntos, también encadenados, de faldas, terminadas a la altura de las rodillas en un volante aderezado con nudos y lazos o en volantes de lentejuelas, opacas en las caderas pero transparentes a partir, precisamente, de ese estratégico engarce posterior.
Tan predominante como esa región sur de las nalgas, visible casi en todos los modelos presentados, del mini-short de lentejuelas a la túnica transparente, fue la cazadora de lamé de diferentes tonos dorados, de seda, jersey o muselina.
De hecho, ambos elementos serán complementarios el verano que viene en el universo de los "Dior Addict Anonymous", pues a menudo la cazadora, de lejano estilo aviador, por el color, la textura y los bolsillos, feminizada por pliegues, asimetrías y plisados, descansará en las caderas para dejar bien visibles las dos bellas curvas del cuerpo femenino.
Cada modelo mostraba así que la redondeada protuberancia anatómica había inspirado a fondo las reflexiones del modisto para la próxima temporada estival.
Resultado indirecto pero inevitable, las piernas, de preferencia largas, muy largas, sobre sandalias de plataforma vertiginosa, se tendrán que tener muy en cuenta en la primavera-verano 2003.
El desfile Dior, desligado de referencias étnicas, sociológicas o históricas, fue todo transparencia, fluidez, asimetría, lamés dorados, estampados multicolores y fruncidos.
Con él, más que vestir a la mujer, Galliano creaba una mujer dispuesta a impulsar a la acción al hombre de su vida.
Modelos monocolores, en caqui, negro, blanco o rojo, a veces en imitación de piel de cocodrilo, también de gran capacidad seductora, no desmintieron esta tendencia dominante.
El contraste entre la dulce caída de pastillas doradas sobre las maniquíes en su última vuelta al ruedo y el ciclón de lentejuelas que precedió el saludo final de Galliano, no hicieron más que rubricar esa rotunda atracción entre los dos sexos, que el modisto disfrutó tanto reforzando.
Galliano completó su pasarela con una bella colección de trajes de baño, biquinis y bolsos, con gran visibilidad sobre el podium, destinados a triunfar en los escaparates de todas las "boutiques" Dior del mundo. EFE