El gasto público y la tributación son los dos principales elementos del manejo de la política económica fiscal del gobierno federal, la cual últimamente ha sido motivo de discusión entre analistas, medios de comunicación y entre algunas entidades del propio gobierno ( SHCP y gobernadores ) y más adelante sin duda las discusiones del presupuesto en el seno del Congreso estarán ?acaloradas?, solo que ojalá y no lleguen a decisiones hasta el último minuto del presente año.
Es muy importante para la economía la aplicación del gasto y más importante es la eficiencia con que se maneje. A saber, un gasto público eficiente es aquel que contribuye al crecimiento económico y al bienestar social de la población, de tal manera que su asignación se traduzca en obras sociales y de infraestructura en apoyo a la actividad económica. También la eficiencia se traduce, en su caso en un adecuado financiamiento por lo que obviamente lo mejor para cualquier economía es que el gasto sea autofinanciable por los propios recursos que el gobierno recaba (impuestos, derechos, productos, privatizaciones, etcétera ).
Pero en economías como la nuestra, normalmente el crecimiento económico demanda más gasto que el ingreso que recibe el gobierno por lo que se genera un déficit, que tiene que financiarse con deuda, o con nuevos billetes y monedas y que ambos son o generan naturalmente presiones inflacionarias. Por ello la preocupación permanente de los gobiernos de bajar al máximo el déficit para que no genere altas tasas de interés y presiones de inflación alta. Si recordamos la crisis de 1987, en donde se generó la inflación galopante más grande que ha tenido el país ( 140% anual ), fue producto de un enorme déficit fiscal que provino de un gasto irresponsable e irracional a parte del gran ingrediente de corrupción que traía, lo cual a toda costa en los tiempos modernos se tiene que evitar.
Ligado a lo anterior, por supuesto que también implica eficiencia en el gasto el hecho que exista transparencia en la gestión publica, ataques directos a la corrupción y austeridad cuando la situación lo amerita. Estas últimas ideas han sido manifestadas últimamente por el Presidente de la República, y ojalá y no queden en eso, en ideas o conceptos de buenas intenciones.
Precisamente con relación al concepto de la austeridad del gasto para el próximo año ha estado la discusión a la que hacia referencia líneas arriba. En este sentido, la semana pasada el Presidente anunció el reducir el déficit fiscal de un 0.65% del PIB a un 0.55%, lo que implica reducciones en el presupuesto por 30 mil millones de pesos. Aunque a los estados se les anticipó el ajuste por ello el malestar de algunos gobernadores con la SHCP.
Lo más importante, en este contexto de austeridad es que no vayan a existir reducciones en el gasto de obra social y en el gasto de inversión, sino como lo han manifestado las autoridades el mayor ajuste será en el gasto corriente, es decir aquel que se destina para el mantenimiento de la planta burocrática nacional y la administración pública. Esto es importante porque, si bien todos los componentes de la demanda agregada, no acaban por componerse, ya que el consumo por ejemplo sigue creciendo pero lentamente dado el deterioro de los ingresos por los estragos de la recesión que implicó un considerable aumento del desempleo. Por su parte la inversión productiva se ve que aún no se reactiva, por un lado por las altas tasas de interés activas y por el otro porque continuamos todavía en un ambiente de incertidumbre en los mercados financieros; y por el lado de las exportaciones, su crecimiento dependerá de la reactivación económica de Estados Unidos de América que se observa lenta. Luego entonces, si para el año que entra se pretende que la economía crezca en un 3% el PIB, si la austeridad anunciada se canaliza más a obras que a gasto corriente, pues será difícil alcanzar dicho crecimiento. Se necesitan pues detonantes de crecimiento, y uno de ellos evidentemente es el gasto en inversión de capital, en formación de capital que al igual que la inversión privada que requiere de tasas de interés bajas son motores del crecimiento, pero ha estado rezagada.
Otro detonante debe de ser la exportación, pero si la economía internacional no ?despierta? será importante para la balanza comercial ( y para los ingresos públicos ) el precio del petróleo que para mi gusto del que se está hablando para el nuevo presupuesto de 17 dólares por barril puede ser conservador, en tanto que, por como se están comportando las variables internacionales y los conflictos en medio oriente, de acuerdo al consenso de analistas se está pronosticando que el precio de la mezcla mexicana del petróleo fluctúe para el año próximo entre 19 y 25 dólares por barril. En, fin sin duda tendremos un 2003 mejor al presente año con sus debidos riesgos pero el ?quehacer? de las autoridades vía gasto publico e incentivos a la inversión privada serán determinantes para que tengamos mayor crecimiento de la actividad productiva, no sin antes destacar la responsabilidad que tiene el Congreso de aprobar las reformas estructurales pendientes que en mucho son también detonantes para un mayor crecimiento económico y mejor bienestar para la población. A ver que pasa.
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