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Grupo Imagen/Plaza Pública

Miguel Angel Granados Chapa

Creado en mayo del 2000, el Grupo Imagen entró esta semana en una incomprensible crisis que no sólo enfrenta a algunos de sus integrantes sino que pondrá a prueba la libertad de expresión en los medios electrónicos. La manifestación más inmediata de esa crisis consiste en que, unidos durante largo tiempo, ahora se escinde el equipo que formaron Pedro Ferriz de Con y Carmen Aristegui y Javier Solórzano, pues aquél se ha propuesto disciplinar a los dos últimos.

Durante varios años, los tres realizaron los noticiarios y otros programas periodísticos de las emisoras de la familia Vargas (que ahora está como otras veces en conflicto con la familia Azcárraga, de Televisa), que se difundían por televisión en la señal restringida de Multivisión, y por radio a través del grupo encabezado por Stereorey. Ferriz de Con se había formado en Televisa, y luego con su estilo desenfadado y ligero, dirigido sobre todo a los jóvenes, había alcanzado una posición que se reforzó con la presencia de sus jóvenes colaboradores. Formados ellos en la Universidad Nacional, tuvieron sus primeras peripecias televisivas en el Canal Trece, entonces en manos del Estado. Su destreza profesional se avivó con su clara percepción del género de información y análisis requeridos por la mutación social que se vivía en los años noventa. Fue plenamente justificado, entonces, que Carmen y Javier obtuvieran el Premio Nacional de Periodismo el año pasado.

Un año atrás, al haberse desarreglado la situación de ese equipo con Multivisión y Stereorey (que generó un conflicto laboral que hasta la fecha no se ha finiquitado), Aristegui, Ferriz de Con y Solórzano participaron en la fundación del grupo Imagen, un triángulo en cuyos otros vértices estaban la familia Fernández, concesionaria de dos frecuencias radiales puestas al servicio del grupo (en el 830 de AM y 90.5 de FM); y el empresario regiomontano Alfonso Romo, entonces en pleno auge, que a través de un fideicomiso que tomaba participación financiera en varios medios aportó recursos de esa naturaleza.

Parecía una fórmula ideal, para afianzar la cual se organizó como una empresa de talento, es decir se confirió valor monetario al trabajo de cada uno de los tres informadores, basado en su trayectoria y su desempeño presente. Puesto que ya no había relación laboral entre ellos, se escogieron fórmulas que aseguraran que nadie se retirara del grupo de un modo que alterara los equilibrios internos y el desarrollo comercial y profesional de Imagen.

La ocasión fue especialmente fructífera para Aristegui y Solórzano. A cargo cada uno de emisiones radiofónicas, se multiplicaron las invitaciones para que volvieran a la televisión. La llaneza de sus presentaciones, el trabajo de investigación en que se nutren, la apertura de sus intereses, su credibilidad, los hicieron apetecibles para los consorcios que hasta ese momento no se habían convencido de atraer talento informativo de nuevo talante. Fieles a Imagen, Carmen y Javier escogieron el modo de aprovechar su circunstancia profesional y el 1o. de octubre pasado (hace once meses) iniciaron las emisiones de Círculo Rojo, una coproducción de la empresa a que pertenecen y de Televisa, y que prolongaba, con mejora notable, la experiencia de ambos en Blanco y negro, que transmitió Multivisión.

Simultáneamente, sus varias vocaciones los llevaron a otros desarrollos. Carmen Aristegui es la única mujer entre la media docena de participantes del programa Primer plano. Javier publicaba artículos en El Financiero e hizo brotar su impulso de comentarista deportivo sin dejar su trabajo de reportero de investigación. Ambos escriben ahora, bajo el título común de Círculo rojo, una columna propia en El Universal.

No obstante este desenvolvimiento, o a causa cuya, el lunes pasado el consejo de administración de Grupo Imagen los llamó a capítulo. Se les invitó a que se conduzcan conforme al código de ética de la empresa, algo que no dejado de hacer ellos, que son los autores del documento. Como el propio Ferriz de Con se ha encargado de decir, en realidad se trata de meterlos al orden, de disciplinarlos. Se trata, dice el vicepresidente del Grupo (un cargo que no había ejercido sino hasta ahora, para mal), de evitar el libertinaje que es, a su juicio, distinto de la libertad y, hemos de suponer, la pésima conducta en que han incurrido Solórzano y Aristegui.

El litigio de derecho privado en que se adentrarán los miembros de Grupo Imagen interesa sobre todo a los participantes. Pero no sus probables causas y sus seguras consecuencias. Tal vez la posición de Ferriz de Con fue provocada por presiones respecto de los contenidos de las emisiones de sus compañeros, ahora afectados por su inopinada postura. Todavía se habla, por ejemplo, de las sesiones de Círculo rojo dedicadas al caso del padre Marcial Maciel, con testimonios de las víctimas del fundador de los Legionarios de Cristo, honorables personas que aun fueron miembros de esa congregación y pasaron por alto su pudor personal en bien de la verdad.

Hace años un intento semejante pero menos acabado de ofrecer información sobre el mismo personaje puso en dificultades al naciente Canal 40. Quizá se intentara repetir la historia, sin considerar las transformaciones sociales que en este lapso se han reflejado aun en la televisión. Sabremos si, madura la sociedad al punto de sustituir el régimen autoritario que la agobió, no lo está todavía para tener la comunicación electrónica que requiere y merece.

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