Después del tercer Informe del gobernador Enrique Martínez y Martínez se desataron las ansias políticas en algunos sectores de la población coahuilense, con vista a las elecciones de julio por venir. Algunos medios de comunicación, tanto escritos como electrónicos, dieron rienda suelta a sus comentarios, reflexiones y vaticinios sobre las candidaturas a diputados federales en Coahuila al citar nombres y hacer apuestas veladas.
Medios hay que fueron más allá de lo cercano y evidente al señalar como integrantes de una próxima terna al gobierno de Coahuila, con exclusión de otros nombres, a Chema Fraustro, Alejando Gutiérrez y Miguel Arizpe, sólo por haber sido mencionados por el gobernador Martínez en calidad de asistentes a su informe de gobierno.
Todos sabemos que en la vida y en la política el tiempo no corre en vano y mil días son muchos para atrevernos a hacer vaticinios tan concretos. Faltaría saber quiénes van a ser diputados federales por los distritos de Coahuila, o quiénes surgirán en el inmediato futuro como protagonistas de una igual aspiración. Recuérdese al Alcalde de Saltillo que fue echado del templete en su primer mitin electoral con las siguientes palabras: “Ya ven qué bueno es este candidato, pues ya tenemos otro mejor: Bájese don Jesús, súbase don Manuel”.
Esta fiebre pre-electoral es ganas de sudar calenturas ajenas y lejanas. En el viejo sistema del Partido Revolucionario Institucional era usual que, a estas alturas de la cronología electoral, se dieran ciertas filtraciones de nombres como probables candidatos a la representación legislativa de los distritos electorales del estado; pero la práctica no era gratuita ni inocente. Tanto el PRI como el Santo Señor del gran palomeo léase presidente de la República la usaban para auscultar, o “tantiar”, como se decía coloquialmente, a las comunidades.
Si el personaje sugerido en voz alta y voz baja no era grato a la gente en el distrito, brotaban de inmediato las inconformidades: “Ése no, porque....”. Y después del “porqué” se soltaba una retahila de acusaciones y señalamientos, que, en ocasiones, lograban rectificar las intenciones del PRI y daban lugar a que el Señor del palomeo deslizara la candidatura de alguno de sus amigos íntimos, al pediatra de sus hijos o al hermano del banquero que le prestó dinero cuando era un pobretón burócrata de tercera. Muchos de nuestros padres conscriptos en los tiempos de la hegemonía del PRI tuvieron tal origen; ya que entonces, para ir a la Cámara a levantar el dedo y aprobar todas las iniciativas que presentara el Jefe del Ejecutivo, sólo se requería no ser manco, pero aun siéndolo podían ir, si es que eran amigos del Presidente en turno.
Hoy las cosas han cambiado con el pluralismo electoral. El PRI ya no tiene seguridad de ganar las elecciones, cualesquiera que sean. Y los otros partidos tampoco, pues la decisión del voto popular se obtiene por muchas otras circunstancias: la simpatía de los candidatos, su reconocimiento como políticos de valía, el dinero que estén dispuestos a invertir en las campañas, la experiencia en política electoral de sus equiperos, caerle bien al rico del pueblo y caerle mejor al párroco de la comunidad, que no tengan alguna sombra negra en el pasado ni un periodista en el presente que las recuerde y publique, que no llueva ni haga frío el día de los comicios, que tras los candidatos esté un partido con suficientes afiliados y finalmente que logre comunicarse con los votantes para convencerlos de que él es la mejor opción posible.
Véase el caso de Humberto Moreira en Saltillo: no le bastó ser el candidato del PRI, que ya era ventaja. Se lanzó a una campaña intensiva desde el principio, dio el rostro a la ciudadanía y expresó claramente sus opiniones sobre los problemas municipales; evadió las trampas que encontró en su camino y trabajó, e hizo trabajar a su equipo, desde las primeras a las últimas horas del día. Así, no resultó sorpresiva su victoria. ¿Podrán hacer lo mismo quienes, desde cualquier partido, sean candidatos a las diputaciones federales del próximo año?
Quienes lo hagan y lleguen a la Cámara de Diputados, tendrán un handicap favorable para aspirar a ser candidatos a la gubernatura del estado, desde el PRI, el PAN y el PRD. No incluimos a los partidos minúsculos favorecidos por el Instituto Federal Electoral o el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Coahuila, pues sólo son balines de equilibrio en el funambulismo político. Valdría más dejar correr a la democracia con solamente esos tres partidos que han evidenciado contar con cierto respaldo popular.
Por lo demás, no hay para qué jugar al saurino en las cuestiones electorales, mientras no existan juicios sólidos qué hacer valer. Resulta una forma amena de ocupar el tiempo, pero, nada más...