La excepción electoral en Coahuila vale decir los casos en que el PRI fue vencido por la oposición, atrajo más la atención de los medios informativos y de la opinión pública que el triunfo de los candidatos priístas en la mayoría de los municipios. Del PRI cualquier derrota deviene escandalosa y digna de alarma, mientras que sus muchas victorias se miran como algo de todos los días. Nada decimos de los múltiples descalabros sufridos por las incipientes fuerzas opositoras al PRI, pero celebramos con bombo y platillo los malogros de nuestro partido. Somos farol de la calle y obscuridad de la casa.
No deberíamos permitir que tal actitud se tornara endémica y nos hiciera olvidar que lo verdaderamente importante en la lucha democrática es la oportunidad que tienen ahora, partidos y candidatos, para conseguir un triunfo en los comicios. Han trabajado el gobierno, las organizaciones políticas y la sociedad en construir un sistema electoral digno de confianza por el cual podamos elegir las autoridades que deseamos tener. El ejercicio puntual del voto logrará que los más aptos salgan adelante en las votaciones, merezcan la confianza de la sociedad y garanticen a las comunidades que habrán de gobernar con esfuerzo, honestidad y responsable ejercicio de la autoridad.
El gobernador de Coahuila; Enrique Martínez, ha expresado su mejor intención de trabajar en conjunto con las autoridades municipales, provenientes de otros partidos, en el esfuerzo de alcanzar el progreso de los municipios y el bienestar de la sociedad. Es lo natural y lo conveniente. Responde al estilo democrático que ha adoptado el país y es lo que espera la sociedad. Quien gobierna deja de ser abanderado de su partido para asumir la representatividad de la sociedad a la cual conduce y sirve por mandato del pueblo..
Los partidos, en cambio, están obligados a reflexionar sobre cuáles fueron los elementos que provocaron sus triunfos y cuáles las causas de sus derrotas. Su análisis paralelo, comparativo, seguramente les dará luz para próximas campañas si se realiza con una intención cruda y autocrítica. Las elecciones siempre nos dejan lecciones. Los perdedores, sobre todo, deberían afrontar la indagatoria de la autocrítica: ¿Por qué nos equivocamos aquí? ¿Por qué acertamos acá? No se requiere contratar a ningún politólogo para que responda, pues solamente con observar los hechos dados se podrán obtener conclusiones útiles para el proceso federal del año 2003.¿Qué hizo el partido, cualquiera que haya salido derrotado, y qué no hizo? ¿Correspondieron los candidatos a las exigencias que planteaba la circunstancia política de cada municipio? ¿O unos si y otros no?
Al que mordió el polvo en las elecciones no le va a provocar ningún placer el planteamiento de estas interrogantes, mas es prudente y necesario que las analice a profundidad, si es que busca seguir actuando en la política. Los triunfos, en cambio, engolosinan y provocan actitudes irresponsables. “¿A qué analizar el proceso si ya ganamos? ¡Es pérdida de tiempo!.. Veamos por el futuro que se presenta pleno de responsabilidades”. Y sin embargo, conviene mucho una revisión a fondo, tanto al candidato como al partido que lo apoyó. ¡Cuántas derrotas no han surgido de esta displicencia irresponsable!...
Dentro de tres meses nuestros municipios tendrán nuevos alcaldes, algunos con experiencia previa en la administración privada o pública, pero no en la política; y otros al revés: conocedores de la política electoral y seguramente inhábiles en la difícil gerencia de los asuntos de la comunidad social. Pocos han habido, en nuestra historia política, que hayan llegado con suficiente colmillo en los dos aspectos. El ex gobernador, don Braulio Fernández Aguirre, es uno de ellos. Otro, sin duda, es el actual mandatario, Enrique Martínez y Martínez. La confluencia de ambas experiencias en una sola persona suele operar en beneficio de la población, pero cuando una de ellas está en déficit, el resultado acaba por ser lamentable.
Para el mediato futuro van a hacer falta hombres que sean buenos políticos y buenos administradores. Y no será cuestión de que aprendan echando a perder. A quien le haya entrado la prisa por ganar un carril en la competencia política que tendrá lugar dentro de tres años, más les valdría experimentar en cabeza ajena y aprovechar el tiempo para preparase debidamente. Es bueno madrugar, pero no tanto.