A los pocos días de haber entrado legítimamente a la residencia oficial de Los Pinos, el presidente de la República Vicente Fox desalojó de su despacho principal el retrato de don Benito Juárez para colocar un óleo de don Francisco I. Madero. Un viejo prejuicio conservador hizo inaceptable para Fox la augusta presencia del abogado oaxaqueño que llenó muchas páginas gloriosas de la historia de México. A Fox, en cambio, Madero le parecía más simpático. De hecho anhelaba que lo comparasen con el Apóstol, a partir de la forzada idea de que ambos habían encabezado sendas luchas que derrumbaron dictaduras: Madero la de Porfirio Díaz; Vicente Fox, la del Partido Revolucionario Institucional.
Dan escalofrío: la única identificación posible entre Fox y Madero es el triunfo electoral; pues sus carreras hacia la Presidencia de la República son muy distintas, a pesar de proponerse un parecido objetivo. Mientras don Francisco, el de Parras, perseguía la instalación de un régimen que gobernara con tolerancia, eficacia, seguridad jurídica y justicia social a partir de elecciones libres, legitimas y democráticas, don Vicente el de San Cristóbal buscó la Presidencia por sí misma, no para obtener un fin social y político determinado, lo cual evidencia la falta de intenciones programáticas de su gobierno.
El historiador y analista político, Enrique Krauze, lo definió claramente hace dos días, ante la Reunión Anual de Cámaras Industriales celebrada en la ciudad de México: “Vicente Fox olvidó que ya acabó la campaña política, y que no puede ser como un artista de cine pensando en la popularidad. Coincido en su falta de coordinación con su gabinete, en su falta de mesura, en su falta de respeto a las investiduras, en su falta de elegancia, en su falta de respeto a la cultura, que fue uno de los grandes logros de los gobiernos revolucionarios”.
Krauze dijo, además, que no es posible ver que el proyecto de Fox en la Presidencia haya trascendido. Se nota, en cambio, que le fastidia su trabajo, lo cual pudiera ser un síntoma de falta de liderazgo en quien mínimamente debería tener esa cualidad.
Por otra parte hay quienes, dentro de la porra foxista, han insistido en comparar a don Vicente con don Francisco por la libertad de expresión que los dos propiciaron al arribar al máximo cargo político del país. De los periodistas, por ejemplo, se dijo en la dura época del maderismo presidencial que “parecían perros que mordían la mano que les había quitado el bozal”. ¿Acaso se podría afirmar lo mismo en el caso actual? Obviamente no: la prensa mexicana ha tenido libertad desde el maderismo hasta la actualidad. Si durante un largo período del siglo XX los medios de comunicación no la usaron, se debió, concretamente, a que vendieron su silencio ante los gobiernos priistas que supieron tasarlo y pagarlo; aunque desde el período de Díaz Ordaz nació una prensa libre en México encabezada por el “Excélsior” de don Julio Scherer. Cuando algunos dirigentes de esa empresa fueron comprados por el gobierno de Luis Echeverría, la revista “Proceso” fundada por los ex-cooperativistas de Excélsior, generó una nueva conducta periodística de cualidades críticas, insobornable y veraz, que formó escuela. Ahora es fácil identificar a los que abdican de su libertad de expresión, porque en verdad son mucho menos que quienes la usan.
Las primeras elecciones democráticas que hubo en México tuvieron lugar en 1911. Francisco I. Madero las ganó arrasadoramente. Otros comicios democráticos fueron ganadas 89 años después por Vicente Fox. Hasta aquí la semejanza. Por lo demás, entre Madero y Fox, sóolo pueden existir coincidencias casuales. No son vidas paralelas. En 365 días de 1912 Francisco I. Madero logró muchos más avances en la vida del país de los que Fox ha conseguido durante 730 días del 2000 al 2002, Héctor Aguilar Camín lo señaló con objetividad el lunes por la noche en el patio central del Palacio de Gobierno de Saltillo: Cuando estalló la revolución Felixista el gobierno de Madero sólo tenía un pendiente político: Emiliano Zapata. Las inconformidades al interior del maderismo habían sido resueltas en paz por el propio Presidente.
Hoy no existen, a la vista, ningunas revueltas armadas; pero muchas violentas podrían estar en ciernes. El mundo globalizado, distinto y feroz acecha los riesgos de nuestra estabilidad que puede perderse ante la necesidad de los marginados, la indefinición de la economía y el continuo entreguismo del gobierno hacia Estados Unidos. Se desdeña nuestra historia y la obra de los grandes hombres es herida por el infidente sarcasmo de una élite tecnocrática que pugna contra el nacionalismo y otros conceptos fundamentales.
Héroe civil por excelencia, como lo llamó Alfonso Francisco Ramírez, Madero crece conforme pasa el tiempo en estatura civil, moral y política, apoyado en su propia obra. En su torno sólo hay enanos, aunque midan más.