Horacio Casarín, quizá el ídolo más grande en la historia del futbol mexicano está en graves problemas; se encuentra enfermo y afronta serias carencias económicas, situando a su familia en posición crítica.
Un enemigo silencioso y cruel, el llamado mal de Alzheimmer se apoderó de la mente de este hombre que hizo vibrar a los aficionados allá por los años cuarentas y parte de los cincuentas, postrándolo en el limbo donde no reconoce a nadie, casi no habla y requiere de muchísimos cuidados.
Cuando digo que Casarín como jugador de futbol fue el ídolo máximo de nuestro balompié, lo hago sin minimizar a otros grandes futbolistas que lograron en su momento esa conexión con el pueblo que no se da frecuentemente, pero que cuando aparece, se está en presencia de la leyenda.
Además en la época de Horacio, los medios electrónicos y la televisión sobre todo, no daban al atleta la difusión que hoy en día se tiene. Eran la Radio y la película "Los hijos de don Venancio", los medios para seguir las hazañas del goleador.
El porte gallardo y altivo de Casarín, aunado a una vida privada ejemplar en una época en que el jugador de futbol ganaba una bicoca, necesitaba un empleo para sobrevivir y abundaban los grandes bebedores ayudó para que hasta las abuelitas recomendaran imitar a ese "gran muchacho".
En días recientes don Horacio recibió la visita de ex futbolistas que también tienen el rango de ídolos: Enrique Borja, Hugo Sánchez y Jorge Campos. En ella, este trío de lujo trató de animar y conversar con un hombre que parece haber muerto mucho antes de que algún médico expida el certificado de defunción; la mirada perdida del héroe de mil batallas demuestra que el mal avanza y nos ha robado los recuerdos del gran Casarín.
Sin embargo, su cuerpo vive y la enfermedad que lo aqueja es un infierno para todos sus seres queridos en lo moral y sobre todo, en el aspecto económico; no hay dinero que alcance para comprar los medicamentos y prodigar los cuidados que requiere un paciente en el grado que se encuentra Horacio.
El trío de ídolos lanzó una convocatoria: Una cruzada nacional para ayudar a la familia Casarín. El problema está en quién la encabezará y dará curso al esfuerzo de aquellos que se quieran sumar a ella.
En el futbol mexicano no abundan los casos de solidaridad y es un hecho que la envidia y los intereses personales se imponen a los nobles sentimientos pero hoy, estamos en presencia de un caso de auténtica ayuda humanitaria.
Horacio Casarín merece, por las muchas alegrías que regaló, tener un epílogo digno en estos que parecen ser los últimos goles de su vida.
Ofrezco mi grano de arena y creo que la Federación Mexicana de Futbol tiene una oportunidad de oro para ser el cauce al esfuerzo de muchos. Ojalá no evada el bulto.
Ahora bien, plausible lo hecho por Campos, Borja y Sánchez, pero no comparto la opinión emitida en un reportaje televisivo que los ubica como los más grandes ídolos de nuestro futbol. Creo que ha habido otros jugadores que han tenido ese rango; algunos ya no viven, como el caso de Héctor Hernández, pero es un hecho que los equipos tradicionales de México han tenido en algún momento a alguien con esas características. En mi niñez, "Chava" Reyes fue mi ídolo pero recuerdo a Fernando Bustos, Octavio Muciño, Ricardo Chavarín por mencionar sólo algunos.
Usted, amable lector, también habrá tenido los suyos.