AP
WASHINGTON, EU.- Los norteamericanos acudirán mañana a las urnas para renovar parcialmente el Congreso, elegir gobernadores y funcionarios municipales en unos comicios que pondrán a prueba la popularidad del presidente George W. Bush.
Los electores de 50 estados elegirán 36 gobernadores, 34 senadores federales y renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes, así como representantes a nivel municipal y condal, amen de pronunciarse sobre iniciativas diversas.
Bush y otras personalidades políticas continuarán su campaña electoral hasta el último momento, con frecuencia en lugares en los que los candidatos demócratas y republicanos están muy igualados.
Los republicanos controlan la Cámara de Representantes por una diferencia de siete escaños, mientras que los demócratas tienen mayoría de solamente uno en el Senado.
Si los republicanos pierden el control de la cámara alta, al gobierno de Bush le resultará difícil adelantar sus programas legislativos.
Todos los proyectos de ley son presentados primero en la cámara alta. Si el proyecto es aprobado por los representantes, va luego al Senado, que decide si pasa o no a ser ley.
Las estadísticas indican que el partido gobernante pierde generalmente bancas en las elecciones intermedias entre los comicios presidenciales, aunque “esta es una época inusual y no creo que puedan aplicarse las normas comunes”, opinó Ron Faucheux, editor de Campaigns & Elections, una revista especializada en temas políticos.
La posibilidad de que Estados Unidos ataque Irak, los temores generados por el terrorismo y la seguridad nacional dominan el ánimo del electorado. Algunos opinan que la creciente popularidad de Bush debido a su guerra global contra el terrorismo le dará la ventaja a los candidatos republicanos.
Los demócratas, por su parte, han intentado centrar su campaña en los problemas económicos que aquejan al país, aunque cuidándose de respaldar en público al presidente en su guerra contra el terrorismo. Los norteamericanos padecen las consecuencias de una economía carente de bríos y han tenido que aguantar un sinfín de escándalos corporativos.
Sea cual fuere el resultado final, los analistas coinciden en que el Congreso continuará estrechamente dividido tras los comicios del martes. Ello hace altamente dudoso un cambio radical en la política norteamericana.
Empero, son posibles cambios menores.
Si los demócratas logran controlar el Congreso, lo considerarán una vindicación de su oposición a los planes económicos y la política exterior de Bush, mientras intentan descubrir un candidato para derrotarlo en el 2004.
Los demócratas recuperarían la presidencia de las comisiones de la Cámara que perdieron en 1994 y tendrán autoridad exclusiva sobre la legislación que llegue al pleno, lo que dificultará enormemente los proyectos legislativos de Bush.
“Si retenemos la mayoría en el Senado y recuperamos la mayoría en la cámara baja, creo que será una señal inequívoca para todo el mundo de que el público desea una nueva política económica”, dijo Dick Gephardt, presidente de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes.
Los demócratas dicen que de ser así intentarán aumentar de inmediato el gasto público, con más fondos para la construcción de escuelas, un único reintegro fiscal, un plan a largo plazo para eliminar los déficits presupuestarios, garantías de pensiones y aumento del salario mínimo.
Además, continuarán bloqueando muchas de las postulaciones judiciales designadas por Bush por motivos ideológicos, especialmente si se produce una baja en la Corte Suprema.
El líder de la mayoría demócrata en el Senado, Tom Daschle, prometió además que impedirá que las reducciones fiscales aprobadas por Bush pasen a ser permanentes cuando expiren dentro de ocho años.