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Inflación y el corto

SALVADOR KALIFA

Los datos recientes de crecimiento de los precios muestran, sin duda, que la lucha contra la inflación se le complica al Banco de México (Banxico). La cifra correspondiente al mes de noviembre sorprendió a la gran mayoría de los analistas, y nadie espera que el crecimiento de precios este mes corrija la desviación que existe respecto a la meta oficial para 2002.

La previsión de esta complicación hizo que Banxico elevara el ?corto? de 300 a 400 millones de pesos en septiembre y nuevamente a 475 millones el viernes 6 de diciembre, en ambos casos con la intención de corregir ?las expectativas inflacionarias de mediano plazo? y refrendar su compromiso con la estabilidad de precios, así como con la meta de 3 por ciento establecida para el año próximo.

En varias ocasiones he escrito sobre mi escepticismo acerca de la efectividad de este instrumento de política monetaria, y su aplicación más intensa no me hace cambiar de opinión. Los movimientos en el nivel del ?corto? parecieran indicar que las autoridades consideran que la eficacia de este instrumento, así como el fenómeno mismo de la inflación, dependen esencialmente de lo que suceda con las expectativas de los agentes económicos, más que de sus repercusiones sobre el nivel de las tasas de interés y, en consecuencia, sobre la demanda agregada.

Sólo así se explica que desde enero del año pasado se hayan realizado siete modificaciones del ?corto?, pero no todas en la misma dirección. Esta es una aplicación curiosa de la política monetaria, ya que alterna alzas y disminuciones en poco tiempo, aún cuando toma meses y hasta años en que surtan efecto. Las tribulaciones en el terreno de la inflación reflejan, desde mi punto de vista, un problema más complejo que una simple desviación por los ajustes de precios y tarifas administrados por el Estado que puede corregirse con la aplicación del ?corto?. Esto se puede apreciar mejor si reconocemos que el progreso en la batalla contra la inflación desde mediados de 2000 se debió, no sólo a la disciplina en la aplicación de las políticas fiscal y monetaria, sino de manera importante a la influencia de dos factores: primero, la apreciación del peso frente al dólar; y segundo, el debilitamiento económico interno, que impide a las empresas trasladar a precios las presiones inflacionarias asociadas a los aumentos de los salarios reales que superan el crecimiento de la productividad.

Estos dos factores dejarán pronto de colaborar con Banxico en la búsqueda de la estabilización de precios y pueden hasta llegar a obstaculizarla el año próximo. Por una parte, el peso se ha depreciado frente al dólar poco más de 13 por ciento desde principios de abril y su fortaleza parece ser cosa del pasado. Esto se explica tanto por la mayor turbulencia financiera del exterior como por el desencanto de los inversionistas en relación con la ausencia de reformas estructurales en nuestro país.

La intranquilidad económica externa quizá desaparezca en 2003, siempre y cuando se despejen las incertidumbres financieras que aquejan a Brasil y Argentina, se vislumbre con mayor claridad el derrotero de la economía estadounidense, y se resuelvan satisfactoriamente las diferencias entre EU e Irak.

No obstante, nuestra moneda todavía es relativamente débil, y continuará siéndolo en ausencia de cambios fundamentales en nuestra estructura económica. La falta de estos se unirá al ambiente que normalmente rodea un proceso electoral como el que tendremos a mediados del año próximo, y juntos propiciarán episodios de volatilidad y debilidad del peso frente al dólar en los meses siguientes. Esto, a su vez, aumentará las presiones sobre los precios internos. La debilidad del peso deja, por tanto, al retraso en la recuperación económica como el único aliado importante de Banxico en la búsqueda de la estabilidad de precios en 2003. Esto es paradójico, porque si bien la recesión ayuda al abatimiento de la inflación, todos aspiramos a que se robustezca la actividad económica.

La consolidación del repunte económico, si ocurre el año próximo, facilitará a las empresas el traslado a precios de los incrementos salariales y de la depreciación del peso, para mejorar sus márgenes operativos y asimilarlos a los que normalmente obtienen en las épocas de expansión económica vigorosa.

En dicho contexto, si bien no existe el peligro de una explosión inflacionaria, tampoco contaremos con un entorno propicio para alcanzar la meta del 3 por ciento de inflación para fines del 2003. De hecho, las autoridades monetarias batallarán bastante para lograr que el crecimiento de los precios se ubique por abajo del cinco por ciento.

Son muchas, pues, las amenazas del entorno que aconsejan prudencia y decisión en el manejo de los instrumentos de política monetaria. De ahí la importancia de mantener en vigor acciones preventivas. En ese sentido, el alza del ?corto? va en la dirección correcta, pero considero que será insuficiente para lograr la meta inflacionaria del 2003, en especial porque ya no se contará con el apoyo de un peso fuerte y, con algo de suerte, tampoco con la recesión económica. Banxico, aún así, debe buscar que la inflación sea menor a la registrada este año. El reto no será sencillo. Para lograrlo tendrá que contar con la disciplina presupuestal y complementar el ?corto? con otras medidas restrictivas más ortodoxas y, esperemos, más efectivas.

Deseo a mis lectores una feliz Navidad y, con la ayuda de Dios, un próspero 2003. Regreso a este espacio el 8 de Enero.

E-mail:

salvadorkalifa@prodigy.net.mx

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