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MÉXICO, D.F.- Esta Navidad será inolvidable para la pareja formada por el marchista Noé Hernández y su esposa Vianey: la llegada de la pequeña iluminó aún más el hogar.
El marchista Noé Hernández carga a la pequeña Vianey, la besa, la mira, la arrulla y le da de comer. Después, sonríe.
Mientras tanto su esposa contempla la escena junto al bello árbol de Navidad decorado con esferas doradas y plateadas y una singular serie de grandes y brillantes estrellas.
Es el espíritu decembrino.
Esta Navidad será inolvidable para la pareja: la llegada de la pequeña iluminó aún más el hogar. Hace apenas dos meses nació, como prematuro regalo navideño, la ahora reina de la familia: "La sensación de ser padre es maravillosa, es un sentimiento tan grande que no se puede expresar con palabras, ella es nuestro todo", dice el novel papá.
El año pasado celebró la Nochebuena sólo con su esposa Vianey, y se sentían raros; como que algo les faltaba.
Ahora la felicidad es completa. A Noé, su hija le da la fuerza para llevar a cabo todos sus planes: participar en los Juegos Panamericanos a mediados del 2003 y los Olímpicos en Atenas 2004. Quiere que a su primogénita nunca le falte nada y no tenga que pasar las mismas dificultades que su padre.
El recuerdo dibuja una mueca de tristeza en el rostro de Noé: "Vivíamos en Chimalhuacán; mis padres trataron con pocos recursos de dar una buena vida a sus seis hijos. Claro que tuvimos limitaciones pero se compensaban con el cariño".
Vuelve la sonrisa cuando relata: "Mis navidades siempre fueron felices, no sé de dónde sacaba el dinero, pero mi padre siempre se preocupó por darnos al menos un juguete, aunque fuera pequeño".
A los 13 años ya tenía trazadas sus metas: "Todas las mañanas me sentaba a la orilla de mi casa, desde donde se veía el Distrito Federal, y pensaba que algún día iría a ese lugar pues tenía que hacer algo en la vida para sobresalir".
Noé quería ser reconocido, aunque no sabía exactamente a qué iba a dedicarse. En la secundaria comenzó a practicar el atletismo como relajo, incluso se burlaba de los andarines; hasta que un día le dijeron, "si eres tan hombrecito, intenta marchar...".