“La historia es un interrogar al pasado para saber qué pasa en el presente.”
Alfonso Reyes
Desde enero de este año el gobierno español ha venido trabajando en la restauración de un edificio de principios del siglo XVIII entre las calles de Guatemala y Donceles en el centro histórico de la ciudad de México. El inmueble, residencia de Ignacio L. Vallarta a fines del siglo XIX, fue declarado monumento histórico en 1941; pero hasta hace poco se encontraba en un estado lamentable. Ahora, gracias al trabajo penoso, detallado y amoroso de los españoles, está siendo recuperado. Se espera que el proyecto de restauración concluya en noviembre. En el edificio se establecerá el Centro Cultural de España en México que será inaugurado en la próxima visita del rey español Juan Carlos.
Este edificio ha corrido con suerte al encontrar a un patrocinador con la dedicación y los recursos para realizar su restauración. Pero se trata sólo de uno de cientos de inmuebles históricos en una zona que, pese a tener el potencial de convertirse en un imán turístico de imponente belleza, está convertido en un verdadero muladar. Una cadena de desastrosas decisiones gubernamentales han provocado el deterioro del centro histórico de la ciudad de México. A mediados de la década de 1940 la congelación de alquileres ordenada por el gobierno federal fue el primer paso, ya que convirtió la inversión en mantenimiento en un lujo incosteable en viviendas que pagaban unos cuantos centavos mensuales de alquiler. El gobierno capitalino mostró una enorme permisividad al dejar que las fachadas de los edificios se modificaran o mostraran anuncios sin respetar las características arquitectónicas de la zona.
La peor decisión de todas, sin embargo, fue la de abrir las puertas al ambulantaje. Caminar hoy por el centro de la ciudad de México es un ejercicio de tristeza. Una calle como Correo Mayor, atrás de Palacio Nacional, marcada por su gran profusión de edificios históricos, ha sido abiertamente privatizada por los ambulantes ante la negligente connivencia de las autoridades. Los comerciantes informales no sólo han tomado las aceras sino también el arroyo vehicular. La electricidad de los puestos comerciales es robada abiertamente de las instalaciones públicas y la basura se acumula por doquier. Hay quien dice que no se puede ni se debe hacer nada. El ambulantaje produce “empleos” y, en un país desesperadamente necesitado de actividad económica, la autoridad no debe intervenir. Pero por cada “empleo” sin prestaciones sociales que se genera en la economía informal, cuando menos otro, de mejor calidad, es destruido por la competencia desleal.
En otras ciudades del mundo —París, Québec, Boston, Brujas, Barcelona, Madrid y tantas más— el respeto a los centros históricos es no sólo una responsabilidad cultural sino una inversión para el futuro. Los edificios se conservan para generar un ambiente gozoso. Y el resultado es una intensa actividad turística que produce prosperidad.
En México debemos tomar medidas para restaurar no sólo un edificio sino todo el centro histórico de la capital. Esto requiere una decisión inequívoca e inquebrantable. Algunas medidas ya se están tomando, como la indispensable reconstrucción de un maltrecho sistema drenaje. Pero otras deben seguir de inmediato, porque cada día que pasa las soluciones se vuelven más difíciles y costosas.
Debe prohibirse el ambulantaje en todo el centro histórico. Hay que aplicar restricciones al uso de cortinas metálicas y anuncios, así como a la realización de construcciones o reparaciones, que no respeten la arquitectura del lugar. Debe impedirse o cuando menos restringirse el acceso en automóviles a cambio de promover el empleo de bicitaxis y vehículos eléctricos. Hay que motivar la rehabilitación de inmuebles históricos y su aprovechamiento en restaurantes, bares, museos, galerías, hoteles y comercios que respeten la integridad estética del lugar.
Todo esto se puede hacer, pero requiere una enorme voluntad política. Ya algunas ciudades de nuestro país, como Zacatecas y Campeche, han tenido éxito en la reconstrucción de sus centros históricos. En la ciudad de México el gobierno español está haciendo una labor loable en un edificio, pero la responsabilidad del esfuerzo global debe ser de los mexicanos. Si lo hacemos, habrá sin duda enormes beneficios culturales y económicos no sólo para la ciudad sino para el país entero.
El Casino y el centro
No entiendo por qué los grupos opuestos a la construcción del Costco del Casino de la Selva en Cuernavaca no se han unido para promover la recuperación del centro histórico de la ciudad de México. Quizá no les interesa en realidad la preservación del patrimonio cultural de nuestro país.