Dos visiones se contraponen dramáticamente en el problema del desempleo de nuestro país. Por un lado está la que ofrece el INEGI, el cual registraba oficialmente en agosto —el último mes para el que esta estadística está disponible— un desempleo abierto de apenas el 2.8 por ciento de la población económicamente activa. En ese mismo lugar está la visión que surge de la declaración del presidente Vicente Fox en su segundo informe de gobierno, la cual ha sido repetida por el secretario del Trabajo Carlos Abascal, en el sentido de que entre el 15 de enero y el 15 de agosto de este año se crearon 300,000 empleos formales. La otra visión la aportan los muchos mexicanos que desesperadamente llevan semanas y meses en busca de un empleo que nunca aparece.
No me cuento entre quienes piensan que el INEGI o el Presidente de la República mienten descaradamente al hablar sobre el desempleo. El INEGI simplemente aplica la metodología de la Organización Internacional del Trabajo para determinar el desempleo abierto. Pero esta metodología está hecha para aplicarse en países con seguro de desempleo, en los cuales la gente puede darse el lujo de buscar con parsimonia un nuevo trabajo. En México, ante la falta de tal seguro, quien se queda sin empleo no puede quedarse en casa: debe salir a ganarse a la vida, aunque sea limpiando parabrisas en una esquina, porque de otra manera no tiene cómo alimentarse.
El INEGI, de hecho, proporciona otras cifras además de la del desempleo abierto. Éstas, llamadas alternativas, nos dan una idea más precisa de la gravedad del problema social del subempleo, pero los medios informativos rara vez les prestan atención. La llamada “tasa de condiciones críticas de ocupación”, por ejemplo, ascendía a 8.2 por ciento de la población económicamente activa en agosto. En esta clasificación quedan incluidos quienes trabajan menos de 35 horas semanales, no por gusto sino porque el mercado no les ofrece otra opción; quienes laboran más de 35 horas a la semana, pero perciben menos de un salario mínimo; o quienes trabajan más de 48 horas a la semana, pero con ingresos inferiores a dos salarios mínimos.
La cifra de los 300,000 empleos creados, que tanto le costó al Presidente en credibilidad en su segundo informe de gobierno, es también verídica pero parcial. La ganancia neta de empleos registrada por el Seguro Social, efectivamente, asciende a esa cifra entre el 15 de enero y el 15 de agosto de este año. Pero el período no ha sido escogido al azar. Es un lapso en el que efectivamente se registra este crecimiento en el número de empleos. Pero ni el Presidente ni el Secretario del Trabajo se dan el tiempo de aclarar que estos 300,000 empleos no compensan los muchos más perdidos con anterioridad.
El desempleo abierto en el México actual es muy particular. Estábamos acostumbrados a que los mexicanos con menor preparación pagaran con su empleo el costo de las crisis económicas. Hoy la situación es distinta. Del número total de desempleados oficiales en el país, sólo el 1.1 por ciento carece de instrucción. En cambio el 48 por ciento cuentan con instrucción media o superior. Por eso el problema del desempleo abierto le parece mucho más grave a las clases medias de nuestro país. Por eso estamos viendo ese drama tan marcado entre gente con preparación que busca empleo durante semanas y meses sin conseguir siquiera una esperanza.
El grado de desempleo entre los mexicanos con instrucción media o superior se convierte en una grave condena de nuestro sistema educativo. Nos dice que nuestras escuelas, masivamente subsidiadas con dinero de los contribuyentes, no están preparando a sus estudiantes en los campos que el mercado laboral necesita. Este mismo fenómeno lo percibimos en los sueldos. Un graduado universitario debe conformarse en muchos casos con un sueldo de 4,000 o 5,000 pesos mensuales cuando finalmente ingresa al mercado del trabajo. Mejor le iría si en vez de perder cinco años en la universidad hubiese optado por conducir un taxi al salir de la primaria.
El desempleo y el subempleo son un problema enorme que el Presidente y sus colaboradores hacen mal en no dimensionar de manera adecuada. Quien no tiene trabajo no sólo se ve empujado a los límites de la supervivencia económica sino que es golpeado además en su dignidad. La tragedia de quienes buscan un empleo sin encontrarlo es una de las más importantes que registra nuestro país.
Inversión
No es necesario descubrir el hilo negro. Sólo hay una manera de generar empleos: la inversión. Pero en México nuestros legisladores insisten en limitar o prohibir la inversión en un sinnúmero de campos de actividad productiva.