“Solamente quien construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado.”
Friedrich Nietzsche
Quizá lo más interesante del año que termina es lo que no ocurrió. En el 2001, cuando se registraron los ataques terroristas en contra de las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono en las afueras de Washington, algunos analistas argumentaron que ése había sido el momento definitorio del nuevo siglo (¡un siglo que apenas comenzaba!). Lo que sorprende del 2002 es la poca relevancia que tuvieron ya los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001.
Esto no significa que el terrorismo no haya tenido un papel importante en el nuevo año. El atentado de Bali, Indonesia, que mató a decenas de turistas australianos, fue un recordatorio de que el terrorismo sigue vivo. Pero las profecías que afirmaban que se avecinaba una guerra de civilizaciones, un conflicto mundial entre el Islam y Occidente, simplemente no se confirmaron. El derrocamiento del régimen talibán en Afganistán fue bastante más sencillo y rápido de lo que se había pensado. Y la fase dos de la campaña de Estados Unidos contra el terrorismo, la ofensiva contra Iraq, bien podría tener la bendición no sólo de las Naciones Unidas sino de los principales países musulmanes.
Para México el 2002 fue un año de decepción. Las esperanzas generadas por el triunfo de Vicente Fox en el 2000, el primer presidente en la historia de México en tomar pacíficamente el poder desde la oposición, se han visto deprimidas por dos años de estancamiento. En el 2001 la economía mexicana no avanzó nada. En este 2002 el crecimiento será de apenas 1.2 por ciento. La cifra es insuficiente para generar los empleos que el país necesita.
El propio presidente Fox reconoció lo anterior al señalar en su programa radiofónico del sábado pasado que el 2002 fue un año difícil. Lo que no hizo fue apuntar las causas. Mucho se ha culpado de la actual situación mexicana a la desaceleración estadounidense. Sin embargo, la economía en la Unión Americana ha empezado ya una recuperación mucho más rápida que la nuestra. Esa justificación tampoco explica por qué China y Corea del sur, países que también dependen de las exportaciones a Estados Unidos, han mantenido un rápido crecimiento a pesar de la desaceleración en la Unión Americana.
La verdad es que México está pagando el precio de la falta de reformas estructurales. Nuestro sistema fiscal sigue siendo lamentable y se vuelve peor cada año, conforme los legisladores lo hacen un poco más complejo y un poco más orientado a beneficiar a grupos privilegiados. La posibilidad de generar más inversión a través de la apertura de los amplios segmentos de la economía que permanecen estatizados —como la electricidad, la petroquímica, el gas y el petróleo— se ha mantenido cerrada. China, mientras tanto, tiene un sistema fiscal más competitivo y una mayor apertura a la inversión privada en infraestructura. No sorprende que crezca mucho más que México.
A pesar de eso, México parece estar en jauja cuando se compara con otros países latinoamericanos. Los gobiernos argentinos destruyeron su economía al gastar más de lo que ganaban y contratar deuda para compensar el faltante. Venezuela ha entrado a una situación de caos provocada por las medidas populistas de su presidente, Hugo Chávez. Brasil tuvo también un año terrible debido a una fuerte devaluación provocada por la incertidumbre del ascenso político de Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista que hasta hace poco prometía que como presidente nacionalizaría empresas privadas y repudiaría la deuda pública.
La gran excepción ha sido, como siempre, Chile. Su economía perdió ímpetu este año, como ocurrió en el resto del continente, pero aun así tuvo una expansión. El resultado de los años de políticas económicas sensatas, sin embargo, ya está presente: Chile ha logrado disminuir su tasa de pobreza de la mitad de la población en los años setenta a apenas el 12 por ciento.
Esto es algo que México no ha podido hacer. Quizá la noticia más dramática de este año para los mexicanos fue la que señaló que más de la mitad de la población, 53 millones de personas, vive en la pobreza. Si queremos disminuir este número, como lo ha hecho Chile en los últimos años, tendremos que empezar a aplicar políticas económicas que promuevan el crecimiento y que dejen de castigar la inversión.
¿El peso de la ley?
¿Recuerda usted que las autoridades federales prometieron aplicar todo el peso de la ley a quienes cierren carreteras? Pues bien, la diputada priista Maricela Sánchez, cuyo bloqueo de la carretera México-Cuernavaca el 20 de noviembre obligó a esa promesa, no sólo se encuentra libre sino que se prepara para bloquear mañana nuevamente esa carretera.