“Estamos en ruta y tenemos un itinerario bien definido.” Vicente Fox
Antes de haber pronunciado ayer la primera palabra de su mensaje político, el presidente Vicente Fox cargaba ya sobre su espalda el lastre de dos derrotas contundentes.
La primera tuvo lugar en la negociación para renovar las mesas directivas del Congreso. Ante el fracaso, la diputada priísta Beatriz Paredes se mantuvo en la presidencia de la Cámara de Diputados, presidió la apertura del nuevo período legislativo y respondió el informe presidencial. El negativo mensaje fue que los legisladores no pueden ponerse de acuerdo en quiénes serán sus dirigentes o en quién debe responder el informe de gobierno. Pero si ni en esto puede el Congreso lograr acuerdos, ¿qué podremos esperar para obtener la nueva legislación que el país necesita?.
La segunda derrota radicó en la ausencia del presidente del pleno del Congreso mientras los representantes de los partidos políticos fijaban sus posiciones. Apenas el viernes 30 de agosto por la noche un miembro del gabinete presidencial me decía que el Presidente había decidido acudir al Congreso a escuchar las posiciones de los partidos: “No hay nada que le puedan decir al Presidente que él no haya escuchado”, me dijeron. Al final, sin embargo, se tomó una decisión que subraya que en México persiste la idea de una presidencia imperial: los oídos del Presidente no pueden ser lastimados con las discordantes notas de la crítica. Fue patético ayer el diálogo de sordos. Los representantes de los partidos se dirigieron en su turno a un mandatario ausente. Más tarde, en el discurso del Presidente, la oposición se vengó con interpelaciones y burlas.
Después de estas dos derrotas, poco podía el Presidente rescatar con su mensaje. En un discurso monótono, indistinguible del de los presidentes priístas del pasado y que contrastaba con su brillante retórica de campaña, el Presidente ofreció el consabido recuento de cifras positivas que informe tras informe pretende demostrar que el país marcha bien a pesar de las dificultades.
Y sí, es verdad, México ha mantenido su estabilidad económica y financiera y por la consecuente baja en las tasas de interés ha ahorrado 35,000 millones de pesos en servicio de la deuda pública. El gobierno ha respetado los derechos humanos, ha detenido a un número importante de narcotraficantes y ha hecho un importante esfuerzo para conseguir un acuerdo migratorio con Estados Unidos. Con la apertura del Instituto Nacional de Evaluación Educativa ha abierto las puertas a una indispensable mejoría en la calidad de la instrucción. Tan sólo este año ha apoyado la construcción de medio millón de viviendas, la mayor cifra de la historia. Como logros compartidos del gobierno y el Congreso, están la Ley de Acceso a la Información y las reformas al sistema financiero.
Estas señales son positivas, pero no resultan suficientes. La economía está muy golpeada. No hemos vivido una crisis tan fuerte como las que teníamos al final de cada sexenio; pero el crecimiento de los últimos años de gobierno de Ernesto Zedillo, que culminó con una expansión del 7 por ciento en el año 2000, ha abierto paso a un duro estancamiento. La caída de la economía estadounidense es una de las razones. Pero el fracaso de una reforma fiscal real y la falta de apertura del sector eléctrico han hecho que no se generen nuevas inversiones en México, como las que siguen impulsando el crecimiento de China.
Queda claro que el presidente Vicente Fox no es responsable del fracaso de la reforma fiscal ni de la falta de apertura de la electricidad. Pero esta situación es consecuencia del fracaso de su gobierno para lograr acuerdos con la oposición. Claro que no es fácil lograr tales acuerdos, pero ésa es la tarea fundamental de un presidente sin mayoría parlamentaria en una democracia.
Mucho se habría avanzado si el PAN y el PRI hubiesen permitido que el PRD asumiera la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados y respondiera al informe presidencial, como se había acordado al inicio de la actual legislatura. Mucho también se habría logrado si el Presidente hubiese estado dispuesto a asistir al Congreso a escuchar las posiciones de los partidos. Después de todo, el Presidente no puede quejarse del Congreso, si él mismo no le ha querido dar el lugar que éste se merece en la vida política de la nación.
Los perredistas
Los legisladores del PRD abandonaron ayer el pleno de la sesión conjunta del Congreso para no escuchar la respuesta de Beatriz Paredes al informe. Ésta es una situación penosa que debió haberse evitado. Los dirigentes del PAN y del PRI debieron acatar el acuerdo de rotación de la presidencia del Congreso que ellos mismos aceptaron en noviembre del 2000.