“No pensar más que en sí y en el presente es un error grave en política.”
Saint-Beuve
No nos hagamos tontos: en México se sigue legislando al vapor. El aluvión de modificaciones, manipulaciones y golpes de mano de la última semana — completo con presiones abiertas a los legisladores e invasiones violentas, incluso una equina— así lo demuestra. El sainete terminó en la maratónica sesión del domingo 15 a la mañana del lunes 16 de diciembre, en que un grupo de diputados somnolientos terminó de darle los últimos toques a la abigarrada miscelánea que regirá los ingresos y los egresos de la federación el año que viene.
Ahora tenemos un paquete fiscal que posiblemente recaudará menos, hará más complejo el cumplimiento de las obligaciones fiscales, mantendrá privilegios especiales para unos cuantos, golpeará la inversión productiva y castigará el ahorro. Nuestros legisladores deben estar orgullosos de sus logros.
Dos podrían parecer los puntos más positivos del nuevo engendro fiscal. La tasa máxima del impuesto sobre la renta baja del 34 al 33 por ciento, en tanto que se elimina el caprichoso impuesto suntuario del 2002. Pero el 33 por ciento sigue siendo una tasa poco competitiva ante el 20 por ciento que se cobra en países como China y Corea del sur que rivalizan con el nuestro en inversión y producción. Al mismo tiempo se introducen nuevos impuestos complejos y distorsionantes, como el de la telefonía celular.
Los viejos privilegios se resisten a morir. A pesar de una decisión de la Suprema Corte —que en un juicio de amparo determinó que es ilegal la exención fiscal a las gratificaciones a los burócratas ya que los demás trabajadores del país no gozan de ella — el senador priista Joel Ayala, líder de los burócratas, reintrodujo la exención. Claro que habrá nuevos juicios de amparo; pero como los costos legales no los cubre el senador Ayala sino los contribuyentes, poco importa.
Los autores, siempre solidarios con los pobres excepto cuando se trata de pagar impuestos, lograron ser exentados en sus primeros 25 mil pesos mensuales de ingresos.
Mantienen también sus prebendas los productores del campo y los transportistas: los ricos, por supuesto, ya que los pobres no pagan impuestos por su nivel de ingresos. Los empresarios y los ejecutivos podrán deducir el 25 por ciento de sus comidas en restaurantes de lujo, pero los obreros no podrán hacer lo mismo con su torta y su refresco. Los privilegiados que pueden comprar una casa habitación podrán deducir los intereses, pero los pobres que deben alquilar no tienen derecho a nada.
Se cobrará un impuesto especial a ciertos salarios, porque los legisladores piensan que es su obligación obstaculizar la creación de empleos. Los recaudadores de impuestos también se lanzarán en contra de los pagos de seguro de vida, para castigar a quienes son tan perversos que se mueren para dar un ingreso a sus hijos sin pagar impuestos. Se acumularán los ingresos por intereses, a fin de desmotivar un poco más el ahorro. Y se cobrará un 15 por ciento de IVA a las revistas, excepto las de contenido político o cultural. (¿Cómo quedará clasificada La Familia Burrón? ¿Introducirá El Libro Vaquero una sección cultural o de política para evitar el pago de impuestos? ¿Cuántos amparos habrá para este confuso impuesto?)
Como el dinero que se estaba recaudando no era suficiente, los legisladores le subieron unos dólares y centavos al precio estimado del petróleo. Qué fácil es aumentar los ingresos, ¿verdad? Y como todavía eso no alcanzaba, optaron por expropiar los 20 mil millones de pesos en cuentas no reclamadas del SAR.
Podemos tener certeza, por supuesto, de que el dinero que se recaude se utilizará para hacer más gastos innecesarios. Habrá más recursos para estados y municipios, a pesar de que sabemos que ahí se desperdicia más el dinero. Se elevarán también los recursos al campo, pese a que experiencias como la de Banrural nos demuestran que eso sólo sirve para crear burocracias costosísimas que no aportan beneficios al campo.
No sólo se ha perdido una vez más la oportunidad de hacer una verdadera reforma fiscal —que promueva la inversión, amplíe la base de contribuyentes y facilite el pago de impuestos— sino que hemos retrocedido por enésima ocasión. Pareciera que el único interés de los legisladores es sacarle dinero a la gente trabajadora para apoyar a grupos privilegiados.
Camiones
La Secretaría de Economía anunció que cerrará la frontera a los camiones de Estados Unidos. Pero los mexicanos terminaremos perdiendo. La única ventaja que tenemos frente a China en la producción es la cercanía a Estados Unidos. Pero sí hay que cambiar de camión toda mercancía, será más fácil mandar productos desde China.