“Los franceses argumentan con el corazón, pero votan con los bolsillos.”
Anónimo
En la elección de 1992 -cuando se enfrentó al entonces presidente republicano George Bush, padre del actual mandatario estadounidense, que buscaba la reelección- el candidato demócrata Bill Clinton colgó un cartel en su cuartel general de campaña en el que se recordaba a sí mismo y a sus colaboradores: “Es la economía, ¡estúpido!”
En un momento en que la economía de Estados Unidos estaba empezando a salir de una recesión, Clinton se obligaba así concentrarse en el único tema que le podía dar la victoria frente al gran vencedor de la guerra del golfo Pérsico. Cada vez que Bush y sus colaboradores trataban de cambiar el foco de la campaña a la política exterior o a las relaciones de Clinton con las mujeres, el candidato demócrata regresaba testarudamente al tema de la economía y a su tema fundamental de que Estados Unidos necesitaba reformas para volver a la senda del crecimiento sostenido.
La estrategia de Clinton funcionó. Bush padre fue derrotado en su intento de reelección en 1992 después de 12 años de gobiernos republicanos.
A 10 años de distancia de aquella elección, es inevitable pensar en las semejanzas del momento político actual. Hoy, 5 de noviembre, se llevarán a cabo elecciones legislativas y estatales en la Unión Americana. El resultado es hasta este momento difícil de prever. El balance en las cámaras del Congreso depende de una serie de elecciones que no se han definido todavía. La decisión final bien puede depender de cuál problema inquieta más a los estadounidenses: la economía o el terrorismo.
Las encuestas de opinión señalan que los estadounidenses hoy, como en la campaña de 1992, le tienen más confianza a los demócratas que a los republicanos para el manejo de la economía de su país. Esto de alguna manera es lógico. Clinton no sólo prometió que mejoraría la economía sino que lo cumplió. Durante sus ocho años de gobierno, de enero de 1993 al mismo mes del 2001, presidió sobre el período de crecimiento económico más prolongado de la historia registrada de su país.
En buena medida esta bonanza de los años noventa fue producto de circunstancias fortuitas, como la explosión bursátil generada por las acciones de alta tecnología.
Pero Clinton tomó medidas muy importantes que hicieron posible este avance: la más significativa fue, sin duda, la eliminación del déficit de presupuesto, que permitió detener el constante proceso de endeudamiento del gobierno estadounidense.
Los ciudadanos estadounidenses recuerdan la bonanza de los tiempos de Clinton y se dan cuenta de que desde que George W. Bush asumió la presidencia en enero del 2001 la economía de su país ha mostrado un drástico deterioro. Nuevamente, hay razones circunstanciales para esto, como la ruptura de la burbuja bursátil de las empresas de alta tecnología, los escándalos contables de muchas importantes empresas y los ataques terroristas del 11 de septiembre. Pero otros de los errores son obra del propio Bush: el más importante de todos es el desvanecimiento del superávit fiscal heredado por Clinton.
Claro que si los estadounidenses se dan cuenta de los errores económicos de Bush, lo consideran como un presidente enérgico en la lucha contra el terrorismo.
El abierto plan de Bush para atacar Iraq, por más que horrorice a buena parte del mundo, es visto por la mayoría de los estadounidenses como un ejemplo de firmeza ante el terrorismo.
Por esa actitud Bush llega a la elección de este 5 de noviembre con una fuerte popularidad personal. Pero él mismo no se está jugando la reelección. Por eso las encuestas de opinión se muestran tan cerradas. No hay certeza acerca de cuál de los dos principales partidos de Estados Unidos vaya a obtener mayores avances en la elección de hoy.
Muchas de las elecciones se decidirán por cuestiones locales. Pero para las demás, el resultado dependerá de cuál tema los estadounidenses consideren más importante: la economía o el terrorismo. Y si bien las encuestas señalan que los votantes le dan un ligero margen de ventaja a la economía, no es lo suficiente para asegurarle una victoria a los demócratas.
Al parecer los candidatos demócratas no lograron enfocar la atención de los ciudadanos en el tema que los favorece. Quizá alguien debió haber recuperado y colgado ese viejo cartel de Bill Clinton que decía: “Es la economía, ¡estúpido!”
Contra el narco
Nunca antes había registrado México tantos triunfos en la guerra contra el narcotráfico. Quince mil personas —nos dice el presidente Fox— han sido encarceladas por “delitos contra la salud”. Pero estas victorias no han disminuido ni la demanda ni la oferta de drogas. Quizá pronto tendremos que aceptar que estamos peleando una guerra imposible.