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Jaque mate/Nochebuena

Sergio Sarmiento

“La tristeza y la alegría fueron siempre parientes muy cercanos.” René Kraus Otros han tenido en general buenas experiencias en la Nochebuena. En mi caso el saldo ha sido bastante negativo. Demasiadas Nochebuenas en mi vida han estado marcadas por situaciones tristes y estas experiencias han teñido mi actitud hacia la fecha. No es que sea yo realmente un imitador de Scrooge, pero no alcanzó a alimentar mi alegría en la Nochebuena. Es más común que me deprima a que participe en la alegría del festejo.

La Nochebuena es un festejo fundamentalmente católico. En los países protestantes del norte de Europa la Navidad se celebra el día 25, que es la fecha cuando se lleva a cabo la misa de Natividad (el término Navidad en inglés, Christmas, quiere decir “misa de Cristo”). Después del templo se realiza una comida familiar.

En los países mediterráneos católicos, en contraste, la misa se ha celebrado tradicionalmente la noche anterior, el día 24. Originalmente esta misa empezaba al filo de la medianoche, tras lo cual las familias permanecían reunidas para recibir la Navidad en una tardía cena. Con el tiempo, sin embargo, la misa se fue haciendo más temprano, para dejar la noche misma al festejo familiar.

Ya sea que el festejo se realice el 24 en la noche o el 25 al mediodía, no hay duda de que el carácter religioso de la Navidad se ha venido modificando con el tiempo. El propio Juan Pablo II lo lamentaba este domingo, cuando cuestionó la excesiva comercialización de esta fiesta cristiana. Para cientos de millones de personas en todo el mundo, de hecho, esta celebración guarda ya poca relación con el nacimiento de Jesús de Nazaret hace poco más de dos milenios. Es más importante definir qué regalos se compran y a quienes se les reparten.

Los antiguos romanos celebraban en el solsticio de invierno —el día más corto del año, actualmente el 21 de diciembre— el die solis invicti nati, “el día del nacimiento del sol invicto”.

Este festejo se mezclaba con las Saturnalia, o fiestas del dios Saturno, en que los romanos intercambiaban regalos (y a veces participaban en celebraciones orgiásticas). La idea detrás del festejo era que, a partir del solsticio, el Sol iría recuperando su prevalencia sobre la noche: los días se irían haciendo un poco más largos cada vez y las noches se acortarían hasta llegar al solsticio de verano, el 21 de junio, el día más largo del año.

Significativamente muchas otras culturas han tenido también festejos en torno al solsticio de invierno. Los antiguos aztecas, por ejemplo celebraban el triunfo de dios sol, Huitzilopochtli, ante el dios de la oscuridad, Tezcatlipoca. Para toda cultura agrícola, en efecto, el reinicio anual del ciclo de crecimiento y disminución de los días es un mensaje de que las estaciones se seguirán sucediendo unas a otras y el campo continuará rindiendo sus frutos.

Si bien durante dos siglos o más los cristianos no celebraron el nacimiento de Jesús —cuya fecha no ha quedado registrada ni en los Evangelios ni en ningún tipo de documento histórico—, cuando empezaron a hacerlo la asimilaron o bien a la Epifanía (adoración de los Reyes Magos) o a las Saturnalia romanas. La costumbre de dar regalos en esta fecha procede de las dos tradiciones. Después de todo, los Reyes Magos acudieron ante Jesús para rendirle homenaje y para presentarle regalos de oro, incienso y mirra. La costumbre de intercambiar presentes en el solsticio de invierno estaba también muy establecida en la Roma antigua.

Algunas iglesias protestantes cuestionaron en el pasado los festejos navideños. Jesús debía festejarse en su muerte, en el momento en que redime a la humanidad, y no en su nacimiento como ser humano. Estas iglesias, además, deploraban las influencias paganas en los festejos navideños. Por ello los puritanos en la vieja Gran Bretaña y en la Nueva Inglaterra colonial prohibieron las celebraciones navideñas.

Yo no pretendo llegar tan lejos. No tengo siquiera la energía de unirme al club de Scrooge que tan dignamente preside mi amigo Germán Dehesa. Lo único que puedo decir es que, como muchas otras personas, la Nochebuena -más que la Navidad propiamente dicha-me llena de nostalgia cuando no abiertamente de tristeza.

Pero quizá ése sea el encanto de esta fecha: un momento en que, en medio de la celebración, puede uno recordar todas las fallas que ha tenido en el deseo de forjar mejores lazos humanos y familiares. Y en que puede uno hacerse el propósito de resolver las fallas en el nuevo año que se aproxima.

Otras Navidades

No todos celebran la Navidad el 25 de diciembre. Las iglesias ortodoxas de Rusia y Etiopía la celebran el 7 de enero. La iglesia armenia lo hace el 6 de enero. Esta era la fecha de la celebración también en las primeras iglesias cristianas.

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