“Uno se vuelve responsable para siempre de lo que ha domesticado. Tú eres responsable de tu rosa.” Antoine de Saint-Éxupery,
El Principito
Nuestro sistema fiscal se ha construido sobre una gran perversión. El Gobierno federal es el encargado de recaudar los impuestos y de mantener el equilibrio fiscal. Pero una parte muy importante del gasto la realizan los gobernadores.
Esto coloca al Ejecutivo federal —representado por el Presidente y su secretario de Hacienda— en una posición de conflicto natural con los gobernadores. A éstos les conviene exigir siempre más dinero, sin importar de dónde provenga éste. Los gobernadores no pagan ningún costo político por recaudar ni tienen ningún incentivo directo para cuidar las finanzas de la federación. Son los Reyes Magos que llevan regalos al pueblo en la forma de obras públicas, subsidios y empleos burocráticos. De esta manera fortalecen también sus aspiraciones futuras, construidas a base de caravanas con el sombrero ajeno de los contribuyentes.
El Ejecutivo federal, en cambio, debe cargar sobre sus espaldas todo el costo político de la recaudación. Recordemos la tormenta que tuvieron que enfrentar el año pasado el presidente Vicente Fox y el secretario de Hacienda Francisco Gil Díaz, cuando buscaron impulsar una reforma fiscal basada en el cobro de IVA a la enorme diversidad de productos que hoy están exentos o pagan tasa cero: desde los alimentos hasta las medicinas pasando por los libros. El Gobierno federal tiene, además, la responsabilidad de mantener un equilibrio fiscal que impida que el país siga tropezándose cada seis años con devaluaciones y crisis que empobrecen a la población.
Esta diferencia de responsabilidades es la razón fundamental del conflicto que se ha venido gestando entre los gobernadores del PRI y del PRD, por un lado y el gobierno del presidente Vicente Fox, por el otro. Es una disputa estructural. En las actuales circunstancias del país, si un priista o un perredista fuese presidente de la República estaría, sin duda, teniendo los mismos enfrentamientos con los gobernadores panistas y de otros partidos de oposición.
Una manera de superar este conflicto es a través de la madurez política a la que ha hecho un llamado el jefe de Gobierno de la ciudad de México Andrés Manuel López Obrador. Si los gobernadores entienden la necesidad del Ejecutivo federal de limitar el gasto a la recaudación disponible, el resultado será una estabilidad financiera que a la larga permitirá la existencia de más recursos para repartir. Pero esta madurez política simplemente no está presente en la mayoría de los gobernadores de oposición, que exigen dinero para aumentar el gasto sin prestarle atención a las consecuencias que esto podría tener en las finanzas públicas federales.
La otra manera de resolver el conflicto —y a mi juicio la más sensata en el largo plazo— sería dejarle a los gobiernos estatales la responsabilidad de recaudar sus propios recursos. Esto podría lograrse si el Ejecutivo federal se quedara, por ejemplo, con la responsabilidad de recaudar el impuesto sobre la renta dejando que los estados cobren el IVA y lo conserven para sus gastos. Así, si el gobernador de Oaxaca o el de Guerrero insistieran, como hoy la hacen, en la necesidad de aumentar su gasto público, tendrían que elevar los impuestos de sus ciudadanos y enfrentar el consecuente costo político. Ahora bien, para que este sistema funcionara y no se repitiera la dramática experiencia brasileña, en que los estados quebraron a la federación, sería indispensable establecer un candado que impidiera que los gobiernos estatales pudieran tener déficit de presupuesto y, por lo tanto, endeudarse.
La ventaja de este sistema, sin embargo, es que los gobernadores que ahora simplemente extienden la mano tendrían la responsabilidad de recaudar recursos. Esto los obligaría necesariamente a convertirse en mejores administradores. Y permitiría también que los ciudadanos los juzgaran sobre bases más sólidas que las actuales. No serían simples Reyes Magos que reparten regalos, sino administradores públicos con la obligación de equilibrar ingresos y egresos y de darle el mejor uso posible a recursos limitados.
Televisa-Ocesa
Con Ocesa, filial de Corporación Interamericana de Entretenimiento (CIE), el empresario Alejandro Soberón nos permitió a los mexicanos por primera vez gozar de espectáculos de clase mundial en nuestro país. Hace un tiempo Televisa de Emilio Azcárraga Jean creó una empresa, En Vivo, para competir con ella, pero hoy ambas han decidido unir esfuerzos en México. La alianza tiene sentido financiero. Pero habrá que ver si no reduce la competencia y, por lo tanto, la posibilidad del público mexicano de tener acceso a los mejores espectáculos al mejor precio.