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Jaque mate/Pobres del campo

Sergio Sarmiento

“Él levanta del pozo al pobre, y al menesteroso alza del muladar”.

Salmos 113:7.

Por supuesto que el problema de la pobreza en el campo de nuestro país no es producto del Tratado de Libre Comercio. Las exportaciones agroalimentarias mexicanas a los países signatarios han crecido de manera muy saludable desde 1994. El Tratado cumplió con su función.

Tampoco es producto de la desaparición de esa sopa de letras de instituciones gubernamentales —Banrural, Fertimex, Conafrut, Inmecafé, Fidehcan, Sesa, Pronase, INCSA, PACE y Conasupo— que supuestamente apoyaban a los productores del campo. El papel real de estas instituciones fue siempre el de beneficiar a un grupo pequeño de burócratas y de políticos. Sólo unas migajas se entregaban finalmente al campo.

No, la raíz de la pobreza en el agro mexicano es mucho más sencilla y al mismo tiempo más difícil de combatir. El problema es que México no ha completado todavía una transformación histórica que han vivido otros países en su proceso de desarrollo.

En el siglo XVIII el 80 por ciento de la población, incluso en los países más prósperos, vivía y trabajaba en el campo y sólo un 20 por ciento en las ciudades. Para principios del siglo XX el porcentaje de la población rural en los países ricos se había reducido a la mitad. Hoy en los países desarrollados menos de un cinco por ciento de la población trabaja en labores agrícolas.

Este desplazamiento laboral se ha llevado a cabo en todos los países que han prosperado. Incluso en México hemos visto el inicio del proceso, pero ha quedado inconcluso por la resistencia del sistema político. A principios del siglo XX México era un país preponderantemente rural. Actualmente cerca de un 25 por ciento de la población sigue viviendo y trabajando en el campo. Esta cuarta parte de los mexicanos, sin embargo, apenas produce el ocho por ciento de la riqueza nacional. Por eso es pobre el campo mexicano: demasiada poca riqueza se reparte entre demasiada gente.

Para resolver un problema primero hay que comprenderlo, pero nuestros políticos todavía no han alcanzado a entender la naturaleza de la pobreza en el campo. No es un problema que se pueda resolver simplemente arrojando más dinero al agro y reviviendo instituciones como Banrural, Fertimex, Inmecafé o Conasupo, como aparentemente lo plantea un estudio de las comisiones de Desarrollo Rural y Agricultura de la Cámara de Diputados citado en un artículo de Roberto Garduño de un diario capitalino. Este tipo de instituciones benefician fundamentalmente a la clase burocrática. La solución a la pobreza del campo radica en entender que, en lugar de oponernos al inevitable cambio histórico de población rural a urbana, tenemos que facilitarlo.

No se trata de seguir expulsando a la gente de las zonas rurales. Esta expulsión puede tener un costo social muy elevado, como ocurrió en la Inglaterra del siglo XVIII y principios del XIX. El objetivo debe ser crear empleos no agrícolas en el campo, como hicieron Estados Unidos y Francia. Estos dos países siguen teniendo a más de un 20 por ciento de la población viviendo físicamente en zonas rurales, pero con sólo un dos por ciento trabajando directamente en la producción agrícola. La enorme mayoría de la población rural en Francia y Estados Unidos vive de la industria y los servicios.

La estrategia de México no debería ser la de desperdiciar dinero del pueblo en el imposible propósito de frenar un proceso histórico ya iniciado. Nunca podremos lograr que el 25 por ciento de la población mexicana realice labores agrícolas y viva con dignidad. Lo que tenemos que hacer es promover la inversión no agrícola en el campo. Más que trabajar en los campos, nuestra población rural debe encontrar empleos en pequeñas fábricas agroalimentarias y de textiles, en instalaciones turísticas y de servicios, pero sin dejar sus comunidades.

Paradójicamente, aquellos mismos que se compadecen de la pobreza en el campo mexicano se oponen a estas inversiones. Están ahí los grupos que derrotaron la construcción del campo de golf de Tepoztlán, en Morelos, y los que se oponen a la inversión en nuevas plantas de manufacturas en zonas rurales.

Pero quizá no deba sorprendernos esta actitud. Los políticos necesitan a los pobres para justificar su existencia y sus privilegios. Y el campo mexicano ha resultado ser hasta ahora la más eficiente fábrica de pobres que pudieran tener nuestros políticos.

Empleos

La Secretaría del Trabajo anuncia que del 15 de enero al 30 de noviembre del 2002 se tuvo una ganancia neta de casi 400 mil empleos formales. ¿Por qué empieza su contabilidad el 15 de enero? Porque en esa fecha se tocó fondo. Si se hiciera una comparación 30 de noviembre-30 de noviembre el resultado no sería tan positivo.

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