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sergio sarmiento

“Las vulgaridades y las majaderías no pagan”. Luis Felipe Bravo Mena

Jorge Emilio González del Partido Verde estaba al micrófono. Pero a Fox le importó poco. Llegó saludando y abrazando a sus amigos y simpatizantes con fuertes exclamaciones. El disturbio que provocó fue tal que su correligionario Carlos Medina Plascencia, quien presidía la sesión, tuvo que llamarle la atención; le pidió que pasara a ocupar su lugar en la sección de invitados especiales y que mostrara respeto al orador.

Fox permaneció ahí algún tiempo; pero cuando el presidente Ernesto Zedillo estaba leyendo su texto, se levantó de su lugar y salió del recinto con grandes aspavientos. En el atrio del Palacio Legislativo estaban los reporteros, cuya atención era precisamente lo que Fox buscaba. Ahí les explicó que se había salido de la ceremonia porque tenía “mejores cosas que hacer”.

Cómo han cambiado los papeles en apenas tres años. Hoy Fox es Presidente de la República y sus operadores políticos están buscando amarres para evitar que, en la ceremonia del informe, se generen actos de falta de respeto a la institución presidencial.

El siempre republicano Luis Felipe Bravo Mena, presidente nacional del PAN, escribía apenas ayer: “Ha pasado el tiempo en que la figura presidencial era intocable y por ello a muchos legisladores les parecía adquirir un timbre de heroísmo el violentar la sesión del Congreso general y la intervención del presidente con escándalos protagónicos y sainetes pasajeros que a final de cuentas no hacían sino faltarle el respeto al propio Congreso, a sus invitados y al pueblo”. Para Bravo Mena, “las vulgaridades y las majaderías no pagan, ni siquiera a quien en búsqueda de una popularidad mal entendida deja el respeto que se debe a sí mismo y a su investidura”.

Esta reflexión es tan válida hoy como lo habría sido el 1 de septiembre de 1999. Los participantes en la ceremonia del próximo domingo deben tomar en cuenta que, en el turbulento mundo de la política mexicana, no hay manera de saber quién será el ocupante de la máxima tribuna el 1 de septiembre del 2007. Los perredistas han exigido y han obtenido el respeto de la oposición en los informes de sus gobernantes en la ciudad de México y otras entidades de la federación. Los priístas siempre defendieron el respeto a la institución presidencial en su larga estancia en el poder.

Vicente Fox, en lo personal, debe estar consciente de la lección que el destino le ha deparado. Sus propios desplantes de protagonismo en la ceremonia de 1999 lo persiguen convertidos en incómoda memoria. Él tiene mucho menos sustento moral hoy para exigir respeto a la institución presidencial que si la hubiese mostrado cuando fue oposición.

Ahora bien, el presidente Fox podría lograr el domingo un mayor respeto si mostrara un ánimo más republicano hacia el Congreso. Si es verdad, como ha señalado Bravo Mena, que “ha pasado el tiempo en que la figura presidencial era intocable”, lo lógico sería que el Presidente acudiera al Palacio Legislativo a escuchar las posiciones de los partidos políticos. En una democracia no se rebaja la investidura presidencial por escuchar los puntos de vista de la oposición.

El presidente Fox y los partidos políticos tendrán este próximo domingo una gran oportunidad: podrán mostrarle a la población mexicana que nuestro sistema político ha madurado, que vivimos en un país en que los miembros de partidos distintos pueden escucharse con diferencias pero con respeto, que ya no tiene sentido ponerse máscaras de puerco o interpelar a gritos al presidente, que ya no es necesario salirse del pleno con aspavientos para lograr la atención de los medios.

El mismo Presidente puede ayudar a este propósito si acepta escuchar, republicanamente, los puntos de vista de la oposición. En ese caso quizá todos podamos olvidarnos de los desplantes que el propio Fox tuvo el 1 de septiembre de 1999.

La respuesta

La respuesta del informe presidencial debería ser estrictamente institucional y expresar el sentir de todo el Congreso y no de un solo partido. Pero los panistas, que buscan impedir que algún perredista conteste el informe de este año, quizá le tienen miedo a un precedente que ellos mismos establecieron. En 1999 el panista Carlos Medina Plascencia, al responder el quinto informe de Zedillo, se salió de la línea y ofreció un discurso abiertamente partidista.

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