“El dinero es como un brazo o una pierna. O se usa o se pierde”.
Henry Ford
Si usted, amigo lector, en el ánimo generado por la nueva Ley de Acceso a la Información, se aventura a pedir a las autoridades mexicanas un saldo de la pasada cumbre de la APEC en Los Cabos, seguramente recibirá una compilación de discursos pronunciados por mandatarios y funcionarios en las distintas mesas y sesiones de la reunión también se le dirá que el encierro en el exclusivo hotel Las Ventanas, quizá el más caro de México, proporcionó a los mandatarios una oportunidad excepcional de conocerse mejor.
Nadie, sin embargo, se atreverá a informarle de lo fundamental: ¿Cuánto le costó la cumbre al Gobierno de México y qué beneficios obtendrán los mexicanos a cambio de ese dinero?
A principios de este año, en la Cumbre de Financiación para el Desarrollo de las Naciones Unidas que tuvo lugar en Monterrey, le pregunté a varios funcionarios cuál había sido el costo total de la reunión. Escuché estimaciones o adivinaciones que oscilaban entre los 15 millones y los 100 millones de dólares. Cuando preguntaba acerca de los logros concretos de la reunión se me decía que se habían logrado compromisos para aumentar en miles de millones de dólares la financiación de las naciones ricas a los países en desarrollo. El problema surgía cuando buscaba definir con exactitud los montos, de qué países, con qué fechas y en qué proyectos. El maratón de discursos no aclaraba nada.
Entiendo que los jefes de Estado y de Gobierno, así como los ministros, secretarios, viceministros, subsecretarios, directores generales, directores de comunicación social, secretarios particulares y en general funcionarios del mundo, tienen necesidad de reunirse socialmente y cambiar impresiones suavizadas por un lubricante etílico. Pero la factura que pagan los ciudadanos del mundo para darle a sus élites burocráticas este pequeño placer es enorme.
Algunos presidentes mexicanos han sentido la necesidad de trascender el ámbito de la política meramente local y lograr una proyección internacional. Luis Echeverría lo hizo en su momento con sus interminables y tumultuosas giras internacionales y con su padrinazgo del movimiento de países no alineados. José López Portillo, quien en la segunda mitad de su sexenio tuvo como secretario de Relaciones Exteriores a Jorge Castañeda padre, mostró la misma ambición con sus giras, en las que se dice que la primera dama, Carmen Romano, aprovechaba para pasear su piano por el mundo y con su cumbre del Diálogo Norte-Sur en Cancún. Ahora le ha tocado el turno al presidente Vicente Fox, asesorado por el joven Castañeda, de continuar esta tradición, con sus incansables viajes por el mundo y sus dos grandes cumbres internacionales en un solo año.
Si efectivamente estas reuniones internacionales son tan importantes como se argumenta, se les debería tratar como cualquier otro proyecto gubernamental. Unos días después de concluido el acto los ciudadanos —que a final de cuentas somos quienes pagamos todos los gastos— deberíamos tener información concreta sobre los montos erogados en todos los conceptos —incluida la seguridad proporcionada a las delegaciones por el Estado Mayor Presidencial— y una lista específica de los logros conseguidos. No sé si esto se pueda medir como tantos minutos de discursos por tantos dólares de costo o tantas promesas por hora. Pero lo que sí sé es que lo que no se mide no se puede juzgar ni mejorar.
Pero no espere usted, mi estimado lector, que las autoridades nos proporcionen esta información. Los gobiernos del mundo, incluido el del presidente Fox, podrán rendirle homenaje al libre acceso a la información; pero cuando llega el momento en que se les solicitan cifras concretas sobre gastos de este tipo la respuesta es un silencio prolongado, unas cifras que no incluyen todos los gastos erogados o una retirada al conveniente refugio de que se trata de un asunto de “seguridad nacional”.
Mientras tanto, todos los contribuyentes, los que tenemos que pagar impuesto sobre la renta o los que compramos un producto gravado con IVA, debemos recordar que cuando los mandatarios del mundo elevaron sus copas de champaña para brindar por los buenos resultados de la cumbre de Los Cabos, a nosotros se nos consideró lo suficientemente responsables como para pagar la bebida, las copas y el alquiler del hotel más caro de México, pero no para enterarnos sobre cuánto dinero se gastó, en qué se utilizó y cuáles fueron los beneficios por este uso de nuestro dinero.
Legisladores
Los legisladores nos piden constantemente a los periodistas que tratemos con respeto su investidura. Pero ¿cómo podemos hacerlo si ellos mismos no la respetan al no asistir o no permanecer en las sesiones del Congreso?