“El más delicioso de todos los privilegios: gastar el dinero de los demás.”
John Radolph
El Gobierno de la República está planeando gastar un billón y medio de pesos en el 2003. Muchos políticos han salido ya a la palestra para afirmar que ese dinero no es suficiente: que hay que aumentar el gasto. Yo más bien creo que en estos tiempos, en que nos hemos habituado a manejar cifras estratosféricas, es difícil percatarse de lo que significa realmente esta cantidad.
Si en lugar de que el gobierno gastara 1.5 billones de pesos en sueldos, oficinas e inversiones se lo entregara directa y equitativamente a los 100 millones de habitantes de nuestro país, nos tocarían a cada mexicano —hombre, mujer y niño— 15 mil pesos libres de polvo y paja. Una familia típica de padre, madre y dos hijos tendría así 60 mil pesos en el bolsillo.
La verdad es que no creo que nuestra nación se beneficie más de que esos 1.5 billones de pesos sean manejados por el gobierno en lugar de ser repartidos directa y equitativamente entre los mexicanos quienes seguramente los gastarían o invertirían con más juicio. Pero me dicen que el propósito del gasto público es transferir recursos y servicios de quienes más tienen a quienes sólo cuentan con carencias. Por eso es necesario mantener un gobierno.
Quizá. Pero vamos a suponer que queremos tener una transferencia de recursos a los más necesitados. Los 1.5 billones de pesos del gasto público podrían entregarse directamente al 25 por ciento más pobre de la población: estamos hablando de unos 25 millones de mexicanos. ¿Cuál sería el resultado? A cada hombre, mujer y niño, se le entregarían 60 mil pesos para todo el año. Como las familias pobres tienen más hijos que las acomodadas, calculemos que cada una tiene en promedio seis miembros. Esto significaría que cada familia recibiría 360 mil pesos para todo el año o 30 mil pesos al mes.
No está mal, sobre todo si consideramos que el ingreso promedio por persona de los 25 millones de mexicanos que viven en pobreza extrema en nuestro país es inferior a los 500 pesos mensuales.
Ahora bien, ¿por qué resulta una cantidad tan alta de simplemente dividir el dinero del gasto público entre los más pobres a los que supuestamente el gasto público debe ayudar? Simple y sencillamente porque este reparto directo evitaría el costo monumental de la burocracia.
Cuando nuestros políticos nos dicen que hay que aumentar el gasto público porque éste beneficia a los más pobres del país nos están mintiendo desvergonzadamente. La verdad es que sólo un porcentaje muy pequeño del gasto gubernamental llega a los más pobres. Ni siquiera el gasto social o el destinado específicamente al combate de la pobreza los beneficia mayoritariamente a ellos.
Los verdaderos beneficiados del gasto público son, principalmente, la clase burocrática y el grupo de productores y comerciantes que tienen acceso a los contratos y privilegios gubernamentales. El gasto público ha ayudado a construir muchas de las principales fortunas de nuestro país. Ha hecho también que nuestros funcionarios públicos tengan un nivel de vida muy superior al de la enorme mayoría de los habitantes de este país.
¿Puede desmantelarse todo el aparato gubernamental y mantener sólo aquél que permitiera distribuir directamente el billón y medio de pesos del gasto público entre los más pobres? Seguramente no. Hay demasiados intereses creados. Los mismos políticos y burócratas que defienden el gasto público como instrumento para darle un mejor nivel de vida a los pobres de nuestro país serían los primeros en oponerse a que sus sueldos, prestaciones, oficinas, secretarias, cafecitos, comidas y otros privilegios se acabaran simplemente para darle el dinero a los pobres.
Entiendo que quizá sea política y prácticamente imposible eliminar ese masivo aparato gubernamental que gasta cada año una cantidad equivalente a una cuarta parte del producto interno bruto de nuestro país. Pero por lo menos los ciudadanos mexicanos podemos exigir que los políticos nos hablen con la verdad. Que no nos digan que hay que gastar más para ayudar a los más pobres. Que acepten que lo que están protegiendo son los intereses de una clase burocrática y de una élite política a la que pertenecen. Esta sinceridad no ayudará a combatir la pobreza. Pero por lo menos hará que dejemos de vivir en la hipocresía.
La resolución
Finalmente Estados Unidos consiguió un voto unánime del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en su resolución contra Iraq. Esto le da legitimidad. Habrá que ver ahora si efectivamente los inspectores encuentran las armas de destrucción masiva que se supone esconde Iraq. La gran pregunta es si Washington aceptará dejar a Iraq en paz si no se hallan esas armas.