México.- De templo futbolero, el estadio Azteca se transformó en espacio idóneo para que Lenny Kravitz mostrara su capacidad de seducción ante los más de 40 mil espectadores que atestiguaron su debut en México.
Ya sea por la potencia de sus canciones, por su talento vocal o por su cuerpo de atleta, el artista neoyorquino convidó a la multitud un puñado de melodías que resultaron un ovacionado paseo por las raíces del rock más clásico.
Hoy que goza de respeto, como el solista roquero con mayor imán, Kravitz pisó el Azteca para dejar claro que su mensaje “retro” de amor y paz ha tenido profunda resonancia en este país, a pesar de que nunca lo había dictado en 13 años de trayectoria.
Con la fortuna de que las nubes que unas horas antes habían provocado lluvia en el estadio se alejaron por completo, el estadounidense ocupó más de 100 minutos para repasar su repertorio: una mezcla de clásicos riffs y matices de pop.
Después de que colombiano Cabas abriera sin mucha suerte el espectáculo, la estadounidense Pink tuvo una cálida recepción en la fría noche, sobre todo con su tema más conocido en México Get the party started y el cover de 4 Non Blondes, What’s up.
Si bien el Azteca ha registrado mejores entradas en shows musicales -el pop de ‘N Sync atrajo alrededor de 50 mil personas-, el alguna vez colaborador de Madonna hizo olvidar a la audiencia el receso de más de una hora que ocurrió entre la actuación de Pink y su entrada al escenario.
La demora provocó algunos disturbios en las tribunas superiores, en donde algunos policías movieron de sus lugares a decenas de seguidores que habían invadido algunas butacas ocupadas por lonas de color naranja, lo que provocó algunos conatos de violencia entre los espectadores y agentes policiacos.
Cobijado por la pericia de sus cuatro músicos, sobre todo del guitarrista Craig Ross, quien ganó la simpatía del auditorio portando un sombrero de charro en su espalda.
“Bienvenidos, gracias por darme la bienvenida”, fueron las palabras con las que las que el también productor saludó a la multitud en aceptable español, como introducción al viaje sonoro retomó el espíritu de grandes iconos rocanroleros: Jimmi Hendrix, Led Zeppelin y James Brown.
En tiempos en los que la parafernalia pareciera más importante que la música en los conciertos, Kravitz le devolvió la preponderancia al ritmo y el carisma: del inicio estruendoso de Rock and roll is dead y Dig in, al cierre melódico con Are you gonna go my way y Again.
En medio de un escenario austero para los excesos a los que nos han acostumbrados otras bandas, Lenny Kravitz derrochó una carga erótica a lo largo de su actuación, en la cual dejó de lado la imagen de inalcanzable rock star que puede aparentar.