No tengo dudas sobre el enfrentamiento entre gobierno federal y dirigentes del sindicato petrolero. Respaldar a Vicente Fox y exigir el saneamiento del sindicalismo corrupto es un imperativo ético. Ante la fácil resolución del dilema, resulta estimulante comentar las estrategias de los protagonistas que modifican el panorama político. El enfrentamiento con los sindicalistas indica que el Presidente y su equipo parecen haber recuperado el sentido de la estrategia, la cadencia y el ritmo político.
Cuando hace algunos meses se filtró la noticia de que el titular de la Secretaría de la Contraloría y de Desarrollo Administrativo (Secodam), Francisco Barrio, había encontrado pozos de corrupción en Petróleos Mexicanos (Pemex) difícilmente alguien se sorprendió. Tampoco llamó la atención que el desvío de fondos se hubiera hecho para beneficiar la campaña presidencial de Francisco Labastida, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Desde hace ya varios sexenios se acumulan los testimonios sobre el saqueo de las hormigas y los tiburones a la paraestatal, y sobre los métodos gangsteriles que emplea una dirigencia que enlodó la imagen del sindicalismo como instrumento de defensa de la clase trabajadora.
Cuando el asunto pasó a la Procuraduría General de la República (PGR), el sentimiento más generalizado fue el escepticismo por la incapacidad mostrada por el régimen para fincar responsabilidades. De hecho, en lo que llevamos del 2002 ha seguido creciendo el desencanto con Vicente Fox y su gobierno; y el disolvente ha sido su desorganización interna y su incapacidad para aterrizar las propuestas que durante la campaña hizo. Si el incidente telefónico con Fidel Castro hizo que se le perdiera respeto, la pieza mayor en la tiara de ineptitudes fue, sin duda alguna, la forma como manejaron el affaire del nuevo aeropuerto internacional de la ciudad México. El Presidente dejó de ser visto como el político audaz para convertirse en el ejemplo del gobernante inseguro y débil. Mientras arreciaban las críticas de comentaristas e inversionistas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se frotaba las manos por la forma en que los desatinos presidenciales pavimentaban su regreso a Los Pinos. De ahí que se regodearan una y otra vez señalando la inexperiencia de los nuevos gobernantes.
Cuando la semana pasada se dio a conocer la petición de desafuero de líderes petroleros que simultáneamente cobran en el Congreso, un sector importante de la crítica se dejó arrastrar por la inercia para condenar a Fox por su incongruencia y pésimo sentido de la oportunidad ¿no utilizó el Presidente su segundo informe para coronar la testa tricolor con una tiara tejida con palabras mesuradas y ramos de olivo? ¿ignoraba acaso el guanajuatense que el sindicato petrolero tenía emplazada a huelga a la paraestatal y que su propuesta de reforma eléctrica requiere los votos priístas? Pero la política democrática es fluida y se entrega a quien combina trabajo e inteligencia con audacia y sorpresa. Pronto salieron indicios de que la petición de desafuero de los líderes sindicales fue una de las iniciativas que mejor ha planificado el gobierno federal. El asunto tiene un sólido anclaje jurídico porque no hay duda que hubo malos manejos en la paraestatal y que el monto de lo involucrado es enorme. Además de ello, les permite demostrar que, aunque un poco tarde, están cumpliendo con sus promesas de campaña de combatir a fondo la corrupción.
Finalmente, se beneficiaron con la reacción de los estrategas del PRI que reaccionaron con el desplante de quien se siente con fuerza. Una de las principales armas priístas ha sido una mayoría en el Congreso que utilizaron rompiendo el quórum durante la comparecencia de Santiago Creel. Otro error priísta fue la decisión de presentar a Carlos Romero Deschamps y sus asociados como víctimas de una persecución política, cuando uno de los méritos de este gobierno ha sido la tolerancia hacia la crítica y su disposición a incorporar cuadros del viejo régimen.
La interpretación más generalizada ha sido que la reacción del PRI y los sindicatos se inspira en el código mafioso que obliga a la complicidad que protege. En la política democrática la opinión que tiene la sociedad cuenta por el valor que tienen los votos, y las encuestas de opinión no dejaron lugar a dudas de una condena generalizada a la actitud del PRI; hay poca, muy poca, tolerancia social hacia los sindicatos, sus líderes y la corrupción. Que la petición de desafuero se hiciera antes de la negociación salarial que realiza el sindicato petrolero con la paraestatal terminó siendo un acierto.
Si el sindicato decidiera utilizar la principal arma que los trabajadores tienen, la huelga, ello sería interpretado como una reacción a la ofensiva judicial contra sus líderes. Se justificaría de esa manera una eventual dureza gubernamental que sería aplaudida como la defensa de los intereses nacionales frente al ataque de sindicalistas mafiosos. La situación se complicó a los legisladores petroleros porque hay evidencias -entre ellas una encuesta ordenada por el gobierno— de que la dirigencia no cuenta con un respaldo unánime de las bases trabajadoras. Para profundizar la brecha que hay entre dirigencia y trabajadores Vicente Fox pronunció un discurso el sábado 14 de septiembre en el que apoyaba al sindicato y elogiaba a los trabajadores.
Simultáneamente, en Gobernación privado se informaba al PRI que el golpe no va contra el partido sino contra sus miembros corruptos. Durante el fin de semana el sindicato y el partido tricolor reconsideraron su estrategia y este lunes empezaron a aparecer señales de que, al menos por el momento, arrían las banderas de la beligerancia. La organización gremial publicó un modoso desplegado en el que declaran compartir la visión que Vicente Fox tiene de Pemex y, arropándose en la tradición priísta, exculpan al Presidente y responsabilizan a los anónimos funcionarios que lo desinforman. Para no dejar lugar a dudas de que la mesura va en serio el Grupo Reforma publicó este martes una entrevista con la secretaria General del PRI, Elba Esther Gordillo, en la que ésta expresa su convencimiento de que los sindicatos deben transparentarse y rendir cuentas a la sociedad. Es alta la apuesta política que el Presidente está haciendo, y que puede revertírsele en cualquier momento. Parte de la nueva cotidianidad son las oscilaciones en la fortuna política, y el PRI y sus aliados pueden contraatacar y a lo mejor hasta se recuperan en las próximas semanas y meses. También es posible que el Presidente y su partido mantengan la iniciativa en esta competencia de estrategias que nos afecta a todos porque se juega el combate a la corrupción y las preferencias electorales. En tanto se va conociendo el desenlace reconozcamos que Fox y su equipo jugaron bien, lo que significa que todavía tienen vitalidad política. Ya era hora.
La miscelánea
Este domingo habrá un plebiscito para los que residimos en el Distrito Federal. Tendremos que opinar si queremos un segundo piso en Periférico y Viaducto. Votaré que NO porque quiero una ciudad más humana y habitable y porque me parece aberrante una obra que beneficia al transporte privado en detrimento del público. Pero tal vez lo más lamentable del ejercicio es la falta de información y discusión sobre los méritos y desventajas del Segundo Piso, y que éste fuera propuesto e impulsado por Andrés Manuel López Obrador y el Partido de la Revolución Democrática. Qué revuelto anda México para que la principal fuerza de izquierda mexicana apoye una iniciativa de este tipo y deteriore el plebiscito que es uno de los principales instrumentos de la democracia participativa.
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